La vuelta al mundo

Egipto y los Hermanos Musulmanes

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Mujeres egipcias, simpatizantes del depuesto presidente Mohamed Mursi rezan durante una protesta, a las puertas de la mezquita de Rabaa al Adauiya en El Cairo. Foto: EFE

 

por Rogelio Alaniz

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Los Hermanos Musulmanes han sido derrocados por los militares de Egipto. Sus protestas han sido enérgicas, pero la respuesta de las fuerzas armadas lo ha sido mucho más. Según los Hermanos, los militares dispararon sin misericordia contra los manifestantes; según los militares se trataba de una movilización dirigida por hombres armados cuyo objetivo era tomar instituciones del Estado.¿A quién creerle? No dispongo de testimonios documentales, pero conociendo los antecedentes de los protagonistas, hay motivos para suponer que la verdad debe de andar por el medio. Ni los musulmanes eran tiernos corderitos rezando en la calle, ni los militares son delicadas palomas que disparan sólo cuando se ven obligados a hacerlo.

De todos modos, hay un dato estadístico que merece tenerse en cuenta: hubo más de cincuenta muertos y todos pertenecen al mismo bando. Cuando esto ocurre, salvo que se trate de un western spaghetti, lo más creíble es que los disparos provienen de un solo lado. Dicho con otras palabras, no exageran algunos periodistas cuando aseguran que fue una carnicería. Militares que aceptan esta evaluación se justifican diciendo que era necesaria perpetrarla para evitar males mayores. El razonamiento sería el siguiente: cincuenta muertos ahora es preferible a cincuenta mil mañana. Como se podrá apreciar, los militares, por lo menos algunos, a las diferencias las resuelven derramando sangre, la sangre de los otros, claro está.

Palabras más, palabras menos, los titulares de los diarios dicen que Egipto está en los umbrales de la guerra civil. Puede ser. Para que ello ocurra debería haber dos ejércitos y hasta la fecha sólo hay uno. Los Hermanos Musulmanes, por lo pronto, han llamado a la resistencia, han hablado de las virtudes del martirio y decidieron pasar a la clandestinidad. Los clérigos han dicho que el martirio es justo, pero se oponen a la yihad, que sólo se dirige contra extranjeros. Hecha esta saludable aclaración, afirman que están dispuestos a dar la vida por Mursi, el presidente derrocado y, por supuesto, por el Islam.

¿Alcanza esto para armar un ejército? No lo creo. Tampoco creo que en el fondo éstas sean sus intenciones. Los Hermanos Musulmanes existen en Egipto desde 1928. Son la institución más antigua del país. La mayoría de los años de su existencia vivieron en la ilegalidad. Su recorrido político fue tan zigzagueante como complejo. El objetivo inicial era la recuperación del califato. El orden político ideal: el que se ajusta al Islam. Fueron integristas desde sus inicios. Integristas y anticomunistas, fueron modelando con los años esos puntos de partida. Se supone que en sus comienzos estuvieron enfrentados a la monarquía, pero después se supo que en más de una ocasión acordaron con el rey Farouk, el mismo que fuera derrocado en 1952 por los militares.

El golpe de Estado perpetrado por Nasser dio inicios al Egipto moderno. Nacionalista y laico, Nasser se enfrentó de entrada con los Hermanos Musulmanes. Los enfrentó, los derrotó y ejecutó a algunos de sus principales cabecillas. En Egipto, los generales no suelen ser piadosos.

Los Hermanos aprendieron la lección. Pasaron a la clandestinidad y sorprendentemente descubrieron que en la clandestinidad estaban cómodos, políticamente cómodos. Por supuesto que la organización atravesó por debates internos, algunos durísimos, pero en algún momento se estabilizaron alrededor de algunas certezas. En principio, aprendieron a valorizar los beneficios de lo que en la Argentina llamaríamos el trabajo de base. Para ello fue necesario un generoso despliegue de militantes en barrios y aldeas ofreciendo servicios sociales de todo tipo. Donde el Estado estaba ausente -y en Egipto está ausente en muchos lugares- allí estaban los Hermanos con dispensarios, escuelas, mezquitas, centros de salud e instituciones recreativas.

Con el paso de los años fueron constituyéndose de hecho en un verdadero Estado paralelo, mucho más chico que el nacional, mucho menos militarizado y con menos poderío económico, pero Estado al fin desde el punto de vista de la asistencia y la legitimidad ganada entre los sectores populares, pero también entre las clases medias y altas.

Con el paso de los años, los Hermanos Musulmanes fueron adquiriendo autoridad política en todo Medio Oriente. Para diferentes organizaciones políticas, religiosas y militares de la región, fueron la referencia, el contacto privilegiado y la reserva espiritual y material. Hamas, la organización palestina que controla la Franja de Gaza, es una de sus criaturas privilegiadas. Su estima por Hamas es inversamente proporcional a su odio por Abu Mazen, el actual líder de la Autoridad Palestina. A decir verdad, los odios son parejos, porque en el reciente conflicto una de las primeras adhesiones que tuvieron los militares, apenas perpetrado el golpe de Estado, fue la de Abu Mezen.

Después de más de ochenta años de existencia, la Hermandad llegó al poder a través de elecciones. A juzgar por los resultados, la experiencia no fue buena. Ni para ellos ni para los egipcios. Una cosa es la oposición y la militancia clandestina y otra muy diferente es asumir la responsabilidad del gobierno de una Nación con intereses muchos más complejos que su asistencialismo religioso.

Mursi duró apenas un año en el gobierno. Fue derrocado por la intolerancia y el autoritarismo de los militares, pero sobre todo fue derrotado por sus propios errores y torpezas. Islámico, intentó marchar hacia una república islámica que produjo el rechazo de amplios sectores sociales. Para colmo de males, la organización salafista Al Mur, mucho más débil y joven, los corrió “por izquierda” y los acusó de no ser defensores consecuentes del islamismo.

En efecto, los militantes de Al Mur estuvieron en la calle exigiendo el derrocamiento de Mursi. Hoy han tomado distancia de las autoridades designadas por los militares y muy en particular del Premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei, para gusto de Al Mur, demasiado occidentalizado y demasiado pacifista.

¿Qué ocurrirá en el futuro? Difícil dar una respuesta que ni los propios egipcios están en condiciones de dar. Hay buenos motivos para creer que en el caso de los Hermanos Musulmanes, la decisión será la de retornar a la militancia de base donde estuvieron tan cómodos y obtuvieron tantas satisfacciones. No es factible, por lo tanto, que se propongan pasar a la lucha armada o al activismo terrorista. Casi noventa años de existencia les han enseñado a disfrutar de los beneficios de poner los pies sobre la tierra. En todos los casos, lo que ha quedado en claro para ellos es que gobernar suele ser más difícil de lo que parece a primera vista.

Corrupción, subdesarrollo, atraso, son algunos de los rasgos evidentes de este Egipto del siglo XXI. Pero esta realidad tercermundista convive con un empresariado y una trama de intereses públicos y privados propios de una sociedad moderna. Lo religioso opera atendiendo a estos contrastes, pero los militares y los principales partidos políticos saben muy bien que mucho más importante que la cuestión religiosa es resolver las consecuencias de una crisis económica prolongada que necesita para superarse de inversiones y legitimidad internacional. En este plano es donde entran a tallar la Unión Europea y Estados Unidos. Los militares y los empresarios saben muy bien que necesitan de esos respaldos, como también saben que se hace muy difícil atraerlos levantando las banderas combatientes del Islam.

Nacionalista y laico, Nasser se enfrentó de entrada con los Hermanos Musulmanes. Los enfrentó, los derrotó y ejecutó a algunos de sus principales cabecillas. En Egipto, los generales no suelen ser piadosos.

Donde el Estado estaba ausente -y en Egipto está ausente en muchos lugares- allí estaban los Hermanos con dispensarios, escuelas, mezquitas, centros de salud e instituciones recreativas.