Cómo abordar el trastorno de pánico

Una profesional explica en qué consiste esta alteración y cuáles son las mejores herramientas para que el paciente recupere su vida normal.

TEXTO. REVISTA NOSOTROS.

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Imagine por un momento, que es una noche encantadora, está cenando con su familia en un restaurante, es verano y corre una fresca brisa. Están celebrando una situación laboral muy beneficiosa, por la que habían trabajado incansablemente para que se concretara. Están conversando alegremente, la comida es exquisita, la situación no podría ser mejor. Cuando de repente se escucha un grito aterrador: “¡ladrones!”. En ese mismo momento usted siente la punta de un arma en su cabeza. Está paralizado del miedo, el corazón va a mil, le cuesta recuperar el aliento y puede sentirse mareado y débil, cree que podría realmente morir en ese momento. Su instinto lo único que quiere es salir corriendo, pero no puede, la desesperación lo invade.

Ahora imagine esa misma velada encantadora y el mismo pánico con toda esa activación corporal, pero esta vez, no hay ladrón que le apunte a la cabeza. Su corazón golpeando su pecho como un caballo a todo galope, sudoración, sensación de ahogo, dificultad para respirar, diarrea, temblores, inestabilidad, mareos, sensación de desmayo, escalofríos, sofocación; son algunos de los síntomas que podría sentir. Quiere salir corriendo del lugar, la desesperación lo invade. Es un gran desconcierto. ¿Qué puede uno pensar en esa situación? ¿Qué me está pasando, me estaré por morir, me estaré volviendo loco? Hay quienes sienten vergüenza y no cuentan lo que les sucede, no entienden lo que les pasa, no encuentran las palabras para explicarlo. Se sienten absolutamente solos en su desesperación, no hay experiencia similar a ésta que están viviendo.

PERDER EL CONTROL

El ataque de pánico es más común de lo que en general se piensa. Es una desregulación de nuestro sistema defensivo-adaptativo cuya emoción básica es la ansiedad, que en el ataque se dispara sola (sin estímulo), llegando a su máxima expresión (el pánico) en pocos segundos o minutos. Este proceso dura entre 10 y 30 minutos y es una experiencia sumamente desorganizante.

Imagine su cuerpo preparado para una situación de emergencia presto a atacar o a correr por su vida, volcando al torrente sanguíneo la mayor cantidad de hormonas posibles (cortizol, adrenalina, noradrenalina), dilatando sus pupilas para ampliar el campo visual, el corazón puede trabajar hasta cinco veces más rápido, y la sangre se retira de las funciones digestivas y va hacia las extremidades para poder correr o defenderse. La respiración se acelera ingresando mayor oxigeno que ayuda al sistema a mantenerse activo. Toda esta transformación en segundos.

Cuando nuestro sistema responde de esta manera ya no estamos frente a una simple activación nerviosa, sino que estamos completamente tomados por esta respuesta psicofísica defensiva-adaptativa de nuestro organismo y hasta que se desactive no hay manera de recuperar el control; lo que queda es esperar.

ANSIEDAD ANTICIPATORIA

A partir de esta experiencia la persona queda sensibilizada, con miedo permanente a que le ocurra de nuevo. Todo el tiempo se está preguntando si le volverá a ocurrir y dónde. Este temor o ansiedad anticipatoria aumenta considerablemente el cuadro de ansiedad previo al ataque de pánico. La persona comienza a organizar su vida en función de sus posibles ataques. Se afana por no pasar por situaciones nuevas que le generen vulnerabilidad, evita lugares en los que se siente débil o no encuentre una salida fácil y rápida. Algunos sienten que no pueden alejarse de casa y de hacerlo solo lo si alguien “seguro” los acompaña.

El intento de crear una vida más segura termina limitándola, la vida comienza a achicarse. Estas personas dejan de salir o lo hacen con mucho sufrimiento, dejan de hacer cosas nuevas: se quedan solo con lo conocido, seguro y manejable. Incluso las situaciones más comunes y simples le resultan ansiógenas. Llevar los chicos al colegio, manejar por un camino desconocido, esperar en un consultorio, hacer la cola del súper pueden transformarse en tareas titánicas para alguien que esta tan atemorizado. Todas las áreas de su vida la social, la laboral, la familiar, se ven afectadas.

DIAGNOSTICO

Frases como: “¡No tengas miedo!”, “Relájate. Pensá: ¿Que te puede pasar?” son fáciles de decir pero no de experimentar cuando uno está secuestrado por el pánico, y se siente mortalmente amenazado. El cuerpo es el que manda y no hay voluntad ni razón que pueda sustraerlo de su principal función la supervivencia.

Luego el panicoso recurre al médico, como es de esperar, este le enviará a realizarse los estudios correspondientes y al ver que todo está bien determinará que lo que tiene es estrés. A menudo, el médico indica algún psicofármaco para bajar la ansiedad, lo que ayuda mucho con la sintomatología, tan florida en estos casos. Aunque puede sentirse muy aliviado, porque los síntomas ya no están, esto no es suficiente para salir del circuito que llevó a esta persona a que su sistema adaptativo colapsara. Existe un tratamiento farmacológico que el paciente debe afrontar de la mano de un psiquiatra especialista en este tipo de medicación y trastornos, y que en conjunto con la terapia adecuada podrán darles las herramientas necesarias para restituir el equilibrio.

Hay un tratamiento específicamente diseñado para este trastorno de ansiedad. Se trata de consultar a un psicólogo especialista en ansiedad y estrés para que realice un diagnóstico y evalúe el tratamiento a seguir.

Es muy importante que quien padece este problema busque activamente un tratamiento focalizado en su ansiedad, que lo instruya en la autoregulación, para poder seguir adelante con su vida; no tratar el trastorno puede causar limitaciones cada vez más severas, como la dificultad para trabajar, la pérdida de red social, incluyendo amigos y/o pareja. Como la mayoría de los trastornos que podemos padecer, con el paso del tiempo el trastorno de pánico se instala y se agrava si no se lo trata en tiempo y forma; aunque también están las personas que han tenido un solo ataque en toda su vida sin volver repetirse.

Fuente: Lic. Solange García Bardot.