Habla la chica atacada en la panadería Santa Catalina

“Creo que un segundo más y me termina de matar...”

Tras la pesadilla del sábado, María Esther se recupera en su domicilio. Está contenida por familiares y amigos. Aguarda asistencia psicológica.

“Creo que un segundo más y me termina de matar...”

“El cliente que entró me salvó la vida porque yo no daba más. El tipo me asfixiaba, no podía respirar... me estaba terminando de matar...”, recordó hoy María Esther. Fotos: Danilo Chiapello

 

Redacción de El Litoral

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María Esther Paolín fue la protagonista de una historia terrible que pudo tener un final estremecedor. Increíblemente, a pocas horas de ocurrido, el asalto a la Panadería Santa Catalina en la siesta del sábado, la joven mantiene la compostura y supera el dolor que aún le producen los golpes recibidos.

“Y acá estoy... tuve un dios aparte, te juro fue terrible lo que pasó”, le dice a El Litoral.

Casi que no se necesitan preguntas porque María Esther comienza con su relato de manera inmediata: “Ingresó un chico pidiéndome trabajo, supuestamente. Y hasta me agarró como sicóloga y contó que había fallecido la madre a los seis años... que era de Rafaela... que había sido papá hacía poco y me pregunta por si no necesitaban panadero. Así que le tomé los datos -que terminaron siendo reales- con número de celular y nombre y apellido”.

La pregunta es lógica: ¿dio lo datos reales? “Sí, la policía me trajo las fotos, lo identifiqué. Era él y tenía antecedentes por otro delito”, narró.

Pero seguidamente vuelve sobre lo que le tocó pasar en el local de Monseñor Zazpe y Saavedra: “En un segundo fue como que se le cruzaron los cables; me agarra, me lleva para atrás, me tapa la boca, me empezó a pegar y a pegar... me quería llevar para el baño me empezó a toquetear, yo traté de estar tranquila... tomé las cosas con calma... me seguía pegando y aguanté todo lo que pude hasta que no pude más porque me empezó a asfixiar, y le di un puñete porque yo largaba sangre por la boca, por la nariz. Me arrancó los aros, la mano, me rompió entera... y yo no daba más. Me decía que me calle... que me iba a matar, que le dé plata... La plata me la pidió después de todo esto... me pegaba y me pegaba y no me pedía plata. Después me dijo que tenía un cuchillo que él estaba enfermo y que él no me quería matar y que se iba a entregar”.

Ingresa un cliente

La joven recuerda luego que “me dice que me meta para el baño, y me sacaba el pantalón. Y yo ahí saqué fuerzas no sé de dónde... Me desprendió el pantalón y el cierre y me toqueteaba... Y justo entra un cliente, eran las dos y media de la tarde, en la calle no había nadie...”.

Pero la fortuna iba a darle una chance a María Esther Paolín y, en medio de una siesta sin gente en la calle, ese cliente que ingresó le cambia el rumbo a las cosas. “Cuando entró el cliente, él me ata y me dice: ‘Quedate calladita, no grites, no salgas, después salí’. Me ató con una remera de mi compañera de la panadería y con mi chaleco. Yo, por miedo, esperé a que salga. Escucho que saluda al cliente, saca la plata de la caja y sale corriendo como si fuera un empleado de la panadería”.

Paolín sabe que “el cliente me termina salvando la vida porque yo no daba más. Me asfixiaba, me estaba terminando de matar, no podía respirar. Cómo será que mi anillo terminó doblado de la fuerza de la piña que le pegué porque no podía respirar. No tenía noción de lo que estaba haciendo. Creo que un segundo más me terminaba de matar”.

La pregunta es obvia porque la verdad es que hoy por hoy resulta difícil conseguir un trabajo y mantener un ingreso, pero lo vivido fue muy fuerte.

“Sí, la verdad es que estaba muy cómoda en el trabajo, tenía buena relación con los dueños. A mí me había dicho que había inseguridad y entonces uno se imagina que te pueden llegar a robar y hasta que te pongan un fierro en la cabeza pero nunca me imaginé esto de que te lleven para atrás y que te comiencen a golpear de este modo”.

La síntesis del que vivió se refleja en el informe que recibió de los médicos. “Tengo traumatismo de cráneo, me quebraron la cara en dos partes y una fisura en el tabique en la nariz”.

Sobre la actuación de los servicios de emergencia, los detalles que son reveladores: “La segunda está a una cuadra pero vinieron los de la 4ta. rápidamente pero la ambulancia, la verdad, fue terrible porque recién apareció a los 45 minutos. El dueño del local me quería llevar en el auto. Yo sentía que me moría por los golpes en la cabeza o si no porque me asfixiaba... y la ambulancia que no llegaba”.

Finalmente, la atención médica llegó y señaló que “mañana me dan los estudios y me quedan esperar unos meses hasta me recupere y que tengo que hacer terapia con siquiatra y con psicólogo”.

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El dato

Gritos de auxilio

  • En un momento de su pormenorizado relato, María Esther recuerda que gritaba y “pedía auxilio” y aporta que “después que pasó todo entró una chica al local y me dice que estaba a una cuadra, en el balcón y que escuchó los gritos y que nunca pensó que podía pasar esto”. Ella no lo dice, pero vale la pena recordar que a pocos metros se encuentra la Seccional 2da. de la Policía de la provincia que nunca participó en este lamentable suceso.