EDITORIAL

Tensión entre Turquía y el Papa Francisco

  • El Pontífice ha debido apelar a todo su carisma y talento para sortear las recriminaciones de Turquía por su afirmación de que el primer genocidio del siglo XX fue el de los armenios.
 

El Papa Francisco ha debido apelar a todo su carisma y talento diplomático para sortear las recriminaciones y exigencias del gobierno de Turquía, sumamente fastidiado por la audiencia que el Sumo Pontífice le otorgó al Patriarca de Cilicia de los armenios, Nerses Bedros XIX Tarmouni. Lo que despertó las iras del gobierno turco fue la referencia de Francisco a lo que calificó como el primer genocidio del siglo XX, es decir el cometido por el gobierno turco de entonces contra el pueblo armenio.

Como se recordará, entre 1915 y 1923 el régimen nacionalista dirigido por Kemal Ataturk -fundador de la Turquía moderna- exterminó a alrededor de un millón y medio de armenios. La masacre incluyó a niños, mujeres y ancianos. El delito de las víctimas no fue haberse alzado en armas contra el sistema -como argumentan los actuales funcionarios turcos- sino el hecho de ser armenios. Los verdugos no asesinaron a sus rehenes por lo que habían hecho o dejado de hacer, sino por su condición. El número de muertes, la sistematicidad del exterminio y el carácter racial o étnico del operativo es lo que constituye la figura del genocidio, un concepto que es necesario recordar porque en los últimos años, y muy en particular en nuestro país, la palabra se ha banalizado intentando aprovechar políticamente sus connotaciones siniestras.

La Iglesia Católica no ignora la tragedia del pueblo armenio, y cada vez que han tenido la oportunidad, sus sacerdotes manifestaron solidaridad con dicho pueblo. Sin ir más lejos, el entonces cardenal Bergoglio celebró misas en diferentes ocasiones en apoyo de los armenios y acompañamiento a su drama. Como testimonio de ello, en una de las capillas de su diócesis hay un placa que recuerda esta tragedia.

El actual canciller de Turquía, Ahmet Dovutoglu, le ha reprochado al Papa su adhesión a una versión histórica que considera interesada y manipuladora. Pero lo cierto es que la única versión histórica que niega el genocidio es la sostenida por el gobierno turco, gobierno que sí posee razones de Estado e intereses en juego para manejarr los acontecimientos.

Historiadores y cientistas sociales de los más diversos orígenes admiten, con diferentes tonos y registros, que el genocidio efectivamente existió. El caso más paradigmático es Israel, cuyo pueblo ha sido víctima del otro gran genocidio del siglo XX. En sus universidades y centros de estudios los profesores, a la hora de abordar este tema, no vacilan en calificarlo de genocidio, pero por estrictas razones de Estado sus dirigentes prefieren hacer silencio sobre la cuestión con el fin de no romper relaciones diplomáticas con Turquía, uno de los escasos aliados del gobierno judío en la región.

Lo sucedido recientemente con el Papa Francisco demuestra las dificultades que se generan como consecuencia de esta solidaridad, ya que el Estado turco ha decidido romper relaciones diplomáticas o establecer sanciones a aquellos gobiernos que recuerden la matanza perpetrada por sus tropas hace más de noventa años. Atendiendo el empecinamiento en negar lo que para una inmensa mayoría es una verdad evidente, a nadie le deberían llamar la atención las reticencias y recelos de Europa para admitir a este Estado en la Unión Europea.

El Estado turco ha decidido romper relaciones diplomáticas o establecer sanciones a aquellos gobiernos que recuerden la matanza perpetrada por sus tropas hace más de noventa años.