La vuelta al mundo

¿La hora final de Chávez?

Rogelio Alaniz

Hugo Chávez está enfermo y se supone que su enfermedad es grave. Sus enemigos, que no son pocos, es probable que se alegren por la noticia, un sentimiento difícil de controlar, pero que, de todos modos, desde el punto de vista político carece de importancia. Sus seguidores, que en Venezuela suman multitudes, ya están derramando las primeras lágrimas mientras elevan oraciones por su salud.

Lo que en todo caso está fuera de discusión, es que su situación es delicada. Esto ya se sabe desde que se le declaró el cáncer en junio del 2011, pero los últimos diagnósticos parecen ser terminantes. Según se dijera, el último informe, más que un diagnóstico se parece a una necrológica. Es que, como se sabe, el cáncer es de derecha.

Hasta el momento, la actitud de Chávez ha sido la de disimular su enfermedad o suponer que la podía derrotar a través de un acto de voluntad. En términos prácticos, su salud le sumó unos cuantos votos en esta última campaña electoral, pero tal como se presentan ahora los hechos su victoria en las urnas tributa a Pirro y, a la hora de hacer comparaciones míticas, muy bien podría asimilarse su proeza a la del Cid Campeador, quien con un pie en la tumba ganó su última batalla.

Los políticos suelen ser hombres realistas, capaces de asumir con coraje o resignación las señales de la muerte. De todos modos, no es descabellado imaginar que en su intimidad alienten ilusiones o se aferren a la vida con ingenuidad, desesperación o esperanza. Los hombres somos los únicos habitantes del planeta que sabemos que vamos a morir y tal vez será por esa misma razón que nos cuesta asumir esa cita inexorable. Es probable que a los poderosos esa situación le provoque más incertidumbres y angustias que al resto de los mortales. Tanto poder, tanta gloria, tantos afanes de trascendencia, para nada.

Queda la alternativa religiosa, que en la mayoría de los casos es más un consuelo que una esperanza. Sin ir más lejos, hace unas semanas Chávez se refugió en ella. Lo hizo a su manera, no en soledad o en recogimiento, sino plantado en el centro del escenario y con todas las luces encendidas. Con tono dramático, pero firme le rogó a Dios que le dé vida. No se trataba de un pedido personal -los héroes no tienen vida personal- sino un reclamo para continuar con su obra política a favor de las clases populares.

Finalmente, este último o penúltimo acto: admitir que su enfermedad es seria y, como consecuencia de ello, designar su probable sucesor. Formalmente se supone que Nicolás Maduro lo reemplazará, mientras Chávez se somete a las intervenciones quirúrgicas previstas, pero por primera vez en casi veinte años el comandante admite tácitamente que Venezuela puede seguir existiendo sin él.

Para que haya decidido dar ese paso, para que alguien que siempre se creyó algo así como un Dios o la reencarnación de un héroe histórico debidamente endiosado, es porque realmente sabe que su situación es grave y que -como se preocupó en decirlo- sólo un milagro podría revertir un caso que para la ciencia sería inexorable.

La salud de Chávez es asunto privado, pero la salud de un presidente es tema público, sobre todo cuando se trata de una presidencia personalizada. Sus adversarios políticos le reprochan que durante la campaña electoral engañó al pueblo acerca de su estado físico. Se supone que hace dos meses el cuadro clínico del comandante no era muy diferente al actual, sin embargo, sus voceros aseguraron que la enfermedad estaba superada y que cualquier especulación que se hiciera al respecto respondía a la mala fe o la insidia de sus enemigos.

Lo hecho, hecho está. Chávez fue electo presidente hasta el 2019, pero tal como se presentan los acontecimientos, es probable que no esté en condiciones de asumir en enero. Si esto es así, el poder puede quedar a cargo del presidente de la asamblea nacional o del vicepresidente -depende si muere antes o después de terminar su mandato- pero en todos los casos, el compromiso constitucional es convocar a elecciones en los treinta días posteriores.

Si esto es así, el candidato del chavismo será Maduro. En ese sentido el mensaje de Chávez fue claro y no deja lugar a dudas. Al mismo tiempo fue previsor y valiente. Los líderes cesaristas se suelen creer inmortales y suponen que después de ellos no hay futuro. Por el contrario, Chávez ha dejado a su heredero y de esta manera le ha ahorrado al partido oficial el desgaste de una sangría interna por la sucesión.

Según los analistas políticos venezolanos, los candidatos que competían con Maduro eran Cabello y el hermano mayor de Hugo, Adán Chávez, actual gobernador del estado de Barinas. Sin embargo, la bendición fue para Maduro. ¿Quién es este señor? Nació en Caracas en 1962. Familia modesta, trabajó en la calle hasta que se inició como chofer de colectivos. Carece de estudios formales, motivo por el cual en los programas de humor sus opositores se han ensañado con él. Del colectivo pasó al sindicato y de allí a la política, actividad que le permitió ser conocido en toda Venezuela tanto por su combatividad como por sus ideas maoístas.

A Chávez lo conoce desde hace muchos años. Se dice que la amistad se terminó de consolidar alrededor de 1992, cuando el comandante se hallaba preso en la cárcel de Yare por su levantamiento armado contra la democracia. La mujer de Maduro, la doctora Cilia Flores, asumió su defensa. Maduro se desempeñó como legislador, ministro y canciller. Cargos más, cargos menos, desde hace veinte años es un chavista a tiempo completo. Su lealtad para con su jefe es sincera e incondicional. No bien se supo su nombre como sucesor, algunos periodistas consideraron que se trataba de un dirigente moderado, con habilidades para negociar y convencer a sus seguidores y desplazarse con comodidad por el proceloso mar del chavismo.

Otros periodistas no piensan lo mismo. Lo describen como un fanático, un obsesivo y un incondicional hasta la obsecuencia con su jefe. ¿Será tan así? Por lo pronto, en una de sus recientes declaraciones dijo que su lealtad con Chávez es tan profunda, que estaba dispuesto a seguir siéndole leal, aunque él ya no estuviera en este mundo. Puede que la emoción o el dolor lo hayan obligado a Maduro a decir esas palabras, pero no está descartado que las crea y suponga sinceramente que Chávez lo va a seguir dirigiendo desde el cielo.

Maduro es también el candidato de Fidel Castro y su hermano Raúl, lo cual para le chavismo es palabra mayor. Al respecto, hay que decir que tal como se presentan los hechos, es muy probable que el último capítulo de esa saga se escriba en Cuba. Chávez se ha esforzado en todos estos años en presentarse como un heredero de Fidel Castro, un revolucionario del siglo XXI. Sin embargo, por esos azares del destino, es probable que Castro lo sobreviva, aunque ello no impedirá que continúe siendo para el chavismo el modelo político a seguir.

¿Será así? ¿Maduro continuará manteniendo las relaciones carnales con Cuba? Por lo pronto, se trata de una relación que a Cuba le resulta indispensable por la generosa provisión de petróleo que recibe. Por su parte, Venezuela obtiene a cambio, médicos, agentes de inteligencia y abundantes lecciones de espionaje interno, tarea en la que los cubanos son verdaderos maestros. Última pregunta: este intercambio de petróleo por agentes de inteligencia, ¿continuará o habrá que barajar y dar de nuevo?

Los venezolanos tienen la palabra. En lo inmediato, este domingo hay elecciones nacionales, elecciones en las que se eligen gobernadores para veintitrés Estados. Algunos de los opositores chavistas han llegado a decir que la enfermedad del comandante es un bluff destinado a sensibilizar a votantes siempre proclives a dejarse seducir por argumentos sentimentales. No creo que sea así. Por el contrario, pienso que Chávez efectivamente está grave, aunque por el momento el chavismo no necesita de estos argumentos trágicos para ganar elecciones.

De todos modos, en términos políticos las elecciones del domingo son importantes en el estado de Miranda. Allí compiten el actual vicepresidente con Henrique Capriles Radonski. Se trata de una elección reñida cuyas consecuencias trascienden el ámbito local, en tanto que a nadie se le escapa que si Capriles Radonski gana en Miranda el chavismo deberá prepararse para librar una lucha reñida con el candidato de la oposición unida, candidato que a pesar de haber sido derrotado en octubre, no ha renunciado a su voluntad de ser el presidente de Venezuela, antes o después de la muerte de Chávez.

¿La hora final de Chávez?

Hace unas semanas Chávez se refugió en la alternativa religiosa. Lo hizo a su manera, no en soledad o en recogimiento, sino plantado en el centro del escenario y con todas las luces encendidas. Foto: EFE

Los líderes cesaristas se suelen creer inmortales y suponen que después de ellos no hay futuro. Por el contrario, Chávez ha dejado a su heredero y de esta manera le ha ahorrado al partido oficial el desgaste de una sangría interna por la sucesión.