editorial

Inflación, el problema que Cristina desconoce

La presidenta dijo a través de Twitter que su gobierno nada tiene que ver con el aumento de los precios en la Argentina.

Mientras la inflación representa, sin lugar a dudas, el más importante de los problemas que sufre la economía argentina, la presidenta Cristina Fernández asegura a través de su canal de comunicación favorito, Twitter, que la responsabilidad frente a esta situación no le corresponde a su gestión.

“Solamente a un tonto o a alguno demasiado vivo se le puede ocurrir que los precios los pone o los aumenta el gobierno”, afirmó la mandataria, en un desconcertante intento por tergiversar la realidad a través de una verdad a medias.

Si bien es cierto que gran parte del empresariado argentino es propenso a trabajar con rentabilidades excesivas. También es verdad que el gobierno no puede eludir su responsabilidad frente a los problemas económicos originados por sus políticas públicas.

Todos saben que los precios de la economía no son fijados por el Poder Ejecutivo. Sin embargo, cualquiera -incluso los tontos, como dice Cristina- es consciente de que el gobierno tiene en sus manos la capacidad de establecer políticas que pueden incrementar o a frenar la inflación.

Trazando un paralelismo entre la situación económica y los problemas de la inseguridad, la mandataria podría haber afirmado que no es el gobierno el que roba, viola, mata o asalta en las calles de las grandes ciudades. Apelando al absurdo, en ese caso Cristina bien podría haber escrito la siguiente frase a través de su cuenta de Twitter: “Solamente a un tonto o a alguno demasiado vivo se le puede ocurrir que a los delitos los genera o los aumenta el gobierno”.

Cuesta asumir que, a esta altura de las circunstancias, sea necesario explicar que se trata de una afirmación absurda. No obstante, el relato del gobierno se torna por momentos tan disparatado que obliga a aclarar obviedades.

Si no hubiese inflación en la Argentina, no habría existido tanto interés de los argentinos por comprar dólares. Y entonces, no hubiese sido necesario instalar un cepo que provocó, a su vez, un estancamiento brutal en la actividad inmobiliaria. En todo caso, sin inflación, el gobierno tampoco habría tenido que crear el Cedin, una suerte de cuasimoneda tendiente a atraer dólares mal habidos hacia un Estado que requiere inevitablemente de moneda extranjera para, entre otras cosas, importar combustibles.

El motor de la inflación es, decididamente, el propio gobierno, que no para de emitir moneda sin respaldo y por lo tanto de envilecer el peso. No se trata de una indescifrable fuerza de la naturaleza, sino de la política monetaria del gobierno. Y la inflación provocada por la indetenible emisión repercute en el empobrecimiento de la población -que observa cómo sus ingresos alcanzan cada día para menos- y en la estructura productiva del país.

Un informe recientemente publicado por El Litoral revela que, en los dos últimos años, el aumento de los precios internos hizo que los costos de producción se dispararan en el país y esta situación comenzó a erosionar las posibilidades de exportación de las empresas locales. Ésta fue una de las conclusiones alcanzadas durante la Semana del Comercio Exterior y Turismo de Negocios “Latinoamérica en Santa Fe”, que se realizó en esta ciudad.

La pérdida de competitividad es fácilmente palpable y genera un escenario preocupante hacia el futuro cercano. De hecho, frente a la imposibilidad de sostener negocios con el extranjero, no se puede descartar que los empresarios se vean obligados a reducir sus plantas de personal, profundizando aún más el proceso de estancamiento en la generación de empleos.

La pérdida de competitividad es fácilmente palpable y genera un escenario preocupante hacia el futuro cercano.