La fascinación del misterio

Arturo Lomello

No es necesario ser un filósofo académico o tener un título universitario para ser consciente de que la vida es un misterio insondable. Podemos no darnos cuenta de tal misterio absorto por nuestras necesidades materiales, por nuestras ocupaciones o simplemente por nuestra frivolidad; pero de cualquier modo apenas tenemos un momento en que nos toca el infinito somos estremecidos por el misterio. Cabe preguntarse: ¿el misterio con respecto a qué? Porque si hacemos una afirmación estamos reconociendo la posibilidad de una negación. Entonces lo opuesto al misterio es la inteligibilidad, oposición imposible dado que toda la realidad es un misterio.

Ocurre que el misterio es infinito y es imposible por lo tanto que haya algo fuera de él y precisamente de allí ese magno misterio de la vida. Como decía Gabriel Marcel, el misterio, nuestra relación con él, constituye la salud del alma. En última instancia, todo lo que nos constituye y cada paso que damos no puede ser explicado aisladamente. De allí apenas profundizamos en la realidad nos topamos con el misterio y paradójicamente es lo que le otorga fascinación a nuestra vida.

Claro, parecería que estas reflexiones son ociosas, pero usamos ese argumento como una excusa para que no nos acometa el vértigo.

La vida consciente reclama para su plenitud la presencia del pensamiento que llamativamente constituye a vivir la vida como una aventura, más allá de que nos salgamos de una existencia humilde en el pueblo que vivimos.