En el Museo Municipal de Artes Visuales
En el Museo Municipal de Artes Visuales
“Ordenamientos ociosos”
Se trata de una instalación-performance de Raquel Minetti que se inaugurará este viernes, a las 20, en el espacio artístico ubicado en San Martín 2068.

De la redacción de El Litoral
Raquel Minetti ofrecerá su singular mirada del fluir del tiempo en el Museo Municipal de Artes Visuales. Será cuando la reconocida creadora santafesina presente “Ordenamientos ociosos”, una instalación-performance que combinará el arte plástico con el campo audiovisual y las artes del movimiento.
La inauguración se concretará este viernes a las 20 en el espacio cultural ubicado en San Martín 2068. Será un acontecimiento de excepción en el que Ricardo Rojas, Esteban Coutaz y la propia Minetti realizarán una performance corporal que dialogará con las fotografías de Enzo Rodríguez Suárez y las producciones en video de Claudia Ruiz y Lautaro Perín.
La propuesta, que podrá visitarse de forma libre y gratuita hasta el lunes 5 de agosto, es organizada por la Municipalidad de Santa Fe con el apoyo de Tersuave, empresa que apadrina al MMAV.
Todos los días: la resistencia de lo cotidiano
A veces estamos demasiado dispuestos a creer que
el presente es el único estado posible de las cosas.
Marcel Proust
Oswaldo Ruiz es un artista visual mexicano, que en su trabajo se preocupa por la manera en que se construye la mirada. Ha realizado diversos proyectos académicos donde busca activar una praxis de lo inconsciente. Sobre la exposición de Minetti escribió el texto que a continuación se transcribe.
El tiempo, abstracción por antonomasia, es imposible de definir o circunscribir completamente, ni por físicos cuánticos ni por filósofos. El tiempo escapa a toda definición y se muestra elusivo, una abstracción que sin embargo nos devora. La imagen mítica del dios Cronos devorando a sus hijos no puede entenderse de otra forma que como el padre Tiempo consumiendo a las criaturas que son producidas por él, ya que como Heidegger asegura, el Ser es Tiempo. Desde la perspectiva de este filósofo el tiempo será interpretado como “horizonte de posibilidad para toda comprensión del ser en general”. Asumido aquí el Ser como tiempo verbal; somos a través del tiempo, somos tiempo.
A la luz de recientes formulaciones científicas, el tiempo se presenta ante todo como una incógnita, un problema matemático sin solución. Lo que resulta extraño es que el tiempo se dirija solo hacia adelante, cuando no hay ley alguna que lo constriña a esto. Albert Einstein en ocasión de la muerte de Michele Besso, su amigo de toda la vida, escribió una carta a su familia diciendo: “Ahora él ha partido de este extraño mundo un poco antes que yo. Eso no significa nada. La gente como nosotros, que cree en la física, sabe que la distinción entre pasado, presente y futuro no es nada más que una obstinada ilusión persistente”.
Sin embargo, nuestra obsesión con el tiempo se agudiza conforme vamos sintiendo que éste se nos escapa de las manos. Pues en nuestra percepción, el tiempo avanza tiránicamente, siempre hacia adelante. Nos obsesionamos en medirlo, programarlo, organizarlo, diferenciarlo, para así poder estructurar esto que llamamos ser y que ocurre en el tiempo. Entre los históricos modos de organización, el de los romanos diferenciaba entre dos tiempos, el otium y el necotium. El ocio, el tiempo libre, o lo que se hacía en él sin esperar ninguna recompensa; y el negocio, la negación de este ocio, lo que se hacía por dinero, una ocupación lucrativa del tiempo.
Medir el tiempo
La exposición “Ordenamientos ociosos”, de la artista Raquel Minetti, nos introduce con su forma de creatividad particular en un universo donde todos estos conceptos se activan y nos hablan desde su naturaleza enigmática. ¿Qué es el tiempo, cómo lo medimos y organizamos? ¿Cómo navegamos sobre esta ola de tiempo que nos conduce y a la vez amenaza con tragarnos? ¿Cómo es que nos identificamos en un instante con los comportamientos y patrones de nuestros padres y abuelos, los mismos que inevitablemente heredaremos a su vez a nuestros descendientes?
Raquel Minetti mide el tiempo, su cronos particular, desde una relación con el afecto. El tiempo ya no es segundos ni minutos, ni horas, ni días. El tiempo aquí es fósforos y flores, es migas de pan y huesos, batidores y ollas. Y éste no se mide con manecillas, se calcula con golpes a cacerolas, con levantamientos y pliegues de sábanas. Se cuenta con migas de pan que se acumulan y nos dicen cuánto tiempo ha transcurrido hacia adelante desde que entramos a la sala, o hacia atrás hasta nuestra infancia, cuando somos nosotros los que acumulamos esas migas o pequeñas piedras u hormigas, y hasta nuestra muerte, cuando dejemos de contar.
La artista explora un tiempo que se muestra como siendo todo, de una vez. En los textos que el espectador puede llevarse a casa narra los recuerdos de la niña que es llevada en volanta a la escuela, viaje que implicaba siempre una parada obligada, donde con “M” descubre su sexualidad, una que está prohibida y que es por eso más gozosa, pero por lo mismo, silente. Esa niña convive con la mujer adulta del texto de al lado, que teme que su madre “quedara atrapada / en los colchones que daba vuelta una vez por semana”. Comparten espacio ambas con el sueño homicida y con el ordenamiento diligente del cadáver ante el voyerismo: “sacar fotos”. Ahí junto está el recuerdo del amor clandestino del padre, descubierto por los ojos infantiles que aprenden en la escuela del deseo: “sólo vemos fragmentos, el espacio para mirar es pequeño, y nuestra posición incómoda”. Todos estos instantes son uno, fragmentos de una línea de tiempo que corre hacia delante y hacia atrás. ¿Hay futuro aquí? Sí, porque hay deseo. A diferencia del recuerdo que hace presente el pasado, el futuro lo hacemos presente como deseo formulado, que luego será perseguido o declinado, y que permanecerá como sentencia propia.

Ocio que merece la pena
El ocio que nos presenta Raquel es un otium cum dignitate, un ocio que merece la pena. Producto de una acción libre que no espera recompensa, que simplemente es. Y que con su acción redefine la temporalidad del campo y de la vida cotidiana, la reinventa en un juego obsesivo que cuenta y cuenta inventando sus propias unidades. La serie de dibujos Todos los días observa la flecha del tiempo advirtiendo las veces que se lavan las cacerolas, dibuja los acomodos azarosos que van dejando como huella los alimentos diarios o los festines. En este diario de lo pequeño se hace del tiempo una sustancia plástica.
Los primeros calendarios romanos dedicaban los meses a Marte y a Apru, a Maia y a Juno, marcando ceremonias que coincidían con las estaciones, las de la primavera y la fertilidad, las de las bodas; definían una vuelta al sol significando un ciclo más que se había cumplido. En el calendario de Raquel, los ciclos se abren y se superponen unos a otros, crean nuevos códigos y maneras distintas de experimentar el movimiento y el cambio. Cada pequeño dibujo muestra un fragmento de la experiencia del día o una fecha que recordar: “Cumple Pedro”, es a la vez recordatorio y demanda, a Pedro, la piedra que permanece, que debe permanecer. Esa es su tarea para que nosotros, efímeros, no tengamos culpa o remordimiento del transcurrir.
Aquí la casa es el escenario donde se habita el tiempo. El espacio íntimo de protección y a la vez de encierro, lugar de complicidad y de hastío. Las acciones de Minetti se prolongan como extensiones de ese habitar, tiempo tejido con gancho y agujas, con hilos de sábanas, donde los días se suceden sigilosamente y se vive “una noche cualquiera, de ésas que se repiten en el campo hasta el cansancio”. Surge ahí la necesidad de diferenciar el tiempo, de llamar con nombres distintos a los días y a las noches. Los rituales y los festejos tienen como función en las sociedades diferenciar los días, resaltar la importancia de fechas conmemorativas para darle significado a la existencia. El juego de habitar el tiempo que define el trabajo de Raquel subvierte este sentido; la fiesta de las cacerolas reivindica su simplicidad como gesto que se enaltece; los nacimientos se vuelven cotidianos y se acompañan de pequeñas muertes, lentas y gozosas, simples, que avanzan a pasos cortos todos los días.
Resistir el tiempo
Las tres performances que son parte de este proyecto anudan a la exposición este sentido ritual del origen de los calendarios. Las fiestas de la unión y del éxtasis. Un triángulo edípico personificado en tres sujetos-movimiento. Uno: el metrónomo de cacerolas, el joven que abate. Dos: el hombre que manipula las sábanas, velos del sexo y la enfermedad, del nacimiento y la muerte. Tres: la mujer que cuenta, que sostiene la realidad en migas de pan y que estructura un ciclo con ellas. Esto complementa y da vida al calendario-reloj de flores, fósforos y huesos: son los rituales del tiempo libre.
El tiempo que presenta Raquel se expresa en momentos que son actos de resistencia ante lo exterior, ante el despotismo del otro que busca imponer su tiempo sobre el de todos. Es resistencia a la muerte y resistencia a una demanda enloquecida de intercambio económico. Es una pausa que permite respirar desde el interior de la vulnerabilidad en la que nos deja la flecha del tiempo. Que se resiste a ver la vida como un pasar de instantes anillados a productos y a procesos que son ajenos al deseo. Y nos invita a resistir, a resistir el tiempo, siendo tiempo.
El tiempo que presenta Raquel se expresa en momentos que son actos de resistencia ante lo exterior, ante el despotismo del otro que busca imponer su tiempo sobre el de todos.

Obras de Raquel Minetti que integran la muestra. Fotos: gentileza producción