En Santa Fe

El maní tiene quien lo cuide

Cultivo fundador de la agricultura costera, se mantiene en Helvecia por el tesón de productores como Manuel “Licho” Nicle. Aunque el “cluster” está en Córdoba, las estadísticas revelan que los rindes locales duplican a los de la “zona núcleo”.

El maní tiene quien lo cuide
 

Juan Manuel Fernández

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Cuentan los que saben y se acuerdan, que desde los inicios mismos de la colonia el maní fue uno de los puntales económicos de la costa santafesina. Carlos María Medera, colaborador de este suplemento y descendiente de inmigrantes que lo sembraron, afirma que el cultivo llegó “prácticamente con la fundación de Helvecia en enero de 1865” (ver “Una proeza...” en página 16), propiciando florecientes industrias aceiteras y desarrollos artesanales de maquinaria local. Pero el esplendor pasó y el cultivo quedó prácticamente abandonado, excepto por algunos “enamorados” como Flores Manuel Nicle, uno de los pocos consecuentes que aún hoy resisten en el departamento Garay.

“Yo siempre discuto con los cordobeses y les digo que la zona manicera de la Argentina es el cordón costero; la zona se hizo con el maní”. La humorada parece una insolencia a la luz de los números: en la última campaña Santa Fe apenas sembró 200 hectáreas con una producción total de 600 toneladas, mientras en Córdoba -la principal provincia productora- se implantaron 278.000 hectáreas que aportaron 626.470 toneladas, el 91% de las 685.722 toneladas que se cosecharon a nivel nacional, según datos oficiales del Ministerio de Agricultura de la Nación.

A favor de Nicle vale decir que son las propiedades agronómicas las que debieran definir una región como productora y no sólo la superficie sembrada. Según el agricultor, que este año dedicó 180 hectáreas al maní en Helvecia, “el suelo arenoso y liviano favorece el grano al momento de arrancarlo porque queda limpio”. También afirma que no precisa fertilización, mientras las estadísticas revelan una sorpresa: los rendimientos históricos son superiores a los cordobeses, por lo que en las últimas 9 campañas a orillas del San Javier se cosechó un promedio de 3.072 kilos por hectárea contra 2.431 en la provincia mediterránea.

Solitario centinela

A sus 66 años, Licho -como se lo conoce en su pagos- se define como “un enamorado del cultivo de maní” porque lo “mamó” de sus abuelos, quienes “se acomodaron” con una cosecha en el año 30, época en la que llegó a haber aceiteras en la región. “Empecé de chiquito trabajando con un arado de mancera”, recordó en diálogo con Campolitoral.

Nacido y criado en Helvecia, es testigo fiel de la historia moderna de la producción manicera, que sólo abandonó unos años ante el avance de las hortalizas. Los registros oficiales muestran una época en blanco, entre el 86 y el 2003, en la que nadie sembró. El productor recordó que “en los 90/2000 hubo gente que tenía máquina y todo y con el avance de la verdura, que tuvo buenos precios dos o tres años, lo dejaron”.

Desengañado de la horticultura, Nicle volvió al maní. Y durante varias campañas fue una especie de centinela solitario dispuesto a todo por mantenerse en la actividad: “el ante año pasado sembré solo, inclusive tuve que regarlo día y noche para que salga”. Desde siempre predica “que el maní es una buena alternativa para la zona” y ahora lo acompañan dos productores, con unas 40 hectáreas cada uno.

Del mismo modo que a nivel nacional (ver cuadro), el maní santafesino no fue ajeno al boom sojero. “Ahora volvió a avanzar con esto de que la soja se vino un poco abajo”, dice Licho, que igualmente incluye a la oleaginosa -que en la zona tiene rindes magros, de 17/18 quintales- en su estrategia agrícola. “La siembro por retener el potrero para tenerlo el año que viene para el maní”, cuenta, y aclara que por razones sanitarias no puede repetirse dos campañas en un mismo lote.

Ciclo costero

El albardón costero ofrece al maní suelo arenoso y liviano, una característica muy importante al momento de la cosecha porque se obtiene un grano limpio. A su vez, el cultivo da buena cobertura frente a la voladura de campos, un problema en la región.

El ciclo del cultivo son 150 días. La campaña se inicia con la preparación de los potreros en julio-agosto y así estar listos para sembrar en septiembre, que es la fecha óptima, aunque haya tiempo hasta diciembre. El preparado incluye un emparejamiento de los lotes. “Dependemos mucho de Córdoba con la semilla”, dijo Nicle, para señalar uno de los factores que, a veces, impide una implantación en tiempo y forma. Es en la provincia vecina donde se concentra el “cluster” manicero, que incluye acopios, aceiteras y semilleras. Incluso hubo años en que los santafesinos dependían de las máquinas cordobesas para la cosecha.

Durante el verano se produce el llenado de grano -en el que es fundamental el calor- y la cosecha se inicia en otoño. Primero se arrancan las plantas, ya que el fruto es subterráneo. Luego el cultivo queda oreándose hilerado en el terreno durante 12/15 días y una vez que está seco se lo recoge con una trilladora. La humedad ideal para entregar el grano es de 13% o menor, pero no siempre se puede. “Se llega a trillar hasta con 20%, con el costo extra que implica en transporte de agua”, comentó el productor. Y el flete no es un dato menor, ya que la cosecha indefectiblemente debe viajar hasta Córdoba, donde la recibe la empresa que ya lo proveyó -y financió- de semilla y agroquímicos.

De la recolección depende la calidad del grano y, por lo tanto, el precio que recibirá el productor. Las clasificaciones son cuatro: caja (cáscara) sana, caja quebrada, grano suelto y grano partido. “En la caja sana posiblemente el maní aguante un año”, explica Licho. Por eso se paga más, unos u$s70 el quintal, mientras que el quebrado “hay que procesarlo de inmediato para evitar que se apolille y es un costo”.

Un negocio que cierra

Los rindes en la zona costera “son buenos”, dice Licho, y calcula que esta campaña estarán entre 30/35qq, si bien siempre “hay lotes que van a rendir más”. Él llegó a cosechar 50qq en una campaña con calor, buena humedad y sin ataques de enfermedades que “fue excepcional”.

En este ciclo el inconveniente fue una seguidilla de días frescos que impactó en el llenado del grano. La temporada “vino muy bien para el maní, excepto febrero que fue muy fresco y hubo problemas para llenar todo como se preveía en enero”.

Las malezas son otra amenaza. “Este cultivo hay que hacerlo limpio, porque si no se te complica una barbaridad cuando vas a arrancar”, explica Nicle, y agrega que el control se hace con herbicidas específicos, selectivos de hoja ancha o graminicidas. “Se usa el 2,4DB en dosis mínimas, porque el maní es susceptible; hasta 800cm cúbicos por hectárea soporta”. Por eso hay que trabajar la maleza cuando son chicas.

En cuanto a enfermedades, le reto principal es la viruela del maní, una patología fúngica que se agrava con altos niveles de humedad. Licho recomienda 3 aplicaciones de fungicidas: a 90, 120 y 140 días. “Tenés que mirar cómo está tu cultivo y cómo viene el pronóstico”, advierte. El factor sanitario es el que impide hacer maní sobre maní: “porque cuando uno arranca se pierden granos que nacen al año siguiente como plantas guachas” y funcionan como reservorio de enfermedades.

Con estas características, el costo del maní ronda los 15qq por hectárea, “haciéndolo de manera económica”, con máquinas propias (arrancadora, trilladora, sembradora) en campo arrendado. En la costa, los alquileres rondan los $900/ha por “la siembra”.

Ahora a pelearla

Licho cuenta con su parque de máquinas, que se compone de dos arrancadoras, una trilladora, una tolva y herramientas de laboreo como rastra de discos y dientes. “Todos de la década del 60, que compré usados”, aclara, y reclama “mejores condiciones bancarias para poder modernizar” sus equipos. “No tengo la espalda necesaria; con cuatro fierros locos (como garantía) no me alcanza”. Una arrancadora nueva cuesta $50/60.000, pero la trilladora puede llegar a $600.000 o $700.000.

A la hora de vender la cosecha, cada productor tiene su acopiador. Nicle trabaja con una firma cordobesa de Arroyo Cabral que provee y financia la semilla y algunos agroquímicos. Siembra por contrato, con precio fijado en dólares para una parte de la cosecha a modo de cobertura. Y una vez que entregó la cosecha “ahí empieza la pelea” por el precio de lo que no se fija, aclara. Los valores de referencia los establece la Cámara Argentina del Maní y actualmente oscilan entre u$s65 y u$s70 el quintal (u$s650/700 la tonelada). “Si bien los precios no son los del año pasado, el rinde va a compensar en esta campaña”, se entusiasma una vez más.

“En la caja sana posiblemente el maní aguante un año”, explica Licho. Por eso se paga más, unos u$s70 el quintal

El dato

Algunas claves

  • La siembra del maní se hace de manera convencional a 70cm. Aunque Nicle probó dos años en directa y le pareció mejor. De las 300 variedades de semilla disponibles, él prefiere Runner “por rendimiento y durabilidad cuando se trilla”. Se siembran entre 16 y 20 semillas por metro lineal con una máquina de plato y la cantidad por hectárea puede disminuirse hasta 80kg. En rotación con otros cultivos, “el que anda mejor atrás del maní es el maíz y el forraje también”.
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Enamorado. Descendiente de productores maniceros, Nicle hace cualquier cosa por el cultivo; el año pasado tuvo que regarlo para asegurar el nacimiento.

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Amenazas. La viruela del maní es la enfermedad más peligrosa (derecha). Y el llenado del grano necesita calor; este año las bajas temperaturas de febrero afectaron algunas plantas.

Foto: Juan Manuel Fernández

Otro que corrió la soja

  • El Complejo Maní está radicado en la provincia de Córdoba, constituyendo una economía regional casi exclusivamente dedicada a la exportación. La industria manisera exporta el 80% de su producción. Desplazando a China y a Estados Unidos, Argentina se ha consolidado como el mayor exportador mundial.

En los años 60 se cultivaban cerca de 700.000 hectáreas de maní en la provincia de Córdoba. A partir de los 80, el avance de la soja fue desplazando a este cultivo regional de su zona central, cada vez más al sur, hacia otras provincias.

Como consecuencia de este desplazamiento, el cultivo del maní se ha visto forzado a abandonar su zona núcleo y a correrse hacia áreas de distintas características agroecológicas, llegando al norte de La Pampa y de San Luis. En la actualidad, la región manisera se compone en promedio- de unas 220.000 hectáreas en la provincia de Córdoba; unas 30.000 hectáreas en San Luis y La Pampa y unas 10.000 distribuidas en Salta y Jujuy.

Fuente: Cámara Argentina del Maní

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Soja, al fondo. La oleaginosa, con rindes magros, no tiene cómo competir con el maní; aunque igual conviven.

Fotos: Juan Manuel Fernández

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