La casa del doctor Zhivago

Exterior de la casa-museo de Borís Pasternak, al oeste de Moscú.

La casa del doctor Zhivago

En uno de los callejones más recónditos de la aldea de escritores Peredélkino, al oeste de Moscú, se esconde una modesta dacha de madera, típica casa de verano rusa, por cuyo aspecto vetusto nunca se adivinaría que fue la cuna de la novela del Premio Nobel de Literatura Borís Pasternak, “Doctor Zhivago”, que le dio fama mundial, pero también le condenó hasta el fin de sus días a sufrir la persecución de las autoridades soviéticas.

TEXTO. VLADIMIR MKRTCHAN. FOTOS. EFE REPORTAJES.

 

Sólo un letrero colgado en la cerca de la casa y la presencia de algún turista delata que se trata de un lugar especial para los admiradores del genio de la literatura rusa.

El museo fue inaugurado en 1990 con motivo del centenario del nacimiento del poeta y novelista ruso, tras una ardua lucha entre los familiares de Pasternak y el Fondo de Literatura de la URSS (Litfond), que alegó que el Estado soviético le había dado la dacha (N.de la R.: en ruso, casa de campo, habitualmente de una familia urbana, que se usa estacionalmente) al escritor sólo por un tiempo y que quería destinar el inmueble a otros fines.

Una vez que los miembros de la familia Pasternak perdieron el litigio ante el Litfond en 1984 y la casa pasó a ser propiedad del Estado, todas las pertenencias del premio Nobel fueron virtualmente tiradas a la calle y tuvieron que ser rescatadas por los familiares del literato. Gracias a sus esfuerzos se consiguió revivir el ambiente de la vivienda que, finalmente, durante la Perestroika de Mijaíl Gorbachov, se convirtió en museo.

Dos años antes, en 1988, se publicó la primera edición del “Doctor Zhivago” en la patria de su autor, más de treinta años después de que Pasternak terminara la novela. Al año siguiente, en 1989, el hijo mayor de Borís Pasternak, Yevgueni, recibió en Estocolmo la medalla del Premio Nobel de su padre, ya fallecido. La distinción se le había concedido en 1958, pero Pastenak tuvo que renunciar a ella presionado por las autoridades soviéticas y en medio de un incesante acoso psicológico que, según sus biógrafos, aceleró su muerte.

LA PAZ ALDEANA

La historia de la dacha empezó a mediados de los años ‘30 cuando la literatura soviética, entonces ya una herramienta ideológica, fue alabada por las autoridades por su papel en el modo de pensar soviético.

A petición de Maxim Gorki, el máximo exponente de la literatura soviética de la época, fue construido un pueblecito para los escritores donde éstos pudiesen vivir y trabajar en un ambiente tranquilo para alabar la gestión del Partido Comunista y, en particular, a su líder, Iósif Stalin.

Prácticamente, todos los grandes de la literatura soviética de aquella época están relacionados con Peredélkino, pero sólo uno trascendió ampliamente las fronteras de la Unión Soviética y es, sin lugar a duda, el poeta, escritor y traductor Borís Pasternak, que fue uno de los primeros en recibir su dacha por ser considerado el gran poeta de su tiempo.

La casita de las ventanas con ornamentos de madera tallada, propias de la arquitectura rústica de aquellos años, atrae hoy a numerosos turistas que vienen de otras regiones para empaparse del espíritu de la paz aldeana en la que el Premio Nobel de literatura leería borradores de sus versos a famosos del Siglo de Plata de la literatura rusa, como Anna Ajmátova, Marina Tsvetáyeva y Ósip Mandelstam.

“La atmósfera de la dacha fue restaurada de tal modo que uno puede llegar a tener la sensación de que el propio Pasternak en cualquier momento aparecerá en las puertas de esta casa. Si conseguimos crear esa sensación, podemos estar muy satisfechos”, afirma Svetlana Kuzminá, una de las empleadas del museo quien, además de la dacha mantiene viva la famosa huerta de Pasternak, en la que el escritor cultivaba papas, pepinos, col y rábanos.

La terraza donde el escritor recibía a sus amigos para tomar té y leer versos acoge anualmente eventos de conmemoración para los admiradores de Pasternak los días 10 de febrero y 30 de mayo, fechas de nacimiento y muerte del escritor.

En estos días visitan la famosa casa de campo para homenajear al poeta con una taza de té en la terraza; a diferencia de la mayoría de museos rusos esta vivienda no provoca la sensación de un “espacio muerto”, donde nada puede ser tocado por los visitantes: “Tal comunicación aviva el ambiente”, afirma Kuzminá.

UN POETA “ANTIPOPULAR”

En las paredes de otra habitación que lleva a la terraza se ven distintas fotografías familiares que Pasternak colocó nada más mudarse a Peredélkino. Un periodo complicado en la vida del poeta, quien entonces padecía una “crisis de inspiración” y que fue agravado en 1936 por un brusco cambio de actitud de las autoridades hacia el poeta, acusado de ser “antipopular”.

Entonces corría el riesgo, al igual que otros famosos de la época, de caer en desgracia en cualquier momento bajo cualquier pretexto. “Pasternak vive un dramático entreacto que se ha prolongado ya por varios años. Una asfixia que ocurre ante mis propios ojos”, escribía entonces su amiga Ajmátova.

“Por lo visto, mi actividad personal se ha acabado”, lamentó a finales de 1936 Pasternak, cansado tanto de su propio miedo ante la persecución, como de la paranoia que reinaba en general en la sociedad soviética en vísperas del año más sangriento de las represalias estalinistas. Una época paradójica, mezcla de una ciega admiración por Stalin, el ideólogo del terror, y el incesante miedo de convertirse en “enemigo del pueblo”.

Las delaciones entre famosos escritores en un clima de sospechas recíprocas alimentadas por el régimen bolchevique, numerosos juicios contra intelectuales de aquella época, todo eso no contribuía a la inspiración del poeta que vivía permanentemente bajo la espada de Damocles.

Sin embargo, Pasternak consiguió superar su abatimiento y hallar la inspiración en un nuevo modo de vivir: en la huerta que adoraba, trabajando al aire libre, todo para sorprender al lector ruso con sus traducciones de obras de Shakespeare, del “Fausto” de Goethe, y de “María Estuardo” de Friedrich Schiller y otras más que le permitieron sobrevivir económicamente en los años cuarenta.

En 1945 empezó la novela “Doctor Zhivago”, la apoteosis del Pasternak como prosista, un trabajo profundamente filosófico y espiritual, al que dedicó diez años de su vida. Se cree que muchos detalles de su vida cotidiana en Peredélkino sirvieron de prototipo para describir distintos paisajes y escenas en la novela.

Muchos investigadores de las obras de Pasternak adivinan en el personaje del doctor Zhivago al propio novelista. “Sus mejores versos los regala al protagonista. En muchas ocasiones la novela es autobiográfica, responde a sus pensamientos, a su percepción del mundo”, dice Kuzminá.

En una de las fotos que abundan en la dacha de Pasternak al poeta se le ve de pie pronunciando un brindis durante una cena familiar el 24 de octubre de 1958, un día después de que el Comité del Nobel le otorgase el premio de Literatura.

Durante muchos años en la URSS se propagó el mito de que el Nobel le había sido concedido a Pasternak sólo por “Doctor Zhivago”, cuando la resolución del Comité decía: “por su inmensa aportación en la poesía lírica mundial y por el desarrollo de las respetables tradiciones de la prosa rusa”.

Sin embargo, la alegría de Pasternak por la noticia duró apenas un día: “el 25 de octubre el destacado periódico soviético “Literatúrnaya Gazeta” escribió: “Pasternak se ganó sus treinta monedas de plata (...) Fue distinguido (con el Nobel) por estar de acuerdo en servir de cebo en un herrumbroso anzuelo de la propaganda antisoviética”.

Fue el principio del fin para Pasternak: el obligado rechazo al premio coincidió con el cáncer de pulmón que entonces le detectaron los doctores y que se agravó por la persecución en los medios soviéticos.

Pasternak falleció el 30 de mayo de 1960 en su dacha, testigo de los sinsabores y alegrías de su dueño, que nunca pudo disfrutar con plenitud del mayor galardón de la literatura mundial.

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Pasternak falleció el 30 de mayo de 1960 en su dacha, testigo de los sinsabores y alegrías de su dueño, que nunca pudo disfrutar con plenitud de uno de los mayores galardones de la literatura mundial.

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Una de las salas de la estancia del Premio Nobel de Literatura Borís Pasternak.

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Pasternak consiguió superar sus etapas de abatimiento y hallar la inspiración en la huerta de su dacha, trabajando al aire libre.