editorial

Mujeres en la política

  • En los turbulentos días que siguieron a las Paso sorprendieron declaraciones de una ex primera dama que, para cuestionar a la presidenta, puso en duda la capacidad de las mujeres para ejercer cargos políticos.

Una mujer gobierna la Argentina desde 2007; Brasil, el país con mayor desarrollo económico de América Latina, está liderado por una mujer; dos representantes del género femenino se medirán en noviembre en el vecino Chile, una de ellas ya presidió el país trasandino y tiene buenas chances de lograr otro mandato; una mujer preside Costa Rica; otra más está al frente de Alemania, uno de los países de mayor peso económico y político del mundo. En Rosario, la ciudad más grande del territorio santafesino, la intendencia está a cargo de una mujer. Hay más intendentas y presidentas comunales a lo largo de la bota, que tuvo oportunamente dos vicegobernadoras y, por ende, presidentas de la Cámara de Senadores. Otra mujer, santafesina ella, preside la Convención Nacional del radicalismo.

Antes y después de la ley de cupo, que cumplió en 2011 dos décadas de vigencia, hubo mujeres al frente de espacios de relevancia. La norma nacional, a la que también adhirió Santa Fe, estableció un piso a la composición de las listas para cargos legislativos: un piso, no un techo, aunque ampliar el 30 por ciento concedido en la ley no resulta muy fácil. Más de veinte años después de su sanción, es atendible que sea revisada la utilidad y efectividad de la ley, concebida como una herramienta de participación, sobre todo para evaluar si en este lapso su objetivo quedó desvirtuado y sirvió, más que como reconocimiento a la capacidad del género femenino, como una forma de asegurar un espacio a parientes y esposas de políticos.

Por todo ello, y por lo que queda por analizar, desde los jóvenes 65 años que tiene el voto femenino en nuestro país hasta la real participación de las mujeres en la composición de los partidos políticos, resulta como mínimo difícil encontrar una explicación a los dichos de la ex senadora nacional y ex diputada nacional -es decir, ex integrante del escenario político argentino- Hilda González de Duhalde, quien deslizó la necesidad de debatir si la mujer está preparada para ejercer la política per se, o simplemente va a acompañar el proyecto de alguien; cuestionó el cumplimiento de los objetivos de la ley de cupo, y consideró que la actual presidenta no hace quedar muy bien a las mujeres. Fue en los turbulentos días que siguieron a las elecciones primarias del 11 de agosto, luego de sentirse aludida por una Cristina Fernández de Kirchner que, a la luz de sus discursos y la catarata habitual de tweets, no terminó de digerir que los resultados le habían sido adversos.

Es obvio que la crispación de la actual mandataria argentina, la falta de diálogo, la discutible canalización de sus opiniones a través de la tecnología, la referencia permanente a la figura de su marido fallecido como golpe de efecto en sus discursos y, lo que para muchos fue la frutilla del postre, la utilización de la imagen del Papa Francisco en la campaña, son aspectos a cuestionar, como también medidas de gobierno, principalmente económicas, que han generado un fuerte rechazo en la sociedad y así quedó demostrado en las urnas de las Paso.

Tampoco es cuestión de encarnar una militancia a ciegas y defender la presencia de mujeres en cargos ejecutivos o legislativos sólo por su condición de género, sin ponderar talentos y competencias.

Sin embargo, y a pesar de la evidente rivalidad (política) que aún subsiste entre una y otra protagonista de este entredicho, las declaraciones de la ex primera dama resultan, por lo menos, anacrónicas, en un contexto en el que persisten la precarización del empleo femenino y las dificultades ciertas que implican aspirar a un cargo de jerarquía en cualquier espacio, aún en la política. Tan anacrónicas como perniciosas.

Las declaraciones de Hilda de Duhalde resultan anacrónicas en un contexto en el que siguen siendo noticia las dificultades que implican para una mujer acceder a cargos de jerarquía.