Editorial

La re-reelección como bandera

Durante su discurso de apertura del período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, Cristina Fernández aseguró que no pretende ninguna reforma constitucional. Sus palabras daban respuesta a una inquietud social y, a la vez, advertían que por lo tanto empieza a transitar sus últimos años al frente de Ejecutivo.

De cara a las elecciones legislativas de octubre y frente a encuestas que reflejan un rechazo a cualquier intento reeleccionario, lo más probable es que se inicie un período en el cual la presidente se esfuerce por convencer al país de que no tiene interés en reformar la Constitución.

Son muchos los que no le creen y suponen que Cristina comienza a jugar una partida conocida por todos, pero que aun así suele resultar efectiva: el poderoso que niega cualquier deseo de perpetuarse en el poder, mientras sus adláteres claman que no se aparte de él.

En la vereda contraria, la oposición seguramente redoblará sus esfuerzos para persuadir al electorado de que los deseos de permanencia de Cristina están intactos.

Paradojas de la política. En estos momentos, el rechazo a la re-reelección es la única bandera que mantiene cohesionados a los opositores. Sin ella, el no-kirchnerismo volvería a convertirse en una simple lista de apellidos disgregados, que se miran de reojo y no logran conformar una alternativa que convenza a los argentinos de que hay vida más allá de Néstor y Cristina.

En definitiva, y aunque parezca contradictorio, la mejor estrategia que tiene en sus manos el kirchnerismo para lograr los votos que le permitan soñar con una reforma constitucional, es negar su interés en cualquier intento reformista.

No sería la primera vez que la oposición pierde su principal bandera antes de un proceso eleccionario. El 27 de octubre de 2010, la muerte de Néstor Kirchner dejó a la oposición sin brújula. El repentino fallecimiento del hombre más poderoso de la Argentina vació de contenido el discurso político del antikirchnerismo.

Como Néstor era, por entonces, sinónimo de confrontación y ruptura, se hicieron trizas los discursos opositores sustentados en la necesidad de alcanzar consensos. Muerto quien confrontaba, la oposición perdió sentido. Mucho más cuando, quienes proponían diálogo fueron incapaces de lograrlo dentro de sus propios sectores.

Vale la pena evaluar qué posibles escenarios se plantean si, efectivamente, Cristina dice la verdad cuando anuncia que no habrá intento de buscar su re-reelección.

Al menos por ahora y por el estilo de gestión de la presidente, parece improbable que surja algún nombre dentro del kirchnerismo duro como para tomar la posta y convertirse en un candidato atractivo para el electorado.

Le queda, entonces, levantar la mirada y buscar un sucesor dentro del peronismo: Scioli, Massa, De la Sota, Urtubey, son los apellidos que hoy aparecen. Ninguno de ellos del paladar del kirchnerismo puro.

Frente a este panorama, no parece descabellado sospechar que, más allá de los discursos, el sueño re-reeleccionario seguirá vivo. Al menos, mientras las circunstancias lo permitan.