Mesa de café

Las Ganancias, Jaime, Pierri y Mangeri

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Remo Erdosain

—El gobierno resolvió el tema de Ganancias -se ufana José. —Ahora sólo van a pagar los que ganen más de quince mil pesos. Es lo que yo digo -dice mientras se acomoda en la silla-, es un gobierno nacional y popular que cada vez que toma una decisión trascendente lo hace a favor de los trabajadores.

—Lo que está bien, está bien -reconoce Abel.

—Yo creo que está bien, pero no tanto -interviene Marcial.

—Ya está el aguafiesta, el mismo gorila que en 1945 se oponía al aguinaldo -acusa José.

—¿Y por qué no? -responde Marcial.

—No nos vayamos al pasado -digo- y que Marcial explique por qué no le parece del todo bien que se haya aumentado el piso mínimo y a los trabajadores no le saquen tanta plata.

—Por varias razones. En primer lugar, no me gusta que me agarren de tonto y me ofrezcan una zanahoria un mes antes de las elecciones.

—Vos porque vivís de rentas y sos rico, pero andá a preguntarle a los trabajadores que ahora se van a beneficiar, qué opinan sobre la decisión de la compañera presidenta -responde José.

—Todo muy lindo, todo muy justo; pero yo a esta altura del partido no me resigno a vivir con pan para hoy y hambre para mañana.

—Sin embargo, convengamos que en política las respuestas deben ser para hoy, no para el futuro -dice Abel.

—Esa es una opinión, que como toda opinión puede refutarse -considera Marcial.

—Dejen de darle tantas vueltas al asunto y admitan que el gobierno hizo las cosas bien sin necesidad de andar preguntándose por qué lo hizo o por qué demoró tanto en hacerlo.

—Yo creo -insiste Marcial- que es un gobierno irresponsable, oportunista y despilfarrador, un gobierno que con tal de mantenerse en el poder, no le importa reventar al país.

—A vos nadie te entiende. Hace unos días te quejabas del impuesto a las Ganancias y ahora que el tema se resuelve te quejás porque está resuelto.

—No importa que no me entiendas. Yo me entiendo -dice Marcial como si estuviera hablando consigo mismo.

—Yo tengo una certeza y una duda -digo- mi certeza es que lo que se decidió está bien; mi duda es acerca de cómo se va a financiar esto.

—Ahora nos vamos entendiendo -considera Marcial- yo no tengo problemas que se levante el tope de ingreso pero me gustaría que se financie reduciendo el gasto y no ampliándolo más con emisión o con impuestos de dudosa razonabilidad.

—Yo creo -sostiene Abel- que hay que ver cómo se implementa este asunto. A mi también me parece que lo que se hizo está bien, pero a este gobierno le desconfío hasta cuando tiene razón.

—Eso se llama ser gorila -acusa José.

—Acusar de gorila a todo opositor -digo- es lo mismo que acusar de fascista a todo peronista.

—¿Y acaso no lo son ? -agrega Marcial sonriendo.

—Cambiemos de tema -digo para serenar los ánimos- ¿que opinión tienen del caso Ángeles Rawson?

—Que el asesino fue Jorge Mangeri, obviamente -responde Abel.

—¿Tan seguro estás ? -repregunto.

—Tan seguro como que Jaime es un corrupto y Lázaro Báez es un ladrón.

—Y además -agrega Marcial- todos se defienden recurriendo a los mismos métodos.

—¿A qué métodos? -pregunta José algo inquieto.

—Al que recurren los culpables, es decir, ensuciando la cancha, abusando de las disposiciones legales y tratando en el peor de los casos no de demostrar su inocencia, porque lo imposible a veces es muy difícil de probar, sino de sacarla lo más barato posible.

—No mezclemos a Jaime con Mangeri -digo.

—Es que yo creo que es lo que hay a que mezclar -insiste Marcial- porque son dos casos típicos acerca de los problemas que tiene la Justicia para sancionar a los culpables.

—Me hago a un lado con lo de Jaime -dice José- a quien desde ya no tengo ningún interés en defender. Pero con respecto a Mangeri lo que te puedo decir es que yo no sé quién es más culpable. Si Mangeri o si el abogado que lo defiende.

—Cumple con su profesión -dice Abel.

—Una cosa es ejercer el derecho a la defensa y otra cosa es transformarse en cómplice del asesino y poner palos en la rueda, además de agraviar a los familiares y a la memoria de la víctima . En un país serio el señor Pierri debería estar sancionado y el Colegio de Abogados debería decir algo al respecto -concluye José.

—No estoy tan seguro -dice Abel.

—Yo no sé cómo funcionan los procedimientos legales -digo- pero convengamos que el derecho a la defensa no es el derecho a hacer cualquier cosa. Creo que hay límites impuestos por el propio derecho y la ética.

—Y a propósito de Pierri -pregunto- ¿quién le paga los honorarios?

—Él dijo que un empresario que quiere a Mangeri.

—Me suena a cuento.

—Entonces hay que suponer que trabaja gratis.

—Pierri no le da un vaso de agua gratis ni a su abuelita. Yo creo que el hombre está interesado en la publicidad.

—¿Publicidad para quién? -pregunta Abel.

—Para él mismo y para todos los malandras interesados en contratar sus servicios. Un ejemplo. El otro día se dijo que las declaraciones de su perito acusando a la víctima de participar de actos sexuales sadomasoquistas le ocasionarían a Pierri una mala publicidad ante el público.

—¿Y no es así?

—Para nada. Pierri no se dirige a la buena gente que puede tener un problema judicial, sino a los malandras de todas las clases sociales que ven operar a un abogado inescrupuloso decidido a hacer cualquier cosa con tal de sacar a un delincuente de la cárcel. La consigna de su estudio debería ser la siguiente: “Asesine, viole, descuartice y contrate a Pierri para salir en libertad”.

—Sin embargo, él dijo que si se enteraba que Mangeri había violado a la nena, él se retiraba.

—¿Y vos le vas a creer? -dice Marcial.

—De todos modos -dice José- hay algo raro en este crimen. Algo que no termina de convencerme.

—Yo pienso a la inversa -digo- creo que todo ha sido bastante sencillo. El señor portero quiso violar a la chica, ella se resistió, la mató y después intentó ocultar el cadáver.

—¿Pero no te parece que pudo haber habido un tercero?

—Hasta ahora ese tercero no apareció. Pero además, pregunto una cosa. Si lo hubiera habido, ¿por qué Mangeri no lo denuncia?

—Vaya uno a saber qué presiones recibe.

—No jodamos. Este no es un crimen en el que hay comprometidos intereses millonarios. Mangeri es un seco y un pobre tipo, la familia de la víctima apenas llega a la clase media. No hay mafias, ni negociados ni drogas.

—Sin embargo Mangeri dice que lo apretaron.

—¿Y no se te ocurre pensar que está mintiendo?

—Y no nos olvidemos -agrega Marcial- que en su declaración inicial él mismo dice que fue el responsable, “yo lo hice”, aclara y amplía.

—Porque lo apretaron.

—¿Quién va a estar interesado en apretar a Mangeri? ¿Por qué razón? ¿Y por qué no pensar que cuando lo detuvieron se quebró y confesó y luego Pierri lo convenció de que modifique su declaración?

—Y por qué no pensar que es inocente.

—Porque todos los indicios lo acusan, porque no hay un solo peritaje o indagación que no lo muestren como culpable, porque se defiende y se comporta como un culpable.

—Esas no son razones jurídicas.

—No importa, son razones de sentido común.

—Insisto -dice Marcial- a mí lo de Mangeri me hace acordar a Báez y a Jaime.

—No comparto -concluye José.