Preludio de tango

Carlos Marcucci, el pibe de Wilde

Manuel Adet

Apenas tenía diez años cuando se lucía con el bandoneón en el bar Iglesias de calle Corrientes al 1500. A la platea le sorprendía agradablemente ese niño de pantalones cortos que trajinaba con un fueye que parecía más grande que él. Entonces uno de sus acompañantes era Cayetano Puglisi y el conjunto se llamaba “Los tres pibes”. El espectáculo era digno de verse. Y a los contemporáneos no nos deja de llamar la atención con qué naturalidad el público de entonces aceptaba a los chicos en el escenario.

Estamos hablando de los tiempos de la guardia vieja, allá a principios de 1910, cuando el tango empezaba a adquirir personalidad propia y, sobre todo, calidad musical. Pocos años después, Carlos Marcucci empezará a ser conocido como el Pibe de Wilde, sumándose a la barra de los grandes “pibes” del tango: Osvaldo Fresedo, Pedro Laurenz y Ernesto Ponzio.

Con la música, Marcucci empezó a trajinar a los seis o siete años. Lo que para otros chicos la niñez fue el tiempo de las bolitas, el trompo y la pelota, para él fue el del fueye. Resignado con la vocación del hijo, el padre decidió cortar por lo sano y ponerlo bajo la tutoría del maestro Arturo Bernstein, para que le enseñara los secretos del bandoneón, mientras Mario Rosseger lo iniciaba en el violín. “Después hacé lo que quieras”, dicen que le dijo su padre, don Romualdo Marcucci, uno de los tantos tanos de aquellos años que llegaban a estas costas escapando de la crónica pobreza del Viejo Mundo y provistos de su cultura del trabajo y sus aficiones musicales.

A los catorce años, Carlos ya era un personaje de los bares y piringundines porteños, donde diariamente se celebraba el rito de la música ciudadana, Para ese entonces integra un trío con el guitarrista Ángel Domingo Riverol -que poco tiempo después acompañará a Gardel- y el violinista y luego jugador de fútbol, Raimundo Orsi.

A partir de allí nunca más va a parar. Durante los años veinte recorrerá con diferentes orquestas y al lado de grandes maestros, locales nocturnos mitológicos, como el café Royal con Julio de Caro, el café El Parque y el cabaret Chantecler. No ha cumplido aún los veinte años y ya es reconocido como una de las revelaciones del bandoneón, mejor dicho, como uno de los músicos que transforma al fueye en un instrumento de calidad musical.

Es que con Marcucci el bandoneón se calza los pantalones largos y se entrevera en el mundo de los conciertos. El fueye deja de ser cosa de amateurs, improvisación de músicos inspirados e intuitivos, para adquirir profesionalidad, rango artístico. Lo acompañan en ese emprendimiento los otros grandes ases del fueye, como fueron Pedro Maffia, Pedro Laurenz y Ciriaco Ortiz, con algunos de los cuales en el futuro compartirá fama y escenarios.

A los veinte años decide irse de gira por México y Cuba con la compañía teatral Vitone-Pomari. Lo acompañan en la patriada el tenor Jorge Muñoz, Carlos Geroni Flores, Olinda Bozán, María Esther Podestá y, según algunos biógrafos, una Libertad Lamarque joven y encantadora. La gira no dejó ni fama ni rentas económicas, pero fue rica en experiencias y aprendizajes.

En 1925 debutó en el “Dancing Florida” de París. El director de la orquesta era Juan Canaro que también hacía lo suyo con el bandoneón. Los nombres de esa orquesta merecen mencionarse porque todos darán que hablar en el futuro. Agesilao Ferrazano y Francisco Canaro en violines, Rafael Canaro en contrabajo, Fioravanti Di Cecco en piano.

Ya para entonces Marcucci se distingue por su calidad interpretativa. A la digitación excelente, riguroso dominio técnico y maestría para trabajar las variaciones, Marcucci le suma su creatividad como compositor. Para esa época escribe “Aires españoles” y una notable y exquisita variación del tango “Mi dolor”. En 1928 crea su propia orquesta típica y debuta a con singular éxito en el Cine Metropol. Allí se destacan Alberto Spife en piano, Luis Gutiérrez del Barrio y Mauricio Salovich en violín y Adolfo Kraus en contrabajo. Él, como siempre, se luce con el bandoneón.

En la década del treinta, junto con Maffia y Minotto han hecho los deberes necesarios para integrar las míticas “Tres M” del fueye. Para esa misma época constituye el grupo “Los cinco Ases Pebeco” y se presentan a toda orquesta en Radio Stentor. Lo de los cinco ases, no es una exageración. Allí están Maffia, Laurenz, Ciriaco Ortiz, Sebastián Piana y un glosador de lujo: Homero Manzi.

En 1936 la popular revista “Sintonía” organiza un concurso para conformar la orquesta “Los Virtuosos”. Se supone que allí están los grandes, porque será el público a través de un concurso el que seleccionará a los músicos. La elección demuestra la existencia en aquellos años de un público exigente, capaz de distinguir a los mejores. Allí están Elvino Vardaro y Julio de Caro en violines, Francisco de Caro en piano y Pedro Maffia y Ciriaco Ortiz con los bandoneones. Cuando Maffia renuncia, entra al grupo el sexto en la lista: Carlos Marcucci. “Los Virtuosos” van a debutar en noviembre de 1936 en Radio El Mundo.

Marcucci será convocado por diferentes directores y trajinará con su fueye por las escenarios más variados. De todos modos, la orquesta en donde anclará durante dos décadas, reemplazando a Laurenz, será la de Julio de Caro. Allí ingresará a principios de los años treinta y se quedará hasta 1951. Ese período que incluye la mítica década del cuarenta, de la cual él fue uno de sus promotores, se corresponde con sus mejores creaciones, aunque es bueno aclarar que el hombre para esa fecha ya había sido distinguido por Gardel, quien le grabó dos temas: “Viejecita mía” en 1923 y “La reja” en 1928.

Como todos los músicos notables de su tiempo, en algún momento fue convocado por el cine. En 1937 compone la música de la película “Así es el tango”, dirigida por Eduardo Morera, con la participación de Tita Merello, Olinda Bozán y Tito Lusiardo. A sus condiciones de bandoneonista y compositor, le sumó sus virtudes docentes. Marcucci publicó junto con Félix Lipesker, uno de los escasos tratados para iniciarse en el estudio del fueye: “Método moderno para el bandoneón”, se titula el libro que durante años fue un imprescindible material de consulta.

Carlos Maruccci nació en el barrio de Barracas el 30 de octubre de 1903 y falleció en Buenos Aires el 31 de mayo de 1957, integrando la orquesta estrella de Radio Splendid, dirigida por el maestro Francisco Trópoli. Su padre era Romulado y su madre Carolina Zola. Una aclaración es necesaria. Marcucci nació en Barracas, pero su infancia y su primera adolescencia transcurrieron en Wilde.

En 1937 se casó con la pianista Teresa Benedetti. Sus composiciones musicales siguen siendo objeto de estudio y reconocimiento en el mundo tanguero: Allí se destacan “Esta noche”, “Hay que entrar”, “Alma tanguera”, “Chivilcoy”, “El Catedrático”, “Luna arrabalera”, entre otros. A mí me siguen gustando “Mi dolor “ y “La reja”, los temas que eligió Gardel y que en estas cuestiones nunca se equivocaba.

La nota