Una cosecha que viene del cielo

Una cosecha que viene del cielo

La escasez de agua en la Cuña Boscosa santafesina ahora se siente menos con las represas de captación pluvial. Pobladores de un paraje relatan cómo les mejoró su calidad de vida.

TEXTOS Y FOTOS. CÉSAR BENÍTEZ.

 

En la Cuña Boscosa luchar contra el clima es moneda corriente porque los excesos y también los déficits de agua son frecuentes. De crudas sequías se pasa a lluvias extremas, pero sus pobladores logran adaptarse a tan bruscos cambios y cuidan el recurso agua como muy pocos lo hacen.

Un ejemplo concreto es el Paraje 302, ubicado en el distrito Toba, 50 kilómetros al norte de la ciudad de Vera. Allí, un puñado de 50 familias -unas 250 personas- desafía esas adversidades y lleva una vida de trabajo y sacrificio. La mayoría de ellos no conoció otro lugar ya que nacieron en ese terruño y no lo abandonaron, salvo en excepciones cuando los hijos se casaron y otros emigraron por razones de trabajo.

Pero desde octubre del año pasado las cosas empezaron a cambiar para los habitantes del 302, porque las autoridades provinciales comenzaron a construir una de las cosechas de agua que, junto a la pavimentación de la ruta provincial Nº 3, les modificó su calidad de vida.

El paraje, enclavado en plena región de los Bajos Submeridionales, vivió una dramática sequía a partir de 2008 que provocó sólo en esta zona la muerte de 200 mil cabezas de ganado. Se trata de un territorio que comprende 4 millones de hectáreas y que hasta 2011 llegó a los medios masivos por las condiciones climáticas en las que imperó una marcada escasez de lluvias.

En esa época, el agua utilizada para consumo de la hacienda mayor y menor -principal sustento de los pequeños productores- provenía de fuentes subterráneas y con baja aptitud para el consumo humano y moderada calidad para el ganado por la concentración salina y de sulfatos.

Sin embargo, al disminuir la capacidad freática, las demandas no pudieron ser cubiertas y se tuvo que recurrir al agua transportada mediante camiones cisternas desde grandes distancias.

Ante este panorama, el Ministerio de Aguas, Servicios Públicos y Medio Ambiente de la provincia tomó la decisión hace 4 años de poner en práctica, junto a la delegación Reconquista de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), un programa de instalación de Unidades Experimentales de Cosecha de Agua (UECA) en esa parte del suelo santafesino.

Cada módulo consta de un área de captación de lluvias y una represa de almacenamiento, construyéndose 7 repartidas entre los Bajos Submeridionales y la Cuña Boscosa. La última que está en ejecución es precisamente la que se construyó en el Paraje 302 (Distrito Toba, departamento Vera), administrada de manera comunitaria, destinándose agua a los pobladores tanto con fines domésticos como productivos.

EDUCAR DESDE LA CONCIENCIA

Analía Vicente es directora de la escuela Nº 6263 Elina J. de Carlen, establecimiento al que concurren 50 chicos, y describe la situación con sencillez: “Tenemos por un lado los bidones que recibimos del Ministerio de Educación, ya que contamos con dispensers que se usan para preparar la copa de leche, el almuerzo, consumo de los chicos y docentes durante el horario escolar; exclusivamente para consumo humano”.

En caso de lluvias explica que “desde hace dos años tenemos preparado el sistema de canaletas para poder captar el agua que se almacena en un aljibe; luego, a través de una bomba, sube al tanque, redistribuyéndose a todo el establecimiento. Con este líquido vital lavamos los utensilios de cocina, limpiamos el edificio y los sanitarios, como también destinamos a la huerta en caso de que no precipite”.

Pero cuando no tienen reservas en el aljibe acuden al ministerio a través de la comuna de Garabato que les brinda camiones cisternas con el vital elemento. Además, en el paraje hay otros dos receptáculos de agua para la población: un tanque móvil plástico y un aljibe que es el más antiguo, donde las familias van y retiran el agua.

No obstante, reconoce que a pesar de contar con una red de agua potable “no dio los frutos esperados” y entonces pusieron todas sus expectativas en este proyecto de cosecha de agua. “Estamos trabajando con la comunidad para tener agua corriente, si bien no va a ser para consumo humano nos va a permitir elevar nuestra calidad de vida”, sostiene la docente.

En la mayoría de las casas hay huertas que se realizan con semillas que reciben del Inta (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y en la escuela también poseen una. El hecho de tener agua implica todo un cambio de vida porque aquí la economía es familiar, y entonces el agua es indispensable para la limpieza del hogar y para el trabajo.

“Hay días en que no tenemos una gota de agua en el aljibe y, en épocas de sequía, si bien avisamos con antelación a la comuna de Garabato, la demanda no es solamente nuestra sino de todos los parajes. Siempre priorizan a las escuelas pero a veces pasan días y nos tenemos que arreglar sin agua”, describe, con crudeza, el panorama la docente.

DOCENTES COMPARTIDOS

La escuela está ubicada frente al pueblo, a unos pocos metros de la ruta y tiene alrededor 50 alumnos que van desde la salita de 3 años hasta que terminan el séptimo grado. Está organizada en aulas múltiples o plurigrados porque la de nivel inicial tiene chicos de 3, 4 y 5 años.

“También hay otro docente que tiene de primero a cuarto; otra que tiene quinto, sexto y séptimo y yo atiendo a los chicos que tienen dificultades de aprendizaje. Como mi espacio es reducido, son los que necesitan apoyos y estrategias diferentes”, confío Analía Vicente a Nosotros.

“Además, viene una docente de Tecnología dos días en la semana; es un cargo que compartimos con otra escuela primaria rural, y luego llega el maestro de Música una vez en la semana que itinera en cuatro establecimientos distintos. También tenemos cargos de portera, ayudante de cocina y cocinera. Tratamos siempre de tener el pasto cortado -cuidado que se percibe a la vista- porque a veces matamos entre dos y tres víboras en la semana, pero los chicos acá tienen siempre mucho cuidado por donde caminan”, concluyó la docente.

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Los referentes Néstor Ávila, Silvia Migno, Raquel Ávila, Analía Vicente, Isabel Ramayo, Santiago Ortiz y Mario Miguel Mercado junto al módulo de captación de agua de lluvia a sus espaldas.

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Un nuevo horizonte se avecina para los pobladores del paraje; en el caso de Mario Miguel Mercado, que vive de la cría de bovinos y caprinos, podrá abastecer de agua a sus animales.

DE TIERRA ADENTRO

Néstor Fabián Ávila es talabartero y nunca emigró del paraje. Vive con su mujer ya que sus hijas se casaron y se radicaron en el sur de la provincia. “Antes no tenía agua ni siquiera para humedecer los cueros; ahora, con esta represa las cosas cambian y además podemos hacer huertas y darle agua a nuestros animales”, señala con optimismo.

En el mismo sentido se manifiesta Mario Miguel Mercado, quien se dedica a criar animales -bovinos y caprinos- y vive de esa actividad doméstica. Mientras que otros lugareños se dedican a producir carbón, aprovechando la leña del paraje.

Raquel Ávila es muy activa y ejerce el liderazgo para la búsqueda del bienestar común de los pobladores, pero además prepara exquisiteces como tortas, roscas y pan casero, que vende hasta en Reconquista; aunque también tiene tiempo para tejer, otra de sus pasiones.

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Los docentes de la escuela Nº 6263 Elina J. de Carlen desarrollan una tarea codo a codo con los residente del Paraje 302, en plena Cuña Boscosa santafesina.

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Néstor Ávila (talabartero) y Santiago Ortiz (productor) señalan una de las parcelas de captación y escurrimiento del agua de lluvia.