A un año de su muerte

Recordando a Ray Bradbury

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Ray Bradbury, fallecido el 5 de junio de 2012. Foto: Archivo El Litoral

María del Carmen Villaverde de Nessier

Naturalista y modernista, decía él que era un escritor de “fantasías”.

En el país de Montag está terminantemente prohibido leer, porque leer obliga a pensar y... “está prohibido pensar”. Así, Farenheit 451 nos hace pensar, en cada página, qué inverosímil realidad es el pensar, qué extraña ficción es esto de pasar la vida en pasatista ensoñación -decía Bradbury- o, podríamos agregar: en vertiginosa acumulación de tiempos sucesivos programados, marcadamente tecnologizados. ¿Y la vida diaria de sentir, de pensar en cada acto de ir siendo, de hacer el tiempo para iluminar los sueños, para amar de verdad queriendo la Verdad?

Hoy, a un año del fallecimiento de Bradbury, revisamos la obra de tan eximio artista de la palabra; maestro de la ficción científica, del teatro, de la fantasía. Había nacido en Illinois en 1920 y pasó la mayor parte de su vida en California desarrollando una intensa actividad en el mundo de las letras, del cine y la TV habiendo sido el guionista de la famosa película Moby Dick. Entró de lleno en la historia profunda de la ciencia-ficción, como se llamó entonces a este enfoque de la vida, incursionando en la ardua empresa de gestar la conquista y colonización de lejanos planetas desde los “hombres futuros”, por secreta inspiración de su genio, en un tono elegíaco como una verdadera convención literaria.

“—Trataré de que el señor Ttt los reciba.

“—Dígale que venimos de la Tierra; que nadie vino antes de allá...

“Y allí donde estaban, brillaba el inmenso cielo azul de Marte”.

Desde la ficción y lo simbólico se lee así en las páginas asombrosas de Crónicas Marcianas. También podemos gozar con la ficción y la realidad en obras como: El vino del estío, Comentarios para lunáticos, Amhed y las máquinas del olvido, Fantasmas de lo nuevo y El hombre ilustrado.

Hay que saber saborear en la obra de Bradbury la dulce inocencia de la juventud así como la sabiduría y la locura de la madurez; las amarguras de los amores traicionados o los lugares aislados abandonados a una soledad atractiva como para atrapar los espacios de pensar y crear.

Releamos entonces toda la obra de este “astronauta” de la palabra: “En mis obras no he tratado de hacer predicción acerca del futuro sino ‘avisos’. El mundo nos absorbe con sus burocracias y el hombre se ve apretado entre normas raras y abusos”.