Tribuna de opinión

Perón y Eisenhower

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Dr. Carlos Rodríguez Mansilla

De Yalta a Corea

A partir de la Guerra de Corea, en 1950, Perón pasó a ser un aliado estratégico de los EE.UU. en la lucha contra el comunismo.

Sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, los Aliados firman el Tratado de Yalta estableciendo áreas de poder a nivel mundial. El mundo queda dividido en dos: Oriente y Occidente. Con dos liderazgos claros, en manos de la URSS y los Estados Unidos de Norteamérica.

Era un parche, un atajo de circunstancia que no podía durar mucho. Ya lo había planteado el general George Patton: “No me detendré en Berlín, avanzaré con mis tanques a Moscú y echaré a esos comunistas a patadas en el trasero”. Patton sintetizaba la manera de pensar de los estadounidenses y sus aliados. El delirio racista del nazismo había sido derrotado en una larga guerra y la tiranía comunista era legalizada, extendiendo su área de poder a toda Europa del Este y parte del Asia.

En las reuniones entre los Aliados, le plantean a Stalin que el Papa Pío XII pedía que la libertad de Polonia fuera respetada. La respuesta del líder soviético fue sarcástica: “¿Cuántas divisiones blindadas tiene el Papa?”. Por cierto, cuatro décadas después un Papa polaco impulsó y lideró la caída del imperio soviético.

Más allá de integrar ambos el Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto, los EE.UU. y la URSS comienzan pronto a enfrentarse en una guerra sorda a la que se denominó Guerra Fría. Una guerra que se iba a librar en varios frentes, aunque sin llegar a la contienda directa entre ambos colosos. Una de las características de la Guerra Fría, era que las operaciones militares se producían en distintos teatros de operaciones en cualquier parte del mundo. Pero nunca en territorio soviético o estadounidense.

En 1949, surge la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte) nucleando política y militarmente a países de Occidente liderados por los EE.UU.; y en 1955, se firma, como contrapartida, el Pacto de Varsovia agrupando Estados comunistas bajo la conducción de la URSS. En 1950, se produce el primer enfrentamiento armado entre los antiguos aliados de Yalta: la guerra de Corea.

De Truman a Eisenhower

Tras la derrota de Japón, Corea -ex posesión japonesa- queda dividida en dos entre la URSS y EE.UU., con tropas de ocupación. Pero al estallar la Guerra Fría, en 1948, al norte del paralelo 38º se instala un régimen comunista que responde a la URSS, y al sur un gobierno pro occidental.

En 1949, Mao Tsé Tung toma el poder en China, y esto altera el equilibrio geopolítico en Asia. Eso impulsa a Stalin a ordenar que las tropas comunistas irrumpan al sur del paralelo 38º. Estalla la guerra, y los EE.UU. logran un mandato de la ONU para intervenir militarmente, con ejércitos al mando del legendario General Mac Arthur. Los norteamericanos obligan a los comunistas a replegarse, y Mac Arthur propone un ataque nuclear contra la URSS. Truman lo releva del mando y en 1953, tras morir Stalin, se firma un cese de fuego, restableciéndose como límite el paralelo 38º.

A todo esto, Perón venía escribiendo una serie de artículos semanales en el diario oficialista Democracia, con el seudónimo “Descartes”, luego recopilados en un libro titulado “Política y estrategia. No ataco, critico”, publicado en 1967.

En sus escritos, Perón advertía a los EE.UU. que el peligro comunista era un dato innegable de la realidad que amenazaba a todo el mundo libre, y que Corea era la prueba del plan marxista a nivel mundial. También escribía el entonces presidente, que la Otan necesitaría sumar amigos y aliados en la causa común de la defensa global ante el expansionismo comunista. Cabe recordar que el padre Virgilio Filippo, confesor y asesor espiritual de Eva Perón, había escrito el libro “El monstruo comunista”.

Los escritos de Perón fueron minuciosamente leídos por el nuevo embajador de los EE.UU. en Buenos Aires, Albert Nufer. Entre ambos había una buena relación, y Nufer sugería al Departamento de Estado de su país la conveniencia de contar a Perón como aliado estratégico en Sudamérica. En EE.UU. asumía en 1953 su primer mandato presidencial el general Dwight Eisenhower, el jefe victorioso de los Aliados en la guerra. Militar, republicano y de derecha, “Ike” Eisenhower encontraba muchos puntos de coincidencia con Perón en el planteo de la defensa común ante el comunismo. Por ello es que el secretario de Estado, John Foster Dulles, enviaba a Perón un conceptuoso mensaje: “La Argentina y los EE.UU. son ambos líderes reconocidos de la comunidad americana”. Perón le dice a Nufer que “transmita a su gobierno que los problemas fueron con Truman, pero con el general Eisenhower no los habrá, entre soldados nos vamos a entender, y lo respeto además, porque es general más antiguo que yo”.

En abril de ese año, Perón envía al Congreso una Ley de Inversiones Extranjeras (14.222) para alentar el desarrollo industrial y minero en el país. Una semana después, llega en visita oficial al país, el coronel Milton S. Eisenhower, hermano del presidente norteamericano y su enviado presidencial. Perón lo recibe en Ezeiza con todos los honores ya que representa al presidente de los EE.UU. Milton Eisenhower viste uniforme militar. Pronto ambos hombres congenian y traban una amistad. Concurren juntos al clásico Boca-River y a una pelea en el Luna Park.

Un encuentro productivo

Perón conversa durante horas con el enviado, y lo deslumbra con sus conocimientos de historia militar y geopolítica. Se despiden con un abrazo. A su regreso a los EE.UU., Milton Eisenhower se va a convertir en un activo partidario de levantar toda restricción contra la Argentina y apoyarla económica y diplomáticamente. Dulles se suma y “Ike”, también, aun pagando un costo político, ya que el Partido Demócrata norteamericano sigue cuestionando a Perón. El embajador Nufer escribe a sus superiores: “Hay que apoyar a Perón, el pueblo norteamericano terminará aceptándolo como lo hizo con Franco, y por la misma razón: la cooperación contra el enemigo común, el comunismo”.

El 28 de junio de 1954, Perón enviaba una nota a Milton Eisenhower, instándolo a convocar una reunión hemisférica para encarar la lucha contra el comunismo, ofreciendo que Buenos Aires fuera la sede. Se autoriza la radicación de ocho plantas automotrices y dos de industria química. El gobierno firma un convenio con la Standard Oil California, para exploración y explotación petrolera en Santa Cruz; gestiona un importante crédito con el Eximbank para la planta siderúrgica de San Nicolás; firma convenios con Mercedes Benz (controlada por EE.UU.) y con la empresa de Henry J. Kaiser para fabricación de automotores en sociedad con el Iame (Instituto Aeronáutico Mecánica del Estado) dependiente de la Fuerza Aérea. La planta se instaló en Córdoba con el nombre IKA (Industrias Káiser Argentina), luego IKA-Renault. El jeep IKA y la rural Estanciera fueron los primeros éxitos de venta en años posteriores.

El 16 de septiembre de 1955, Perón era depuesto por un golpe de Estado. En Londres, lo celebraron públicamente.

En 1955, el gobierno firma un convenio con la Standard Oil California, para exploración y explotación petrolera en Santa Cruz.

A partir de la Guerra de Corea, en 1950, Perón pasó a ser un aliado estratégico de los EE.UU. en la lucha contra el comunismo.