EDITORIAL

Argentina cada día más violenta

La Argentina está cada día más extraña. Las conductas son cada vez más agresivas y desproporcionadas. La desmesura es el signo del momento. Cualquier reclamo, por nimio que sea, se traduce en una acción extorsiva que parte de la “cautividad” -circunstancial y exagerada- de miles de argentinos. La malhadada “viveza criolla” se despliega aquí y allá para arrancarle a los poderes públicos la respuesta deseada. La consigna -de comprobada efectividad- es “apretar” a muchos para que los gobiernos concedan.

 

Esta fenomenal marea de “facticidad” callejera, tolerada hasta la complicidad por el gobierno nacional y distintos gobiernos provinciales, corte tras corte y apriete tras apriete ha adquirido grandes proporciones y sumido al país en la mayor experiencia anómica que se recuerde. La ley rige en el papel pero se desvanece en la realidad de la vida social.

En el vale todo, la criminalidad crece a diario, favorecida por el clima tumultuoso de las calles con sus continuas manifestaciones, escenarios propicios para la acción ilícita de quienes las infiltran camuflándose de militantes. Los prestadores de servicios de transporte público sorprenden y martirizan a los usuarios por medidas relámpago que afectan sus compromisos laborales y de todo tipo. La respuesta al problema mediante el uso de vehículos privados satura a las grandes ciudades -empezando por Buenos Aires- y congestiona el tránsito hasta inmovilizarlo. La circulación se hace lenta, pesada, agobiante. Se pierden horas, los nervios estallan, multiplicando la conflictividad social; desciende la productividad del país y, a la par, la competitividad frente a terceros países. El daño crece.

Pero las reacciones son pocas y tardías. La lucha política, impulsada a costa de la calidad de vida de los vecinos, se desmadra. A la vez, la falta de acuerdos respecto de necesarias y grandes obras públicas, así como la ausencia de políticas racionales y consistentes en infraestructura se traduce en el cotidiano sufrimiento de los habitantes de extensas tramas urbanas que, por su complejidad, requieren de planificación e inversión constantes.

Los resultados de la Argentina binaria, partida en segmentos cada vez más irreconciliables, deja a la vista sus alarmantes fisuras. El “vamos por todo” lanzado como consigna desde el atril gubernamental expresa con claridad la vocación de uniformar el país bajo la interpretación “iluminada” de la líder. Y provoca reacciones en quienes entienden que la democracia moderna es “una forma de vida” que amplía el juego político, le abre cauce a las más diversas ideas y libera las energías personales y sociales para emprender y hacer con libertad.

Hoy, cualquier disonancia es castigada desde la tribuna y las oficinas del poder, no sólo en el plano de la sociedad civil sino a nivel de los poderes del Estado. Basta ver las reacciones producidas en el gobierno por la falta de alineamiento en el caso Clarín, donde un atisblo de independencia institucional hizo que el gobierno hablara de alzamiento contra el Congreso, intento de golpe institucional, corporación judicial y cámara de mierda ( por la que extendió la medida cautelar del grupo empresario).