Últimos apuntes del (último) fin del mundo

Últimos apuntes del  (último) fin del mundo

Si estamos en el sitio exacto en que -vos disculpá la confianza, en instancias límites uno tiende a allanar caminos y a acercarse al otro- estás leyendo esta nota, escrita el jueves, es que finalmente no terminó nada el mundo. Otra vez nos embaucaron los agoreros. Me da la sensación de que esta nota tiene principio. Pero no tiene fin.

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Ya llevo unos cuantos fines del mundo encima, o abajo, o dónde ustedes ubiquen esa contingencia. Por nombrar sólo las más cercanas, he atravesado con cierta limpieza el 31 de diciembre de 1999; la misma fecha pero de 2.000, el 1ero. de enero de 2001, el 2 de febrero de 2002, el 3 de marzo de 2003 y así sucesivamente; también el 11 de noviembre de 2011 y por lo visto, ayer, el 21 de diciembre de 2012. Bichos duros para terminar, el hombre y el mundo...

Lo primero que sobreviene cuando está por llegar el fin del mundo es la consistencia previa de los especialistas, los agoreros, los que la tienen clara, los que analizan la historia y vaticinan con decreciente firmeza los hechos o la falta de hechos los termina desinflando y convierte a esos sapientes doctores en charlatanes de feria- lo que va a pasar.

Yo, un escéptico semi consumado, semi consumido por el tiempo, he aprendido a ser menos jactancioso. ¿A ver, por qué razón nos va a tocar justo a nosotros, vivir, presenciar, morir o lo que fuera el fin del mundo en cuestión? ¿Por qué no le tocó ese honor a tipos más interesantes y sabios que nosotros; o por qué no les tocará a otros que vienen en camino y que quizás estarán más preparados para la ocasión? ¿A ver? A mis coterráneos, incluso a los más doctos, les pediría un poquito más de humildad, un poco menos de ego, que no somos tan importantes al fin y al cabo- astralmente hablando. Más bien, apenas existimos.

En todos estos fallidos fines de mundo, y en los que nos antecedieron generacionalmente -como el paso del cometa Halley-, en todo este tiempo en que la gente se estuvo suicidando para ponerle fin antes al fin del mundo, hubo apelaciones esotéricas, astrales, numerales, físicas, químicas y se acumularon una serie de catástrofes naturales y humanas que nos harían volar en pedazos. Fantaseo también con la hipótesis, sobre todo porque hacemos lo imposible para que suceda de tanto cruzar semáforos en rojo, ley de las probabilidades, te van a embocar en alguno-, pero igual no me aflijo demasiado.

A mí me preocupan los que fueron postergando cosas, los que no hicieron lo que no hicieron, porque estas convocatorias masivas al fin de los tiempos, hacen que alguno cometa justamente: cometa, je- actos descabellados de difícil reversión: trompear al jefe, putear al vecino, negarte a hacer tareas cotidianas determinadas, encararla a doña Marcia el fin del mundo en sí misma-, iniciar un viaje de mochilero hasta el fin del mundo, entre otras, son las acciones posibles para el último día de tu vida.

También aquí soy menos pretencioso: prefiero llegar a esa instancia con la mayoría de esas cuestiones ya zanjadas, de manera que si viniera el fin del mundo sólo me dedicaría a disfrutar de familia y amigos, como cualquier día del principio, del medio o del fin del mundo.

Loquitos apocalípticos que te instan a que dejes este mundo cruel, sanateadores más o menos profesionales, declaradores de nuevas sobre viejas eras, intérpretes libérrimos de pasados ya pasados, exégetas de café: les ruego que por fin se abstengan de continuar con esas prédicas, realmente sin sentido si es cierto siquiera una parte de lo que predicen.

Yo me apuro a escribir estos apuntes, hasta casi con un poquito de julepe inconsciente tanto hablan que al final siquiera por ósmosis algo te llega, aun a los incrédulos-, porque, si ya es sábado, deberé ir al laburo otra vez y decirle a mi jefe, que no, na, na que ver lo que dije el jueves, que era nomás una joda. Lo mismo a doña Marcia; lo mismo a don Cosme, el almacenero que nos aguanta, lo mismo a tu pareja y lo mismo a todo perdón por el exabrupto- el mundo, que al final no se terminó nada. Quizás todos te y se perdonen porque en realidad todos somos sobrevivientes. Y déjenme decirle algo que tengo atragantado acá y que quiero espetarles, así, sin más preámbulos: esta nota se terminó, no va más. Es el final.