Nueva novela de Carlos María Gómez
Nueva novela de Carlos María Gómez
En el mundo de Ripley

Carlos Roberto Morán y Carlos María Gómez en la presentación de “Los fantasmas de Ripley”. Foto: Pablo Aguirre
Por Carlos Roberto Morán
El sabido que el género policial fue, en sus comienzos, un tipo de literatura que giraba en torno a un misterio que en la historia narrada era, o debía ser, develado. En las primeras décadas del siglo pasado la así llamada novela policial esencialmente británica- “saltó” al otro lado del océano Atlántico e hizo pie en los Estados Unidos de la Depresión y la Ley Seca. Fue entonces que de la mano de Dashiell Hammett y Raymond Chandler (como nombres centrales) trocó en novela negra o thriller, nuevo género a través del cual quedaban evidenciadas las lacras de la sociedad.
Reiterar esto hoy tiene sentido porque Carlos ha tomado hace tiempo un camino que deriva de aquellos actos fundacionales de un determinado tipo de literatura, que es también una manera de mirar al mundo. De exponerlo.
Hay relatos que son, por expresarlo de cierta forma, “crudamente” policiales, pero otros se desplazan a zonas de mayor ambigüedad, como ocurre por ejemplo con muchas de las novelas de George Simenon que no tienen como protagonistas a su inspector Maigret. Lo propio acontece con Patricia Highsmith. Y lo mismo pasa con Gómez: “Yo no escribo policiales”, nos ha dicho en forma reiterada. Interpreto que lo que ha querido expresar es que a través de situaciones, atmósferas, “parecidos” a lo que expresa la novela criminal, nos está contando lo que nos acontece en nuestra sociedad más allá de las máscaras.
Es comprensible, entonces, que Carlos se haya entusiasmado con la narrativa de Highsmith que resulta a veces difícil de definir, y eso se debe a que en ella se pueden encontrar diversos registros que, de una forma sesgada, no directa, hablan de nuestro tiempo, de este sistema de vida tan recargado de hipocresías. Tantas veces tan kafkiano...

Patricia Highsmith a los 20 años. Foto: Libro sobre la autora de Joan Schenkar.
Carlos, precisamente, es un lector cuidadoso de Kafka porque, sostiene, el visionario checo nos anticipó la realidad contemporánea, cargada de pesadillas y de apariencias de normalidad, de juegos siniestros que terminan siendo camuflados para que aparezcan blanqueados ante nuestros ojos.
Es comprensible entonces que Carlos haya asimilado de forma concienzuda el “relato” de Patricia Highsmith y que, como le ha ocurrido a múltiples admiradores de escritora y saga “ripleyana”, haya quedado impactado por Tom Ripley, “ese ser fascinante como nos dice nuestro autor-, mezcla de burgués y asesino, inteligente y pleno de matices”, sobre quien Highsmith dejó de “darnos noticias” desde que interrumpiera la saga luego de cinco novelas y cuando Tom tenía 36 años.
Carlos confiesa que “necesitaba” saber más sobre este personaje perturbado y perturbador con “toda una vida por delante, ciertamente plagada de situaciones y peripecias” y por lo tanto se animó a contarnos la sexta historia del norteamericano afincado junto a su amada Heloise en Belle Ombre, en la campiña francesa.
Es por todo eso que nace Los fantasmas de Ripley”, una historia en la que el pasado repercute hondamente en un Ripley más actual. Fantasmas con los que tiene que lidiar y que se sumarán a nuevos obstáculos que se le presentan y que deberá superar en aras de lo que él considera atentan contra su merecida felicidad.
No vamos a controvertir con Ripley, ni mucho menos contar qué es lo que nos narra Carlos en su última novela. Importa indicar que aquí no hay traición a lo ya conocido, sino una continuidad narrativa en la que quedan de nuevo expuestas las muchas sombras y las pocas luces que han venido acompañando al personaje, que lo terminan definiendo.
Amigos a los que hay que proteger, enemigos con los que se debe lidiar como mejor se pueda, pelea con las leyes y las autoridades (siempre en los márgenes, siempre al borde del abismo), amor por la mujer que lo acompaña, por lo conseguido en su compleja vida, apuesta por una existencia burguesa que, pese a todos sus intentos, no termina de volverse plácida como él quiere, amor por la música y la pintura... El mundo de Ripley, complicado cuando no sórdido, regresa pleno en estos Fantasmas”.
Carlos “se animó” a algo que por definición es complicado, vale decir copiarse de un relato ajeno y hasta de un estilo sin, a su vez, traicionarse. Esto es como escribir con una mano atada. Lo bueno es que haya salido airoso de tal situación.
Reconocerse en otros autores, seguir los rastros de personajes consagrados, es considerablemente habitual en la historia de la literatura. Muchas veces se trata de una necesidad expresiva del autor, en otros casos se está ante una simple operatoria comercial. A veces se hacen copias burdas, pero cuando no ocurre eso estamos ante una intención creativa, artística, que es lo que pasa con esta simbiosis de Gómez con Highsmith.
Un buen resultado entonces, y una muestra más de que la tarea literaria de Carlos María Gómez continúa, incesante, contra viento y marea.
(Texto pronunciado durante la reciente presentación de “Los fantasmas de Ripley”).

Carlos María Gómez. Foto: Pablo Aguirre.