EDITORIAL

Política, economía y estallido social

Sin duda hay diversas y contrastantes opiniones sobre la Argentina de estos días. Las críticas contra el gobierno nacional han ido creciendo en el curso de los últimos meses al compás de un ajuste económico no explicitado en las palabras pero concretado en los hechos. Basta mencionar el constante aumento de los servicios y de ciertas tarifas públicas, así como del costo del dinero. Entre tanto, la inflación come eficiente y sostenidamente los bolsillos de los ciudadanos mientras, a la vez, el deformado índice general de precios, ancla la base impositiva que deglute cada vez mayor cantidad de salarios y, también, la tasa que remunera a los títulos públicos emitidos para financiar los gastos del Estado. Otro tanto ocurre con los montos de los planes sociales que pierden valor día a día.

 

En la vereda opuesta, el gobierno se autocongratula del éxito de sus políticas contracíclicas que han permitido sostener importantes niveles de consumo pese a los declinantes indicadores de la actividad económica. En este sentido, el aumento de la tasa de emisión de dinero sin respaldo, la suspensión por única vez del pago del impuesto a la cuarta categoría -salarios de los trabajadores- en la parte correspondiente al medio aguinaldo de diciembre y la fuerte promoción de las ventas de fin de año a través de acuerdos entre bancos y grandes comercios -traducidos en importantes descuentos y largas financiaciones-, han disimulado el fenómeno económico de fondo que, no obstante, emite alarmantes señales.

Con la inflación, el gobierno, que cobra impuestos al contado y difiere sus compromisos en el tiempo, hace un buen negocio, que por cierto es inverso al daño que la jugarreta provoca en los cimientos del edificio nacional. Este cálculo de corto a mediano plazo podría sintetizarse con un dicho popular: “Pan para hoy, hambre para mañana”. Pero esa es la lógica del populismo; a la “felicidad” momentánea del pueblo la pagarán con creces las futuras generaciones. Ya puede vislumbrarse, por ejemplo, lo que ocurrirá con las jubilaciones y pensiones del futuro.

Es más, no habrá que esperar demasiado. Las primeras consecuencias del feroz efecto inflacionario empiezan a emerger en la superficie y no son ajenas al estallido depredatorio de la semana pasada contra supermercados y autoservicios, extendido a camiones, ómnibus y autos particulares que circulaban por las rutas próximas a las zonas de asalto a comercios.

Si como dice la frase que se le atribuye a Juan Domingo Perón, “la única verdad es la realidad”, el gobierno nacional debería hacer un cuidadoso análisis introspectivo en vez de ceder a la siempre latente tentación de buscar culpas afuera. Después de casi diez años de gobierno kirchnerista y de crecimiento del producto nacional a “tasas chinas”, el fenómeno social de la semana pasada confronta la trama discursiva -el relato- del gobierno de Cristina.

Para quienes ejercemos la crítica como aporte a la compartida tarea de hacer un país, la inflación, la corrupción, la exclusión, la pérdida de productividad y competitividad, y la distribución ineficiente y clientelar de ayuda estatal, ayudan a comprender este momento.