Divulgación científica

Detrás de todo gran remedio casero...

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La naranja es una fuente rica en vitamina C, pero una vez ingerida no es acumulable en el organismo.

Foto: Archivo El Litoral

 

(C) Conicet La Plata - Conicet Santa Fe - El Litoral

En La Plata, una investigadora del Conicet brindó una charla en la que aludió al trasfondo científico de las más conocidas “recetas de la abuela”.

Aquellos “recursos caseros y/o naturales para enfrentar diversas dolencias o contratiempos que nos aquejan a diario” protagonizaron una actividad de divulgación científica en la que siempre se subrayó la importancia de la consulta médica.

Sucedió dentro del Ciclo de Conferencias de Difusión de la Cultura Científica del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta/Conicet/Unlp), cuando Valeria Edelsztein, investigadora del Conicet en la Unidad de Microanálisis y Métodos Físicos aplicados a la Química Orgánica (UBA), brindó la charla: “Los remedios de la abuela. Mitos y verdades de la medicina casera”.

Así, Edelsztein respondió el “porqué” de clásicos como el clavo de olor para el dolor de muelas, el jugo de remolacha para la presión, la zanahoria para la vista, la miel para la tos, y el anillo de oro para los orzuelos, entre otros. En casi todos los casos, los alimentos o materiales usados aportan algo desde su composición química que, en la interacción con el cuerpo humano, resulta beneficioso.

Verdades a medias

“Hay un trasfondo de verdad, pero muchos se transforman en un mito porque se los exagera”, apuntó, y ejemplificó: “La naranja tiene Vitamina C (VC), necesaria para nuestros procesos de defensa, pero no es cierto que por empezar a tomar jugo desde enero lleguemos al invierno sin enfermarnos” -la VC es soluble en agua y no es acumulable; el cuerpo utiliza lo que necesita y desecha el resto. “Hay estudios que demuestran que, si el promedio de días que pasamos resfriados al año es de doce, tomar mucha VC disminuye ese número a once y medio”, agregó.

Luego reflexionó acerca de la frecuente presunción de que todo lo natural también es inocuo. “Esto no es así; hay muchas plantas, yuyos y tés que parecen inofensivos pero que, si vamos a consumirlos a diario, antes tenemos que consultar al médico porque debemos conocer sus contraindicaciones y sus efectos secundarios”, puntualizó.

Virus y bacterias

En esa línea, también aludió a la diferencia entre virus y bacterias, conceptos a veces confundidos. “Se suele decir: los dos son chiquitos y nos enferman, deben de ser más o menos parecidos”, bromeó, al tiempo que explicó las características de cada organismo y la importancia de distinguirlos.

“Una bacteria es una célula, mientras que un virus es una ‘bolsita’ de proteínas que necesita parasitar a un ser vivo para desarrollarse. Para atacar a la primera, se recetan antibióticos, que significan anti-vida, y que la matan a ella pero no a la persona, porque tienen lo que se llama toxicidad selectiva”, señaló, y continuó: “En cambio, no existen tantos antivirales porque a los virus, al ser tan simples, es más complicado encontrarles un sitio vulnerable a un ataque. Cuando tenemos una infección viral, en general el médico nos aconseja guardar reposo durante el cuadro, de 7 a 10 días. Y en estos casos, ¡hay que obedecer! Ni tomar antibióticos contra un virus, ni interrumpir un tratamiento, ni automedicarse. Estas conductas crean resistencia bacteriana, es decir, organismos que, como ya conocen las armas con que los atacamos, ‘aprendieron’ a defenderse y causan infecciones cada vez más fuertes”, concluyó.

* Por la Lic. Mercedes Benialgo (Conicet La Plata). Adaptó: Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS/Conicet Santa Fe).