Cracovia, la "pequeña roma" de Polonia

Carlos Vernazza (*)

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Cracovia, la "pequeña roma" de Polonia

La Universidad de Cracovia. Allí estudiaron, entre otros, Copérnico y Juan Pablo II.

Foto: Archivo El Litoral

Es la segunda ciudad del país de Chopin. Después de Japón, castigado hasta lo imposible luego de dos bombas atómicas, Polonia sufrió como pocos las consecuencias mortíferas de la Segunda Guerra Mundial. En este terrorífico conflicto, donde murieron cuarenta millones de personas, Rusia se llevó la peor parte ya que la mitad de los fallecidos habitaban su territorio.

Los argentinos que viajan por Europa eligen casi siempre un triángulo perfecto en la región central: Viena, Praga y Budapest. Lamentablemente son pocos los que visitan la ciudad natal de Nicolás Copérnico, a pesar de que Cracovia tiene muy poco que envidiarle a Praga. La ciudad es llamada también la ‘Pequeña Roma’, porque tiene iglesias románicas, góticas y barrocas, que son una joya arquitectónica.

Tiene 800 mil habitantes, está ubicada muy cerca de la frontera con República Checa y Ucrania, y se sitúa a unos 300 kilómetros al sur de la capital, Varsovia. Luce orgullosa a la Catedral de San Estanislao, el templo más importante de Polonia, lugar de descanso eterno de los grandes del país. Al revés de lo que ocurre con nosotros, allí no ingresa nadie con bermudas, minifaldas ni camisetas.

En el país de Lech Walesa, uno observa, asombrado, que las iglesias católicas están siempre ocupadas por fieles a cualquier hora del día. Aseguran que es el país más religioso de todos aquellos que albergan a los 1.200 millones de católicos. Y para quien es un observador, eso es fácil de constatarlo. Además, un 50 % de los fieles polacos asiste a la misa dominical.

Juan Pablo II

No es casual que Juan Pablo II, el papa más joven del siglo XX, haya nacido allí. Este cronista fue a sólo 25 kilómetros de Cracovia a conocer la casa natal del ex pontífice. Allí, como una muestra fehaciente de fidelidad, todo gira en torno a su figura, desde el museo y la plaza principal hasta la municipalidad. La pequeña ciudad se llama Wadowice y es un ejemplo de cuidado, orden y limpieza que más de una ciudad argentina debería imitar. Aparte de Wadowice, también merecen visitarse las termas que rodean a Cracovia. Es más, cualquiera sea la posición religiosa o ideológica de cada uno, se impone una visita al más tristemente famoso centro de exterminación de judíos, Auschwitz, que está apenas a 50 kilómetros al oeste.

Allí, en lo que fue el mayor centro de genocidio nazi, situado a una hora de ómnibus desde Cracovia, murieron nada menos que un millón y medio de judíos de este país.

El pueblo en realidad se llama Oswiecim, una ciudad mediana en la que, sobre uno de sus costados, se sitúa el ex campo de concentración. Primero se utilizó para albergar a los presos políticos polacos, y luego pasó a ser un centro exterminador desde 1942.

Las instalaciones, hoy museo, están en perfecta condición. Se pueden observar los baños con las duchas de gas donde mataban a los allí recluidos, las camas todavía persisten acomodadas con sus sábanas en largos dormitorios y con la ropa de los presos colgadas a cada lado.

Las vías del tren que traían a los condenados desde Alemania y Rusia están intactas, y en realidad todo el museo así se presenta. Allí se concentran para visitarlo turistas de todo el mundo y es conmovedor ver y recordar todo lo que allí pasó.

Una plaza maravillosa

Volviendo a Cracovia, hay varios lugares de interés que merecen destacarse. La ciudad está rodeada por el río Vistula y tiene un casco histórico, corazón de la ciudad, que por sí solo justifican una visita. El eje es la Plaza del Mercato, una de las más grandes de la Edad Media. Todos los caminos del centro conducen a ella y dentro de su cuadratura merece conocerse la iglesia de Santa María, donde resalta un retablo gótico.

Al atardecer, los jóvenes itinerantes con poco presupuesto, se reúnen en la plaza. El visitante sólo tiene que escuchar pues músicos de muchos países del mundo tocan las canciones originales de su región. El acordeón -típico de toda esta zona europea- prevalece, y así uno puede escuchar boleros mexicanos, canzonettas napolitanas o algún blues estadounidense.

Sentarse allí, oír y conversar, es uno de los placeres mayores que este cronista vivió a través de sus viajes. La Plaza es hermosísima y uno puede pasarse horas, como diría Manuel J. Castilla, ‘de sólo estar’.

Otro de los motivos de atracción de Cracovia es la colina de Wawel, también llamada la Acrópolis, haciendo una comparación menor con la de Atenas. En esta colina está el Castillo Real, residencia de la nobleza durante quinientos años. Hay una muy bella colección de tapices del siglo XVI, que perteneciera al rey Segismundo Augusto. En las cercanías está la Universidad de Cracovia, lugar donde estudiaron, entre otros, los citados Copérnico y Juan Pablo II.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, existía un gran barrio que se llamaba La Ciudad Hebrea, donde vivían 60 mil personas, previo al exterminio. Cercano a estos lugares, el estadounidense Steven Spielberg rodó la Lista de Schindler, película de fama mundial.

Lech Walesa, un grande

El fundador del Grupo Solidaridad, hijo de carpintero, cabeza del levantamiento de los astilleros de Gdask (ciudad situada frente al Mar Báltico), ‘casualmente’ llamado Vladimir Lenin fue, como sabemos, el líder de los obreros que se levantaron contra el régimen soviético y produjeron un hecho revolucionario: no sólo que Walesa fuera el vencedor de la Resistencia, sino que, poco tiempo después, entre 1990 y 1995, fuese el primer obrero del mundo en llegar a la presidencia de un país gracias al voto popular. Es más: obtuvo el Premio Nobel de la Paz antes de ser primer mandatario, en 1983.

Lo que queda de Varsovia

La capital fue quizás la ciudad que más sufrió la atrocidad de la Segunda Guerra Mundial. Tanto que apenas veinte manzanas se conservan tal como eran. Ese pequeño sector está declarado Patrimonio de la Humanidad y merece una visita. Allí, en las cercanías, está la casa natal de Chopin, famoso por sus obras para piano, las célebres Polonesas.

En este país, ahora integrante de la Unión Europea, con una población de 39 millones de habitantes, el desempleo está a tono con el resto del continente. Su PBI es un un diez por ciento superior al de la Argentina. Y un punto final que merece también destacarse: la belleza y simpatía de sus mujeres.

(*) Ex subdirector de El Tribuno (Salta)

Al atardecer, los jóvenes itinerantes con poco presupuesto, se reúnen en la plaza. El visitante sólo tiene que escuchar pues músicos de muchos países del mundo tocan las canciones originales de su región.