llegan cartas

Un sueño... una tragedia... un homenaje

Mónica Aldao de Montero.

Ex docente escuelas San Antonio de Padua, Ntra. Sra. de Itatí, Jardín de Infantes San José (B. Centenario).

Señores directores:

La noticia impactante, increíble, dolorosa, llega y nos deja paralizados en un “¿cómo fue?”, respuestas vendrán después y serán muchas... Tal vez no conoceremos la verdad total. Sólo sabemos que eran diez personas involucradas en un fatal accidente en el norte de la provincia.

Así fue para todos, ahora yo voy a hablar en primera persona, en lo que siento como docente al ver una y otra vez las fotos de las siete “seño” de muchos niños que esperaban su llegada para comenzar la semana que tendría un festejo muy especial “El día de los Jardines de Infantes”.

Al momento de la información, a pesar de estar jubilada, mis sentimientos más profundos, ésos que se guardan en una vocación permanente como la docencia, en el mejor lugar del corazón ¡estallaron!, mi sueño de ser maestra rural, y que no pudo ser porque el Señor nos llama a servir donde más nos necesita, se hizo presente en una realidad que no la viví pero la sentí muy cercana, porque trabajé cuarenta hermosísimos años en escuelas periféricas de esta ciudad.

Mi gratitud por siempre al padre Atilio Espinosa que me convocó a formar parte de su plantel docente para fundar la Escuela Parroquial San Antonio de Padua, luego Ntra. Sra. de Itatí en barrio Centenario al sur y Varadero Sarsotti (verdaderas escuelas de vida) para finalmente -cuando él se retira por enfermedad junto al padre Axel Arguinchona- inaugurar e independizar el Jardín de Infantes San José.

Hasta allí mi tarea estaba cumplida, pero me quedó como materia pendiente la “escuelita rural”, pasaba por las rutas solitarias y al ver flamear nuestra bandera me decía que allí había docentes “Haciendo Patria” de verdad en una escuelita con cinco diez, veinte o tal vez más niños que llegaban de rincones desconocidos para los que habitan las grandes ciudades.

Ahí estaban y siguen estando “ellos”, ese maestro de campo que bien lo describe don Luis Landriscina. Son muchos los que desafían los peligros de las rutas, las inclemencias del tiempo, los momentos que les restan a sus familias, y todo ello a pesar de ser tan poco reconocidos en su trabajo.

Luciana, Nilda, Valeria, Jésica, Andrea, Gladys, Daniel, Miguel subieron a la traffic, comentando seguramente miles de proyectos con sus alumnos (aún a costas de postergar demandas familiares), seguro no les importó que a ellos no les toquen tres meses de vacaciones, y que el aumento salarial sea escaso para compensar no cuatro horas diarias de clases, sino mucho más. Les importaban su vocación docente y los niños con todas sus necesidades, de aprendizaje, afectivas, económicas y sociales. ¡Ay maestrita rural, cuánto te debemos!

Es mi deseo que este dolor no sea hoy y después quede todo en el olvido.

¿Por qué no honrarlas a ellas y a todos los docentes rurales estableciendo el 27 de mayo como “Día del Maestro Rural”?