EN EL SUDOESTE DE SANTA FE
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Centenario: la vida en el extremo
En el cono sur de la ciudad, la inseguridad modificó la tradición y obliga a vivir puertas adentro. La inundación es un recuerdo latente. En este barrio, como en pocos, los vecinos se unen para trabajar problemas y hacerles frente.

Sí
A sólo diez cuadras del centro, se ubica barrio Centenario: 40 manzanas que cuentan con todos los servicios. En este barrio, las raíces italianas, españolas, francesas y polacas, todavía persisten en los apellidos y tradiciones de sus vecinos.
Puerta de madera, persianas cerradas. Parada en el umbral de su casa, Ofelia Olivares explica: “El barrio cambió mucho”. Vive en la casa en la que nació, hace 60 años, y lamenta que “quedamos pocos de los primeros vecinos”. Antes sacaba su sillón a la vereda pero hoy no se arriesga, dice que “el barrio es más inseguro. En la otra cuadra viven a los tiros; las balas pasan por la ventana”.
La inseguridad lidera la nómina de preocupaciones de Centenario, y la liga con un reclamo: los vecinos piden con insistencia que se instale una Comisaría en el barrio. “Antes teníamos comisaría pero la llevaron al Fonavi cuando se construyó el plan de vivienda; quedamos desamparados”, dijo Florindo Tonelli, que desde 1954 abre todos los días su almacén Flor del Centenario en la esquina Zavalía y Bolívar.
Esta preocupación movilizó a las instituciones de Centenario: en 2011, formaron una Red que formula “propuestas para abordar este flagelo que afecta a la niñez y a la juventud del barrio” y organiza actividades “que nos integren como vecinos y mejoren la convivencia”, según expresaron a este diario. Todo parece indicar que en este barrio de casas bajas y calles vacías, la adversidad caló hondo y sembró la templanza de su gente.

La historia latente
Ese cono sur de la ciudad, hace poco más de medio siglo tenía paisaje de bañado. Adán Kipes vive, desde hace 65 años, frente al estadio del Club Atlético Colón. Su memoria contrasta con lo que hoy dictan los ojos: “El barrio creció con el tiempo. El estadio se agrandó y quedó precioso”. En la memoria de Centenario, el recuerdo no divide: su historia es también la del Sabalero. Aquí la vida se palpita en rojo y negro.
Un momento del pasado se impone con igual dureza para vecinos y fanáticos: la inundación del río Salado en 2003, que superó toda capacidad de asombro. “Cuando era chico, el barrio también se inundaba pero el agua entraba lentamente, centímetro por centímetro, y nos daba tiempo a levantar las camas, las herramientas de trabajo” cuenta Adán. El recuerdo ablanda sus ojos, hurga en la memoria y revive el asombro: “Nunca imaginamos que el agua vendría del norte, de la calle. A esta inundación no la esperaba nadie”.
Como él, todo Centenario vio perplejo el avance del río por el asfalto, la forma en que subió el cordón y avanzó sobre las casas, los muebles y los recuerdos. Por tres días, “quedamos 12 personas y una perra Gran Danés en una habitación que tenemos en la planta alta de la casa. No sé cómo hicimos, nos podríamos haber matado porque si el piso cedía caíamos al living”. Pero no pasó. El agua bajó y, con ella, los 12 refugiados de la familia Kipes. “Lo que vimos era terrorífico. Pero bueno, no fuimos nosotros solos, sino 30 mil familias las que vivimos eso”.
En Centenario, la marca del agua se tapó con pintura. A veces aflora en las paredes: quedó latente, como el recuerdo. Como los amores, que se fortalecen en la adversidad, la relación de los vecinos con este terruño echó raíces. “Aquí vive gente buena, de trabajo y honesta, salvo algunas excepciones”, agrega con orgullo Adán Kipes. En su voz, está la de muchos: “Más allá de todo, quiero morir en Centenario; mi lugar es aquí”.
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El dato
Historia
No
Problema de accesibilidad:

Los días de lluvias resulta intransitable la calle Roque Sáenz Peña que delimita el Fonavi San Jerónimo, y las líneas 4 y 5 no ingresan al barrio. También reclaman que se mejore la señalización de las calles con carteles que indiquen sus nombres y sentidos.
Para saber
Hay una cava que se ve sólo desde el aire porque está rodeada de viviendas. Esta ubicada en la intersección de Raúl Tacca, Colón, Nicassio Oroño y Reconquista. La llaman el “zanjón Tacca”. Cuando llueve, se inunda y desborda basura y agua que escurre hacia las casas.
Los vecinos del barrio destacan que la mayoría de sus habitantes es gente honesta y trabajadora, capaces de enfrentar tragedias como la inundación de 2003 y ponerse en pie fortalecidos.