editorial

Miceli sólo preguntó

En esta concepción del “periodismo militante”, una verdad sólo puede ser revelada siempre y cuando favorezca o no entorpezca a “la causa”.

 

Juan Miceli preguntó. Simplemente eso. Su presunta equivocación fue realizar una pregunta que incomodó a su interlocutor y que se salió del discurso monocorde de una Televisión Pública que, por lo general, en la Argentina siempre ha funcionado como televisión de partido.

La desagradable situación se produjo en el marco de las recientes inundaciones en la ciudad de La Plata. En ese contexto, el diputado nacional y jefe de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque, enfureció al aire cuando desde el piso del canal Miceli preguntó por qué los integrantes de La Cámpora distribuían ayuda utilizando pecheras partidarias, cuando las donaciones habían sido realizadas por personas anónimas de distintos rincones del país.

Pero su pregunta de orden moral no terminó allí. Pocas horas después, en el mismo canal en el que trabaja Miceli, los integrantes del programa ultraoficialista 6,7,8 se encargaron de criticar descarnadamente al periodista. Incluso, en la edición vespertina del noticiero de la Televisión Pública continuaron desacreditándolo.

Al día siguiente, Miceli se tomó unos minutos frente a cámaras para responder por lo sucedido. Desencajado, expresó su sorpresa y malestar por el hecho de que desde el mismo canal se lo criticara de esa manera. Y agregó: “Me están atacando. No pertenezco al grupo Clarín. Estoy solo en esto”.

Juan Miceli sólo preguntó. Ni siquiera se puede decir que haya editorializado en contra del discurso político-partidario que sostiene la Televisión Pública. Lo que hizo representa la función más elemental del quehacer periodístico.

Larroque seguramente podría haber encontrado argumentos racionales para responder a la pregunta de Micelli. Sin embargo, el líder camporista se salió de sus cabales porque no está preparado para aceptar las diferencias, los matices o las preguntas que se salen del libreto que tantos repiten a diario de manera acrítica.

Para la lógica del poder de turno en la Argentina, cualquier actitud que no sea funcional a la propalación del discurso propagandístico, es intolerable e incomprensible.

Desde las usinas oficiales se intenta convencer a la población en general y a los comunicadores en particular de que todo periodista es, en realidad, un militante. Alguien que simplemente “milita” a favor de una causa, una idea, una empresa. Pero lo que hizo Miceli no encaja en esta lógica. Su pregunta, no resultó funcional al grupo político para el que, supuestamente, él debería militar.

En esta concepción del “periodismo militante”, una verdad sólo puede ser revelada siempre y cuando favorezca o no entorpezca a “la causa”. No importa cuál sea esa verdad. “La causa” siempre prevalece.

Más allá del mal momento y de la angustia que seguramente atraviesa este periodista, lo sucedido es positivo en tanto desnuda la falacia del discurso y de la concepción profesional de periodismo que el gobierno pretende instalar en la Argentina.

La situación de Miceli representa un llamado de atención para todos aquellos que tienen en sus manos la delicada responsabilidad de conducir editorialmente los medios de comunicación, ya sean públicos o privados.

Sin embargo, la necesidad de apertura y equilibrio es aún más imperiosa en los medios del Estado -como por ejemplo la Televisión Pública-, pues se nutren de los recursos que provienen de cada uno de los contribuyentes del país. Y, aunque decirlo suene a una obviedad, no todos militan o coinciden con los gobiernos de turno.

El líder camporista se salió de sus cabales porque no está preparado para aceptar las diferencias, los matices o las preguntas que se salen del libreto.