¿A quién entrevisté?
Está bien, está bien… Voy a contar una vez más, voy a formalizar en letras, una detrás de otra, voy a confesar mi fracaso como periodista: cierta vez, en mi tierna juventud (ahora tengo una dura madurez, aunque suene contradictorio), me encargaron una nota. Yo hice una nota, pero nunca supe a quién. Envío: si usted fue entrevistado hace treinta años y no salió la nota, a lo mejor se la hice yo. Off de record, se lo digo.
Hacia 1987 (hacía poco que había ingresado al diario, tendría allí 23 añitos) yo cumplía una especie de turno periodístico por la tarde, con la particularidad de que te podía tocar una policial, una nota deportiva o, como en este caso, la cobertura de un congreso de economistas. Entre ellos, venía Alieto Guadagni, quien era ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires (gestión Cafiero) y, hasta allí (antes de las internas que ganó Menem), se trataba del hombre que podía convertirse en ministro de Economía de la Nación. El Plan Austral del radicalismo intentaba detener la inflación. Y yo, ignoto periodista santafesino, debía entrevistar a Guadagni, cuya opinión sobre la marcha de la economía nacional era importante.
Claro, no lo conocía, y no se apelaba entonces a un buscador de Internet para conocer pelos y señales de señor. Así que me fui grabador (de los de antes: un ladrillo) y agenda en manos al congreso de economistas. Ya sabían los organizadores a qué iba yo. Me presentan entonces a un señor muy bien plantado y vestido, un señor imponente, canoso, de ojos claros, traje impecable, reloj importante. En la presentación alguien habrá mascullado nombres y demás. Y yo estaba más preocupado por darle la mano sin que se me cayeran las cosas y… en fin.
Me ponen en una gran mesa aparte a entrevistar a “Guadagni”. Me llamó la atención de entrada que “el futuro ministro de Economía de la Nación”, peronista, elogiara el Plan Austral radical y los esfuerzos del gobierno por estabilizar la economía. El señor era convincente, locuaz, un economista solvente sin dudas. Y yo empezaba a intuir que tenía una gran nota en mi grabador: “Economista del PJ elogia el plan económico radical”.
El fotógrafo del diario gatillaba de lo lindo, “Guadagni” seguía hablando. En eso llega un colega de un matutino. “¿Guadagni?”, me pregunta por lo bajo. Guadagni, le digo de igual modo, mientras el entrevistado seguía concentrado en su alocución. Así que el colega empezó a grabar y a tomar apuntes también. Así, de inmediato, fueron cayendo dos canales de televisión, tres radios: Guadagni para todo el mundo.
Saludo, nos vamos, nunca hubo intercambio de tarjetas; yo porque no las tenía y el señor porque no las necesitaba…
Eso sucedió un aciago viernes a la tarde. El sábado descansé, jugué a fútbol, desentendido del mundo. El domingo a la mañana, desgrabo el notón que tenía y muy gallardo le comenté a mi jefe el material que tenía. Resolución: una página entera, titular en tapa.
Por esas cosas inexplicables, mi ángel de la guarda estaba de turno. Me cruzo en un pasillo del diario con una colega que francamentge no sé qué hacía allí. Y que me dice: “che, no te quedaste a la conferencia de Guadagni…”
-¿Para qué? Ya lo había entrevistado largamente un rato antes…
-No –me dijo-, el que vos entrevistaste no era Guadagni. No sé quién era, pero Guadagni, no. Vos hablaste con un tipo flaco, alto y rubio; Guadagni es más bien moreno, robusto y no muy alto…
Me di el dudoso gusto de gritar: “¡Paren las rotativas!” No podía salir la nota porque ese señor no era Guadagni y yo no sabía quién era realmente. Era domingo al mediodía: no encontré a nadie que me asistiera. Mi jefe me quería comer: a cambiar la tapa y a inventar otra nota en vez de la fallida súper primicia de Guadagni elogiando el plan radical…
El lunes, uno a uno, el otro diario, los noticieros y las radios, aclarando que no, no eran declaraciones de Guadagni. Caí en descrédito con los colegas. Me sancionaron, pero tuve mucha suerte: si la nota salía, me echaban y el periodismo santafesino se perdía para siempre la confundida pluma de este escriba…
Así que, veinticinco años más tarde, yo tengo todavía unas hermosas declaraciones de un economista importante que defiende el Plan Austral. Si alguien se hace cargo, si alguien me brinda datos fehacientes sobre mi entrevistado fantasma, pues, a lo mejor tengo un reportaje de una página entera y una mención en tapa. Y me voy. Estamos en el cierre.