Roberto Schneider
A partir de Sigmund Freud no se pone como condición de humor que haya objetos y sujetos dados de antemano, sino que la condición del chiste sea la sedimentación de una determinada forma y uso de las palabras. Como un género, que distintas prácticas sociales van sedimentando distintos usos de la lengua, el humor sería el resultado histórico que se plasma en una forma verbal, que es variable y contingente, y depende de la lengua como sistema de signos.
En Córdoba, del 5 al 9 de este mes, se realizó el VII Festival Pensar con Humor, una fantástica idea de la Agencia Córdoba Cultura, vehículo maravilloso para que arquetípicos actores y personajes del humor de esa provincia se planten en la escena (en escuelas, en plazas públicas, en las calles, sobre el escenario de un gran teatro), que es una suerte de cosmos, que atraviesa el tiempo, con personajes emblemáticos del humor cordobés que perciben lo que va pasando, mientras el resultado de sus vidas no depende tanto del final como del viaje en sí mismo que cada uno emprende.
Hay un fondo de inseparabilidad entre estos personajes, porque se deben más que nada a su lugar de encuentro y al encuentro con los espectadores. Todo lo toman como una actividad ritual, más allá de las disparidades de opiniones y las pasiones. Todos sostienen una serie de situaciones en las que cada espectáculo se resuelve con palabras, sin la apoyatura de una sostenida acción dramática. Cada escena de cada espectáculo se apoya en la palabra y en las acciones físicas de los actores humoristas que las viven con intensidad. La respuesta del público, que adora a sus humoristas, subraya la idea de suspensión en el tiempo y de contacto directo con sus artistas, que juegan su parte frente a sus seguidores, que responden de maravillas ante el humor directo que proponen. Así desfila, a manera de friso con un lenguaje teatral sin ambages, todo el humor típico de La Docta.

En el cierre del Festival el Grupo Los Biólogos integrado por Nardo Escamilla y Félix González deleitó a la platea del teatro, colmada de público. Fueron ovacionados.Foto: angela carioni
De qué nos reímos
Raúl Sansica, el incansable y perfeccionista director del Teatro Real y de los Festivales de Teatro que se realizan en Córdoba, reflexiona con precisa inteligencia acerca de “¿De qué nos reímos cuando nos reímos? Sería la pregunta que habilita el desarrollo de esta nueva edición del Pensar con Humor que ya cumple siete ediciones ininterrumpidas. Con el propósito de seguir indagando en esa forma indiscutida de nuestra idiosincrasia y favorecer la vinculación intrínseca del patrimonio material y del inmaterial, este año se realiza entre otras acciones la Media Legua Cultural del Humor que nos recuerda que la historia de nuestra comunidad se construye sobre ambos pilares y que de esa convivencia constante surge nuestro lenguaje”.
“La accesibilidad de la propuesta, la cercanía que propicia y la difusión que genera, rondan la pregunta inicial que nos define. Por eso, este año se lleva a todo el territorio de la provincia este festival que tuvo inicialmente el epicentro en Córdoba ciudad, pero que por pertenencia es de todos los cordobeses. La presencia de los diversos géneros con que expresamos la ironía, la crítica, el chiste corto o la narración ocurrente, se ponen a dialogar este año con mayor vigor que los anteriores, remarcando con sus modos y estilos que el humor posee su propia trascendencia.
“La medida de esta edición -puntualiza- es la legua, un patrón que permitió diagramar una construcción social propia y con características definidas. Con sus aciertos y errores esa medida nos marcó una dimensión de mundo propia que hoy usamos como símbolo de proyección que abarca lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. En nuestro Festival Pensar con Humor, leguas y leguas de suelo cordobés son parte de ese recorrido que se inicia en el centro de la ciudad capital y que transmite un lenguaje común a toda la provincia.
“En este transitar por las leguas de nuestro territorio, nos queda pendiente una pregunta: cuando nos vinculamos con otros modos de humor, ¿qué nos permite reírnos con ellos? ¿Existen modos universales de pensar que puedan traducirse en carcajadas? Esta sea quizás la indagación abierta que nos permita seguir desandando y andando los caminos de nuestra identidad”.
También en las calles, para divertir a los transeúntes. Foto: sebastián del carril
Por diez pesos
Y el clásico se renovó. Por sólo diez pesos de entrada en los teatros, una vez más, el humor se adueñó de salas, barrios, plazas, semáforos, cárceles y más de 14 municipios del interior provincial en el marco del Programa Corredores Teatrales. A las 7 de la mañana del mismo día de inicio del Festival, una combi pasó por el hotel a buscar a los periodistas que cubriríamos las instancias del encuentro. Desde allí, partimos hacia Chancaní -“final del camino” para los comechingones-, una localidad ubicada a 256 kilómetros de Córdoba y habitada por 800 habitantes. Para comenzar, desde la punta de un cerro... bajó Doña Jovita para hacer reír hasta las piedras de este lugar hasta casi mágico, en el que “hay celulares, pero no agua y sí el canto de los pájaros. Y donde se hacen flores con las penas”, dijo con gracias ineludible.
En el mediodía, hizo su aparición el amado personaje, casi como una mítica ave sobrevolando por los cuerpos y las almas de chicos y grandes. Doña Jovita es una perla de este Festival. Realizó uno de esos espectáculos redondos que atrapan desde su aparición y dejan un sabor en la boca muy agradable. El suyo es un montaje de humor, a veces directo, entrañable siempre, desarrollado a un ritmo vertiginoso. Y centrado en un magnífico intérprete: José Luis Serrano, muy bien acompañado por Churli Corroza y Enzo Vergara.
La representación tuvo lugar en el patio de la escuela de la localidad, aunque la obra se representa habitualmente en un teatro. Hay una historia muy sentida: las peripecias vividas por ese personaje tan entrañable, que juega -el teatro es eso: juego- una y otra vez con los espectadores, algunos de ellos invitados al borde del “escenario”. La disposición del público, sentado en una grada de pocas filas y semicircular, ayuda por momentos a crear una intimidad que le va bien al montaje. Hay un permanente desplazamiento de Doña Jovita por todo el espacio y un largo etcétera que forma parte de este divertido y original espectáculo, con bellos momentos de poesía y de pura emoción.
Toda la exquisitez en el humor de Los Modernos. Pedro Paiva y Alejandro Orlando, dos actores magníficos. Foto: angela carioni
Al día siguiente, el viaje fue hacia el municipio de San Pedro Norte, en el departamento Tulumba del Camino Real, a 185 kilómetros de la ciudad de Córdoba, habitado por 1.100 habitantes. También al mediodía, en la plaza y bajo un espléndido sol, toda la fuerza interpretativa de Cacho Buenaventura, uno de los justificados ídolos del humor cordobés, merecidamente homenajeado el sábado ante la platea del Teatro del Libertador colmada de público. Desde el comienzo mismo del espectáculo, es decir, desde que los espectadores se ubicaron en las sillas instaladas amorosamente, están invitados a participar de una gran aventura escénica que los involucra más de lo que puedan suponer. Porque Cacho habla de los cordobeses y, mejor, de los argentinos, en particular, y de la sociedad, en general.
Es hábil el camino que este enorme humorista, un gran actor, encontró para tocar estos temas a través de otros arquetipos, integrantes de una particular fauna, en un acercamiento al perfecto dibujo de cada uno de los personajes protagonistas de sus narraciones. Así pasaron sobre el escenario -después de cantar “Un muchacho como yo”, el recordado tema de Palito Ortega- los caracteres más bellos de las historias que aquilatan su mundo, descartando la caricatura y otorgándole a cada uno características propias. El enganche con el público fue permanente y las risas (las carcajadas también) fueron el marco bellísimo de una tarde de otoño para el recuerdo.
Foto: angela carioni Fuerte impacto del gran Cacho Buenaventura, un gran actor que conquista desde hace años a un público casi fanático. Aquí, en la Plaza de San Pedro Norte.
Humor inteligente
Los Modernos y “Rómulo” demostraron por qué son por estos tiempos un grupo sólido, brillante, de características propias, entregados como están siempre al servicio de un texto esencialmente inteligente. Los soberbios actores Pedro Paiva y Alejandro Orlando ofrecieron un espectáculo muy ingenioso, con un particular estilo de humor exquisito y pensante, donde se rescató el uso de la palabra como vehículo de buen gusto. Durante más de una hora, ambos protagonistas deleitaron a la colmada platea (en realidad una amplia grada del fantástico Museo Caraffa) que los ovacionó largamente. Dos actores, un lenguaje teatral con código propio, sin escenografía y un gran exceso de creatividad. Un espectáculo de humor poco frecuente, de arrolladora elegancia y refinado buen gusto.
Y mucho más...
Nada menos que 43.000 espectadores para 5 días de funciones en la ciudad de Córdoba y en diversos escenarios del interior provincial. Mucho humor con el Negro Álvarez, con el Flaco Pailos, con “Chule para todos” y también “De buen humor”, una maratón con Modesto (83 años) y Jorge Tisera y otros igualmente grandes a la hora de contar el humor o los mendocinos de “Lutherieces en fuga”, con voces estupendas. Todos y muchos, muchísimos más, para que el ser humano reciba a través del humor una profunda caricia al alma.