Tribuna política

La opción es de hierro

Enrique A. Escobar Cello

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La marcha del 18 de abril puso de manifiesto la fatiga popular por el autoritarismo arbitrario, la desidia, la corrupción y la ineptitud del gobierno nacional; cuyas consecuencias inmediatas en la población son la miseria, el atraso, la dependencia, la falta de libertades, el temor ante una inseguridad creciente y la amenaza cada vez más cierta de caer en un totalitarismo disfrazado con los ropajes de una democracia que ya se aleja de serlo hasta en sus aspectos formales.

En la multitudinaria marcha, los dirigentes políticos que participaron no iban a la cabeza de la misma, como sería de esperar, a la cabeza iba la gente.

Naturalmente, la dirigencia política, comprende la necesidad de canalizar este inmenso caudal de disconformidad y comienzan las reuniones de dirigentes para unirse en las próximas elecciones, en dos frentes, reeditando las elecciones de 2009.

¿Por qué dos frentes y no uno? Y ¿Qué objetivo tienen esos frentes?

En principio, todo parece indicar que serán dos frentes por las insuperables diferencias “filosófico-partidarias” (y personales) de unos y otros. Y el objetivo único será el resultado electoral.

Es decir, no habrá un solo frente porque las diferencias son insuperables (a juicio de algunos dirigentes) y, por ende, no habrá un compromiso común de aplicar una política coherente y común entre todos.

La presidente ha iniciado, hace rato, un proceso de declinación y su imagen cae indefectiblemente. Diez años en las alturas, detentando un poder casi omnímodo, hace de su descenso la consecuencia de una ley casi física.

Juntarse en parcialidades para ganar una elección y nada más es ayudar a mantener el poder en manos de quien está. Es imperativo que la unión de fuerzas políticas sea total, en base a un compromiso de políticas de Estado, resultado de coincidencias básicas. Y tal compromiso deberá escribirse, firmarse y darse a publicidad.

Los manifestantes de la marcha del 18 del corriente le pedían a los políticos que se unieran para combatir esta “democracia” crecientemente totalitaria. No que se juntaran en una patota (o dos) que, tal vez, gane una elección y nada más, porque al llegar a las bancas, cada uno tirará para lado de sus intereses partidarios.

La unión debe ser programática, porque si solamente es electoral en base a generalidades recitadas a la ligera, luego de llegar a la meta sobrevendrá un caos de desinteligencias y el gobierno seguirá ganando y acumulando poder.

Nadie tiene derecho hoy a pretender “juntarse con los justos”, rechazando a quienes considera “réprobos”. Esto sería inoficioso y tremendamente mezquino. Es la hora de la restauración de la República democrática y de sus instituciones, y se alcanzará con sacrificios de posturas individuales en procura de coincidencias aglutinadoras.

Nuestra Nación, hoy, es un lamentable escenario, en el que se nos gobierna a voluntad y se nos somete a toda clase de oprobios. Los políticos de la oposición tienen el superior deber de iniciar un salvamento patriótico en base a un compromiso (escrito y firmado) de políticas de Estado comunes, que comprenda ética de gobierno, economía, seguridad, salud pública, energía y política internacional, cuando menos.

El trabajo será arduo, pero es lo que se espera de ellos, que trabajen y se sacrifiquen. El deber de todo político es construir una Nación mejor.

Ya vendrá, cuando la Nación y sus instituciones vuelvan a estar aseguradas, el tiempo de dirimir sus diferencias conceptuales y personales en el campo de comicios libres que les brindará esa democracia que ayudaron a reconstruir, todos, hombro con hombro.

La Nación demanda grandeza de sus políticos, no principismos partidarios absurdos para estos momentos de emergencia, y mezquindades personales.

Cuando se trata de apagar un gran incendio, nadie tiene derecho a no contribuir a apagarlo porque el que está a su lado no es lo suficientemente “probo” como para alcanzarle un balde de agua más que ayude a sofocarlo.

Señores dirigentes políticos de la oposición: hoy, el pueblo de la Nación los observa. Mañana, la historia los juzgará. La opción es de ustedes: Defender a la Patria y sus instituciones o defender sus parcelas.

Es la hora de la restauración de la República democrática y de sus instituciones, y se alcanzará con sacrificios de posturas individuales en procura de coincidencias aglutinadoras.

La presidenta ha iniciado, hace rato, un proceso de declinación y su imagen cae indefectiblemente. Diez años en las alturas, detentando un poder casi omnímodo, hace de su descenso la consecuencia de una ley casi física.