Es uno de los clásicos menos importantes de la historia...

Sólo se acordarán porque nadie estuvo

Se sabe que ningún Unión-Colón puede pasar desapercibido en lo “folclórico”, pero la realidad futbolística de ambos lo ubica en el terreno de la intrascendencia deportiva.

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Gigliotti y Franzoia, dos que gritan goles en equipos con campañas en “rojo”. Fotos: Pablo Aguirre - Mauricio Garín

 

Enrique Cruz (h)

No me imagino, aunque ocurrió, aquella famosa anécdota de 1965, cuando los hinchas de Unión esperaron el triunfal paso de los simpatizantes de Colón después del ascenso para aplaudir con respeto. No me lo imagino, aunque uno tiene hoy todavía fresco el recuerdo de los clásicos de la década del ‘70, donde casi no había pulmones ni agresiones. Los tiempos empezaron a cambiar en los ‘80. Más gente quizás, más violencia seguro. Los estadios fueron quedando retrasados en el tiempo. El de Colón se adaptó y el de Unión —coqueto y suficiente para el año 1976, que fue cuando se remodeló— tendrá en breve su necesaria ampliación. Pero lo peor es lo otro. El estado de violencia en que se vive (el de la sociedad, que se canaliza en el fútbol), las barras, el exitismo, la locura de este fútbol en el que perder el descenso o perder un clásico parece ser la muerte de una institución. Un verdadero desatino.

Todas estas consideraciones, que son las que llevaron a que por primera vez en 65 años (desde ese primer clásico de 1948 a la fecha) se juegue sin público, a cancha cerrada y sin la presencia del soberano que convierte en más importante el continente que el contenido, se potencian si se dice que es uno de los clásicos más intrascendentes, en lo deportivo, de toda esa historia.

Sé que un clásico es un clásico, que los clásicos “no se juegan, se ganan” y que siempre queda alguna secuela para el perdedor, pero acá estamos hablando del choque entre un un equipo descendido contra uno que se pasea en la mediocridad de una campaña en la cual un guiño del destino (del reglamento, para mejor decir) lo podría dejar clasificado para la Sudamericana.

Hubiese estado bueno hablar de cuestiones netamente futboleras. Analizar si Sava está en lo cierto cuando dice que su equipo saldrá a atacar y que Colón lo esperará para luego contragolpear; si Lizio, Cavallaro o Mugni pueden sacar de la galera algo diferente para torcer el rumbo del partido; si Gigliotti y Franzoia (si juega) tendrán la pólvora bien seca para hacer lo que saben (marcar goles); si Limia y Pozo le darán la seguridad necesaria a dos defensas que, como se indica en el otro análisis previo de El Litoral, se “comieron” más de 100 goles en la temporada; y si este detalle, el de la cantidad de goles recibidos, puede convertirse en un elemento contundente para suponer que el 0-0 podría llegar a ser (sólo eso, “podría”) el resultado menos esperable.

Desde que Unión subió, los cuatro clásicos pesaron más —en cuanto a las exigencias— para Colón que para Unión, cuestión que no comparto. 1) En un clásico, las responsabilidades son compartidas; 2) en un clásico, los antecedentes no pesan; 3) en este clásico, sobre todo, muchas veces se dio que el que mejor llega no gana; 4) Unión no ganó un solo partido de local en la temporada, lleva un año sin ganar en el 15 de Abril y el de mañana se juega allí. Conclusión: las responsabilidades, sinceramente, son compartidas, por más que uno esté en Primera y el otro juegue este partido ya descendido.

Es todo discutible, como también sería relativo hablar de fútbol cuando hay tantas otras cosas que juegan en un partido así. Lo que para mí no tiene discusión es que, sin gente y sin expectativas deportivas, hay condimentos clave que le bajan notoriamente los decibeles de la trascendencia.