mesa De café

Milani y Carlotto, militares y derechos humanos

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Remo Erdosain

Abel mira la tapa del diario y suspira hondo. Nosotros lo miramos con curiosidad porque habitualmente suele ser muy moderado con sus expresiones.

—Las declaraciones de Estela de Carlotto son una vergüenza, esta mujer no tiene cara.

—¿A que te referís? -le pregunta Marcial que conociéndolo, ya presiente los motivos del fastidio de Abel.

—A que la señora asegura que no le consta que César Milani esté involucrado en la represión ilegal.

—¿Cómo es eso? -pregunta José.

—Muy sencillo -explico-, la señora Carlotto sostiene que no hay pruebas para condenarlo a Milani y que, por otra parte, no se puede estar condenando a los militares en general, que hay que ser muy cautelosos con ese tema.

—¡Pero qué mujer amplia!, ¡es una maravilla su sentido de la prudencia y la moderación! -exclama Marcial.

—Yo creo que lo que dice está bien -afirma José, y agrega-. Según asegura Verbitsky, no hay datos de que Milani haya estado comprometido con la represión ilegal. Además, me llama la atención de que un tipo como vos (por Marcial) esté preocupado por este tema.

—Yo no estoy tan preocupado como ustedes por la represión ilegal, pero estoy muy preocupado por los abusos que cometen en nombre de los derechos humanos.

Abel hace señas de que hagamos silencio porque Quito, el mozo, se ha acercado a la mesa para servir la vuelta de cafés y, como ya se sabe, temas como éstos lo ponen nervioso y de mal humor, porque él considera que los militares hicieron patria matando a los subversivos. Quito concluye con su trabajo, se retira en silencio y entones el que habla es Marcial:

—Mirá José, no le demos vuelta a la cosa. A mí me parece bien que gracias a Milani hayan descubierto los valores de la prudencia y la moderación, pero si el criterio de razonamiento que ahora emplean vale para este caballero, también vale para varios militares y policías que por mucho menos están en la cárcel.

—¿Por ejemplo?

—No viene al caso dar nombres, pero vos sabés muy bien a qué me refiero.

—Una de dos -enfatizo-, o Milani explica lo que pasó con el conscripto Ledo y otras denuncias que hay al respecto, o el punto final y la obediencia debida vuelven a estar vigentes.

—Cosa que me parecería bien que se hiciera -sostiene Marcial- ya que su derogación y su aplicación retroactiva fue inconstitucional desde todo punto de vista.

—Cuando los militares allanaban o mataban no era inconstitucional -reprocha José.

—También lo era -responde Marcial-, y lo era a pesar de la autorización que les había dado tu compañero Luder para que aniquilaran a la subversión.

—Yo no voy a entrar en chicanas -reacciona Abel-, pero a mí me indigna que la señora de Carlotto justifique a quienes en otros momentos consideró criminales de lesa humanidad o genocidas.

—Lo que pasa es que, como dice el poeta -comenta Marcial- “poderoso caballero es don Dinero”.

—Creo -considera Abel- que Alfonsín se equivocó fiero.

—¿Y se puede saber por qué se equivocó?

—Porque creyó que con las señoras Bonafini y Carlotto había que sostener un debate ideológico con respecto al tema del juicio a los militares y de los derechos humanos en general, cuando en realidad lo que había que hacer es lo que hicieron los Kirchner, es decir, darles plata, mucha plata y permitirles que sus familias ingresaran a la planta permanente del Estado y a las listas del oficialismo.

—¿Eso no es cierto! -exclama José.

—No es exactamente cierto -responde Marcial-, pero se parece mucho a la verdad. Y lo que ahora pasa con Carlotto así lo demuestra. En otras circunstancias, esta buena señora hubiera pedido el cadalso para Milani, pero como este señor es el caballo del comisario del gobierno en las Fuerzas Armadas, nuestra militante de los derechos humanos se transforma en un ejemplo de moderación.

—Ella insistió en que hay que tener pruebas para acusar.

—El mismo argumento que suelen dar todos los militares que han sido juzgados en los últimos tiempos. Además, las pruebas están: Milani está denunciado en el “Nunca más”.

—En el “Nunca más” verdadero -aclara Marcial-, no el que inventaron Duhalde y sus amigos para consumo interno.

—¿Tan poderosos son los recursos económicos del gobierno, tan poderosos son sus argumentos, como para que las principales instituciones de los derechos humanos de la Argentina hayan sido corrompidos? -me pregunto.

—A juzgar por los resultados, son muy poderosos. Nunca te olvides que el peronismo es una poderosa fuerza corruptora -opina Marcial.

—¿Y si Milani fuera inocente? -se pregunta José.

—Una buena pregunta que ¡Oh casualidad! recién ahora se les ocurre.

—A mí lo que me resulta inmundo -puntualizo- es que el Cels mire para otro lado porque el señor Verbitsky estima que Milani puede ser el nuevo Numa Laplane del gobierno nacional y popular.

—¿Quién es Numa Laplane? -pregunta Abel.

—Fue un general -explica pacientemente Marcial- a quien el gobierno de Isabel cooptó para su estrategia de disponer de Fuerzas Armadas peronistas. A esa estrategia se la denominó profesionalismo integrado.

—Milani no es Numa Laplane -responde José.

—Como Isabel no es Cristina -aclaro- pero lo que se mantiene intacto en un caso y en el otro es el afán fascistoide de contar con Fuerzas Armadas propias.

—A su manera son coherentes -acota Marcial-, después de todo el peronismo nació de un cuartelazo militar y su ambición, nunca desmentida, fue la alianza corporativa entre militares, sindicatos e Iglesia católica. Si a esa alianza la podían bendecir Franco y Mussolini, mucho mejor.

—Algo parecido intentaron hacer en 1973 con el Operativo Dorrego -memoro-, aquella ocasión en la que Montoneros y militares trabajaron juntos y el romance fue tan intenso que hasta Albano Harguindeguy participó de la fiesta.

—No me extraña -observa Marcial-, Montoneros trenzó con Onganía para liquidar a Aramburu y después no le hicieron asco a una rosca con Massera.

—Muchachos pragmáticos -apunta Abel.

—Ahora, el turno le toca a Milani -digo-, poco importa que como le gusta decir a Guillermo Moreno, tenga las manos tintas en sangre, o que sea un corrupto, lo importante es que se trata de un “compañero”.

—Y yo que alguna vez creí que la política de derechos humanos de los Kirchner era sincera -suspira Abel.

—Lo más grave de todo esto -afirmo- es que el gobierno abre otra vez la puerta para que los militares se involucren en política. Ahora, están contentos porque esta politización los favorece, pero abierto el portón vale todo y retornamos al infierno de los militares interviniendo en política.

—Lo hicieron en 1930 y en 1943, no sé por qué no lo van a hacer ahora -resalto.

—Perón no estuvo en 1930.

—Hay una hermosa foto de Perón con Uriburu, sacada, casualmente, el 6 de septiembre de 1930.

—Ustedes exageran -insiste José-, lo que nosotros queremos son Fuerzas Armadas nacionales.

—Sí -asiente Marcial-, nacionales y populares.

—Además -observa Abel-, están gastando pólvora en chimangos. Los militares de 1943 no existen porque las Fuerzas Armadas de entonces no existen. Hoy están desmanteladas.

—A lo que hay que agregarle -digo- otro detalle: el noventa por ciento de los oficiales en actividad odia a este gobierno.

—No comparto -concluye José.