Preludio de tango

Sarita Montiel y el tango

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Manuel Adet

Sería una exageración calificarla como cantante de tango, pero a la hora de escribir su biografía artística no se puede desconocer su relación con el género y, muy en particular, su interpretación del tango “Fumando espero” en esa película tan mediocre como taquillera que se llamó “El último cuplé” y que, según se dice, la hizo famosa y millonaria. “El último cuplé” fue filmada en España en 1957. Para esa fecha Sarita Montiel ronda los treinta años y cuenta con una trayectoria cinematográfica envidiable, con participaciones en películas norteamericanas entre las que merece destacarse “Veracruz”, un excelente film dirigido por Robert Aldrich e interpretada por Gary Cooper y Burt Lancaster.

O sea que cuando se compromete con el director Juan de Orduña a filmar “El último cuplé”, Sarita no es una desconocida. Como suele ocurrir en este género de películas llamadas comedias musicales, el guión es apenas un pretexto para lucir la belleza y las probables dotes musicales de la artista. Sin embargo, por esos extraños misterios del cine y de la fama, esta película mediocre es aclamada por el público, y a partir de ese momento el nombre de Sarita Montiel quedará identificado para siempre con “El último cuplé”.

La escena en la que ella interpreta “Fumando espero” es memorable. A esa altura del film Sarita Montiel, es decir María Luján, ya es una artista triunfadora que vive en una mansión y ensaya en un lujoso salón. Está en el esplendor de su fama. Es hermosa, provocativa y caprichosa. Allí es cuando con un cigarrillo con boquilla inicia la interpretación de este tango acompañada con un piano que se esfuerza por dar con el tono que la Luján exige. Casi al final, entra en el salón el joven torero de quien ella se está enamorando y a quien, cuando muera de una cornada, le dedicará su otro éxito de aquellos gloriosos años: “El relicario”.

Lo cierto es que la Montiel debuta en esa película con el poema “Fumando espero”, escrito en 1922 por Félix Garzo con música de Juan Viladormat. “Fumando espero” integra la lista de los llamados tangos españoles. Fue compuesto, como correspondía para esa época, para una pieza teatral que en 1923 se estrenará en el teatro Victoria de la ciudad de Barcelona. La cupletista Ramoncita Rovira lo graba en 1925. Un par de años después “Fumando espero” desembarca en nuestras playas de la mano de Tania, la mujer que luego será esposa de Enrique Santos Discépolo, para suerte de ella y desgracia de él.

En la Argentina este tango pudo haber sido estrenado por Rosita Quiroga. De todos modos, en 1927 lo graba Ignacio Corsini. Después lo hace Carlos Gardel, Argentino Ledesma y Carlos Dante, mientras que Carlos Di Sarli realiza una notable versión instrumental. Por lo que, cuando Sarita Montiel canta “Fumando espero”, el tango tiene más de treinta años de existencia y en la Argentina ha sido interpretado por cantores de muy buen nivel.

La versión interpretada en “El último cuplé”, competirá con la de Libertad Lamarque. La voz de Sarita no es nada del otro mundo, pero su capacidad interpretativa es muy buena y el susurro de su voz parece hecho a la medida del poema. En el plano estrictamente musical, la Montiel se crea a si misma, disponiendo con inteligencia de sus modestos recursos vocales. Lo hizo para el cuplé y también lo hará para el tango. En ambos géneros sus cultores le negaron legitimidad, pero el único que se mantuvo fiel a ella fue el público.

De todos modos, “Fumando espero” fue su gran estandarte y su nombre quedó identificado para siempre con ese tango que pondera las virtudes del cigarrillo en un tiempo en que no estaba prohibido y fumar era un símbolo de virilidad masculina y sensualidad femenina. En el caso que nos ocupa, se trata de un cigarrillo cuya clave secreta reside en que mezcla el tabaco con la cocaína. El tango puede ser cantado por un hombre o una mujer, basta para ello cambiar “la mujer que quiero” por “el hombre que quiero”, pero por su cadencia, su intimismo y su tonalidad, está claro que la protagonista es una mujer. La presencia insinuada de la cocaína le otorga a las escenas una particular tensión.

En 1960 filma “Mi último tango”. El director es Luis César Amadori y el guión es de Gabriel Arozarena y Jesús María de Peña. En esa película de dos horas Sarita Montiel interpreta “Nostalgias”, “Yira yira”, “Volver”, “Nada” y “A media luz”. Al año siguiente filma “El tango” oportunidad en la que interpreta poemas como “Bandoneón arrabalero”, “Caminito”, “Madreselva”, “Cuesta abajo”, “Melodía de arrabal”, “El día que me quieras” y “Cafetín de Buenos Aires”. Son interpretaciones sobrias, medidas, que se pueden disfrutar con mucho placer. Seguramente no es la mejor intérprete de tango, sus calidades vocales están muy por debajo de Ada Falcón, Mercedes Simone, Nelly Omar o la propia Libertad Lamarque, pero lo que ella hace es respetuoso y así se lo reconoce el público.

María Antonia Abad Fernández, conocida luego como Sarita Montiel, nació en la localidad manchega de Campo de Criptana el 10 de marzo de 1928 y murió en Madrid, agobiada por los años y la nostalgia, el pasado 8 de abril de 2013. Los biógrafos aseguran que en 1944, cuando es una chiquilina de quince años debuta en la película de Vladislao Vajdai, “Te quiero para mí”. En 1948 se consagra con “Locura de amor” y en 1952, con una moderada fama internacional viaja a México donde filmará alrededor de doce películas. Su gran espaldarazo lo dará en 1954 con “Veracruz“ al punto que algunos críticos la llegan a comparar con Rita Hayworth. Para esa época ya conoce al director de cine Anthony Mann quien será luego su primer marido.

A “Veracruz” le sucede luego “Serenata” con Vincent Price y Joan Fontaine. La otra película que merece destacarse de ese período es “Yuma” dirigida por Samuel Fuller y que cuenta, entre otros actores, con la presencia de Charles Bronson. Digamos que con treinta años cumplidos Sarita Montiel logró abrir las puertas de Hollywood. Sus amigos de esa época son James Dean, Frank Sinatra, Marilyn Monroe, Marlon Brando, entre otros.

Sin embargo, para sorpresa de amigos y enemigos renuncia a la fama y regresa a España. Muchas la criticaron por esa decisión, pero una vez más ella hizo lo que consideraba correcto. En España, todas las ciudades se rindieron a sus pies. Después de “El último cuplé” filma otro gran éxito como es “La violetera” y la canción del mismo nombre se transformará en otro de sus éxitos perdurables. Otra película que merece destacarse es “Carmen la de la ronda” y su obra de despedida: “Cinco almohadas para una noche”.

A lo largo de una trayectoria exitosa, Sarita actuó en unas sesenta películas y grabó más de treinta discos de larga duración. En 1996 vino por última vez a la Argentina. El tango una vez más la convocaba, esta vez bajo la batuta del maestro Mariano Mores. Allí, les dijo a los periodistas que le preguntaban acerca del cantor de tango que a su juicio más le gustaba, que existiendo Carlos Gardel esa pregunta era innecesaria.