Señal de ajuste
Planeta Nerd

“King of the Nerds” se emite los viernes por Nat&Geo. Foto: Gentileza Nat&Geo
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“King of the Nerds” se emite los viernes por Nat&Geo. Foto: Gentileza Nat&Geo
Roberto Maurer
¿Cuánto paga un abonado a su sistema de cable por programas como “King of the Nerds”, que acaba de debutar en Nat&Geo (*) los viernes a las 19? La aritmética le proporciona las herramientas para saberlo, se trata de multiplicar la cantidad de señales del sistema por el número de programas de la grilla y dividir ese total por el precio del abono. De ese modo se lograría una cifra promedio que igualaría arbitrariamente a Susana Giménez con “King of the nerds”. Pero en cualquier caso, en realidad el abonado está pagando para no ver “King of the Nerds”, de atracción nula salvo para los nerds argentinos, que ni siquiera saben que lo son.
Quien viaje con el control y recorra canales ya sabe que con un leve movimiento de la yema de sus dedos desfilarán incontables programas que no ve ni verá nuca, y los cuales, en su insignificancia, sólo podrían ser valorizados como una compañía ante la sensación abrumadora de que nos encontramos solos en el universo. ¿Y cómo son esos programas que uno no ve aunque los paga, pero están? Son como “King of the Nerds”.
APARATOS
Tal vez resulte preferible sentirse abandonado en el universo, que estar acompañado por “King of the Nerds”, un reality donde compite un grupo selecto de nerds. La expresión se divulgó en 1984 a través de la comedia “La venganza de los nerds” y sus tres secuelas en diez años dedicadas a las escaramuzas entre las fraternidades estudiantiles en los campus de las universidades norteamericanas.
Luego llegó el éxito de la serie “The Bing Bang Theory”, cuyos personajes pertenecen a esa especie humana que los asocia a ciencias diversas, a la tecnología, en especial la informática, que los convertirían en seres obsesivos y con inclinaciones infantilistas por el comic y los superhéroes, los videogames y los juegos de rol. Muy flacos o muy gordos, suelen usar anteojos y aún moñito, carecen de formación humanista y un elevado coeficiente de inteligencia no les impide vivir en un mundo fetichista de grandes limitaciones afectivas. En nuesto idioma no existe una traducción plausible aunque en el habla vulgar la expresión “aparato” aplicada a cierto tipo de personas sería una aproximación.
Según la presentación del nuevo reality, los nerds han sido perseguidos y acorralados desde tiempos inmemoriales “pero ahora dominan al mundo”, o sea un gracioso modo de comenzar que encierra una promesa que no se habrá de concretar.
HACIA LA CORONACIÓN
Once nerds son alojados en una majestuosa y bizarra mansión llamada “Nerdvana” y compiten por cien mil dólares. Uno de ellos será coronado Rey de los Nerds, con derecho a sentarse en un trono denominado Throne of Games, inspirado en la fantasía televisiva “Game of Thrones”. Los anfitriones se eligieron con astucia: Robert Carradine y Curtis Harrington fueron nerds en su momento, hace treinta años, como protagonistas juveniles de “La venganza de los nerds”.
Entre los participantes hay ingenieros de la Nasa, escritores de ciencia ficción, creadores de videojuegos, hackers y geofísicos. En general, todos admiran a Batman. Entre ellos seleccionan a los integrantes de los dos equipos de cinco. Por lo tanto, un nerd queda afuera, pero no es considerado perdedor, sino que se lo distingue y se le conceden facultades especiales. Hay una explicación al premio: “No hay algo más nerd que no ser elegido”.
El primer eliminado se fue de la casa luego de perder una partida de ajedrez con piezas gigantes, en un programa sin gracia ni sorpresas. Cuando “King of Nerds” se estrenó en Estados Unidos, el comentarista Neil Genzlinnger, del New York Times, fue agudo: “El problema eterno del reality de televisión consiste en que muchas personas que no son actores profesionales son torpes y poco atractivos en cámara. ¿La solución? Hacer un show con gente que por definición es torpe y sin atractivo”. Esta vez no resultó.
(*) Se abandonó el nombre tradicional de National Geographic, un cambio que pareciera coincidir con su actual etapa decandente.