Análisis del discurso presidencial en Tucumán

En campaña, con tono conspirativo

Cristina mezcló las versiones sobre espionaje de la CIA con la defensa del modelo, para criticar a los candidatos de la oposición y a la Justicia.

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Hugo Grimaldi

DyN

Foto: DyN

Con una mezcla de autorreferencias varias y de pase de facturas a políticos, sindicalistas, empresarios y financistas, probablemente para intentar frenar el evidente salto de cerco de muchos de ellos, la presidenta de la Nación utilizó el Día de la Independencia en San Miguel de Tucumán para hacer un discurso de campaña con una inédita sustancia de fondo: la refundación del modelo.

“¿Por qué no poner todos el hombro para que esto siga para adelante?”, dijo Cristina Fernández a la hora de solicitar el voto para “hombres y mujeres” que no harán lo que “les mandan desde una agenda corporativa que ni siquiera es económica, sino apenas mediática”.

Y como sustento de ese pedido, la habilidad discursiva de la presidenta le dio mucha fuerza a formalizar una denuncia de complot de los poderosos del mundo en contra de sus ideas, es decir del país y de la región.

Por ese motivo, el “nosotros” y el “ellos” estuvo presente de modo explícito en toda la disertación presidencial: “Acuérdense de estas palabras, éste es el mundo que nos quieren imponer”, sentenció la presidenta, al tiempo que deslizó que los dirigentes de otras fuerzas “no se dan cuenta de lo que está pasando”.

En paralelo, las revelaciones sobre que el espionaje de los Estados Unidos habría alcanzado al país le dieron una excelente justificación para sus denuncias: “Me corrió frío por la espalda”, aseguró.

Todo este marco, entre emotivo y dramático, le permitió a Cristina hacer una vibrante apelación dirigida ya no hacia la continuidad (“nadie es eterno, ni lo quiere ser en el gobierno, ni ningún partido es eterno”), sino hacia la refundación del modelo, a partir de “volver a construir los cimientos de esta segunda independencia y saber que la tenemos que hacer junto a nuestros hermanos de América del Sur”.

Así, exactamente así, lo expresó. Más allá de lo extraña que ha sonado en su boca la palabra “volver”, como si hubiese habido una destrucción de las bases originales durante la mismísima “década ganada” y para justificar que ahora se necesita otro camino más asociado a una parte de Latinoamérica, el punch del discurso pasó por elaborar una explicación sobre por qué el mundo, a su juicio, se ha complotado en contra de la región.

Según la visión conspirativa que amasó la presidenta durante todo la disertación, lo que lo que aparentemente quieren esas fuerzas es “bajarnos el ánimo” dentro de una nueva forma compulsiva de subdivisión del trabajo y de “reprimarización” de la economía, ya que lo que “les da rabia y no nos perdonan es haberle levantado la autoestima al pueblo”.

Dentro de su concepción, ella defendió una vez más con fuerza al Estado, el “gran reparador y el gran constructor”, aunque lo relacionó de inmediato con el sector privado para pedirle a los empresarios que se vuelvan a asociar al gobierno, un modo de evitar “lo que están queriendo hacer con la Argentina y con la región”.

La falta de inversiones tiene cara de hereje y como la Argentina se ha descolgado voluntariamente del mundo desde hace mucho tiempo, de pronto, la jefa del Estado se olvidó de sus recientes diatribas contra quienes ella cree que son los culpables de la inflación.

Entonces, una vez más, ella apeló a la zanahoria de la caja, que tanto le gusta a los privados cuando son dineros públicos, para intentar que vuelvan al redil: “No pido generosidad, no pido sentimientos, pido inteligencia y yo también soy fría cuando hablo de intereses”, arengó, al tiempo que recordó como al pasar que “la industria automotriz ha ganado y gana mucho dinero”.

Pero, como la presidenta no puede con su genio, casi de inmediato le dio un espaldarazo dialéctico al secretario de Comercio, Guillermo Moreno quien, con sus controles y presiones, es uno de los factores que más ha contribuido durante los últimos tiempos a que los hombres de negocios locales hayan empezado a mirar para otro lado.

Todavía, le quedó algún resto a Cristina para criticar al funcionamiento de la Justicia como responsable de la inseguridad y para sumar a una parte de la prensa a la conspiración. Nada original su frase al respecto (“si lo que pasa es lo que aparece en la televisión y en los diarios, estamos fritos y estamos sonados”), salvo que la crítica presidencial reconoce una vez más la extrema ineficiencia del despliegue oficial en medios.

" Hay jefes de Policía que están presos por haber protegido a narcotraficantes”.

Cristina Fernández,

en alusión al caso Tognoli, en el discurso en Tucumán.

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Diferencias. Cristina tuvo en el palco y elogió la presencia de Susana Trimarco, madre de Marita Verón, una víctima emblemática de la trata de personas. En cambio, Alberto Lebbos -que vincula a miembros de la familia Alperovich con el crimen de su hija Paulina- fue reprimido con golpes y gas pimienta cuando intentaba llegar a ella.

Espionaje “cool”

  • La presidenta tomó la iniciativa política y desafió a la oposición a que se pronuncie frente a las revelaciones, que calificó como “confirmación”, de que Estados Unidos hacía espionaje en la Argentina.

En ese sentido, recordó el “lío” que se armó en el país por la denuncia de supuesta vigilancia a dirigentes sociales por parte del gobierno nacional a través de la Gendarmería Nacional con el llamado “Proyecto X”, que -según aseveró- fue “inexistente”. “Claro es mucho más cool la CIA que un gendarme”, ironizó.

En tanto, Fernández dijo que espera que en la próxima reunión del Mercosur, a realizarse el viernes, haya un “fuerte pronunciamiento y pedido de explicaciones” de sus colegas de la región a los Estados Unidos por el plan de espionaje sobre América Latina, revelado por un ex espía de la CIA.

“Me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones... y del otro lado, dentro de nuestro propio país, solo escucho silencio”, agregó.