Cincuenta años dedicados al reparto de diarios

Con 94 años cumplidos el mes pasado, la familia de Benigno Figueroa quiso destacar la dedicación que tuvo a su escaparate de diarios y revistas ubicado en el barrio María Selva. Varios de sus hijos siguen sus pasos.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTO. GENTILEZA FAMILIA FIGUEROA.

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El quiosco de diarios y revistas de Figueroa funcionaba frente a su casa, en avenida Galicia al 1700.

 

Quizás Benigno Figueroa nunca imaginó lo que la vida le regalaría: una familia con cinco hijos y 50 años dedicados a una profesión que luego seguiría parte de su descendencia: vendedor de diarios y revistas en su propio escaparate ubicado en pleno barrio María Selva.

Sus actuales 94 años no lo encuentran en muy buenas condiciones de salud, motivo por el cual sus hijos quisieron hacerle un homenaje y destacar su permanente actitud para el trabajo, que debió sostener con tesón para mantener a su familia y “poder tener una casa”.

Con la ayuda de Luis, uno de sus hijos que trabajó de canillita hasta hace unos años, pudimos reconstruir su historia personal como canillita, sus días de reparto de diarios y revistas en bicicleta, tanto los días luminosos de sol como los tormentosos y desapacibles. Nada lo frenaba.

Benigno tiene una avanzada discapacidad auditiva -además de problemas cardíacos- y, como en su momento no quiso ponerse un audífono, su familia tiene que comunicarse con él a través de papeles escritos. Incluso su memoria también está fallando pero nunca olvida su trabajo como canillita.

Según relató Luis, su padre empezó a vender diarios y revistas en 1940 y trabajó hasta 1990. Tenía el quiosco frente a su casa, ubicado en avenida Galicia al 1700, en pleno barrio María Selva.

Después, durante un par de años lo siguió atendiendo mientras Luis ya se había hecho cargo del puesto. Pero luego, por problemas de salud, no pudo seguir haciéndolo y su hijo lo continuó, hasta hace dos años cuando lo vendió, incluido el escaparate. El motivo: trabaja como enfermero en uno de los hospitales de nuestra ciudad por la mañana y, por eso, no podía seguir atendiéndolo.

“Empezó a ser canillita porque hacía un reparto a otro colega y después se largó solo. Consiguió el carné y la autorización del Ministerio de Trabajo y comenzó a trabajar por su cuenta en el reparto de diarios y revistas. Cubría barrio Mayoraz, Transporte y María Selva, un área de nuestra ciudad bastante grande”, destacó.

“Se iba a la mañana y volvía a la tarde a casa”, aportó su esposa, María Esther Plinas, con quien lleva 64 años de casados. La jornada laboral comenzaba a las 6 de la mañana y volvía a su hogar alrededor de las 2 de la tarde. Pero a la tarde volvía a salir a repartir El Litoral.

Benigno y María Esther se casaron cuando tenían 30 y 15 años, respectivamente, y tuvieron cinco hijos. Ella se recibió de instrumentadora quirúrgica y trabajó en el hospital Cullen hasta que se jubiló. “Trabajábamos los dos al mismo tiempo y casi no nos veíamos. Salía a las 10 de la noche y él se iba a las 6 de la mañana. Así luchamos para poder criar a nuestros hijos y poder hacer nuestra casita”.

En este sentido, su hijo -que lleva 40 años trabajando como canillita- agregó que “fueron muchos años de trabajo y lo hacía bajo la lluvia, en plena tormenta, los fines de semana. No tenía descanso, al igual que lo que me toca a mí. Vinieron con mi mamá a vivir a este barrio en la década del 40 e instalaron un quiosquito. Pero después, con el reparto de diario y la ayuda de mi mamá empezaron a levantar. Además, no tenía casi descanso porque aprendió el oficio de bicicletero. Entonces, dejaba el puesto de revistas, arreglaba las bicicletas, y a la hora del diario volvía a irse. Fueron muchos años dedicados al puesto de diarios y revistas, con mucho sacrificio”.

DE TAL PALO

Varios de los hijos de Benigno son canillitas. Según explicó Luis, “mi hermano dos años mayor que yo se fue a Buenos Aires a vivir pero empezó en 1965 a hacer el reparto y en 1972 me lo dejó a mí. Pero también mi otro hermano se dedicó a este rubro, cuando se quedó sin trabajo con 57 años. Todos seguimos la carrera de nuestro padre. El 31 de diciembre cumplo 38 años de trabajo en el hospital y me jubilo. Pero el diario es todo para mí porque me crié en la calle, como él me enseñó y seguimos sus pasos”.

En relación al trabajo de reparto de Benigno, su hijo recordó que “mi padre primero hacía el reparto a pie, hasta que pudo comprarse una bicicleta, al igual que yo: esperaba el diario para mi hermano en bulevar y 25 y desde allá llegaba hasta María Selva. A diferencia de mi padre tuve tres accidentes con la bicicleta, incluso en una oportunidad estuve diez días internado en terapia intensiva porque me llevó por delante una camioneta. Fue en 1979, cuando había esos apagones de luz”.

Y continuó: “Gracias a Dios mi padre no tuvo accidentes; eran otras épocas, de menos tráfico. Llegaba embarrado de pies a cabeza cuando andaba en bicicleta por las calles de tierra, ya que no había asfalto. Hacía tanto el reparto a domicilio de diarios y revistas a clientes fijos como la venta tipo volante. En los últimos tiempos buscaba las revistas en colectivo porque ya no quería subirse a la bicicleta con casi 80 años, ya que el tránsito estaba muy peligroso”.

LOS TIEMPOS CAMBIAN

“El diario se sigue voceando como desde el primer día que se empezó a vender, pero la diferencia es que ya no se vende como antes”, aseguró Luis Figueroa. En época de mi padre -continuó-, se vendían entre 80 y 100 revistas Gente, por ejemplo; mientras que ahora, el quiosquero más grande de Santa Fe vende tres o cuatro ejemplares. De Anteojitos y Billiken mi papá llegó a vender entre 140 y 150 ejemplares, a mediados de la década del 70. También El Litoral y el Nuevo Diario se vendían prácticamente sin gritarlos. Mi padre llegó a vender el diario El Orden”.

Sin embargo, advirtió que “a nosotros nos complicó las ventas la televisión, después el cable y ahora Internet. En 1980, los domingos estaba sacando 390 diarios y ahora saco sólo 20. En una cuadra había 5 ó 7 clientes del diario y cayeron mucho las ventas”.

Por último, Luis agregó que “si fuera por mi padre, le pongo el quiosco mañana y lo seguiría atendiendo, o se subiría a la bicicleta para seguir repartiendo el diario. Pero frecuentemente está internado en coronaria porque su salud es muy precaria. Creo que la calle y las revistas y los diarios lo mantuvieron tantos años. Por eso, queríamos que se publicara este reportaje para que, el día de mañana, cuando no lo tengamos entre nosotros, podamos recordarlo y contarle a los nietos quién fue su abuelo”.