Artes Visuales

“En exposición”

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Obra de Marcelo Pombo. Foto: Gentileza producción

 

Domingo Sahda

“En la sociedad neoliberal-capitalista, la progresiva diferenciación de las categorías inherentes a la producción e intercambio en las categorías laborales y la articulación interdependiente del trabajo, su producto residual y la sociedad predeterminaron progresivos desarrollos autónomos, autosuficientes y justificados en su contexto. Perdido el concepto de arte como registro visual del acontecer sociocultural, deviene el mismo (el arte) en proceso intermitente con desarrollos y justificaciones autónomas, independientes de cualquier referencia. El arte ya no refiere a... Es, o supone ser, una entidad que pretende su autojustificación en el entramado social”. Burger, Peter, “Teoría de la Vanguardia”, Ed. Península Barcelona -1974.

En el marco referencial de la cita que antecede resulta posible recortar la “intervención de obras del patrimonio y mazorcas de maíz” que se encuentra en exhibición desde fecha reciente en el MAC, Museo de Arte Contemporáneo, Bv. Gálvez 1578, Santa Fe. El artista plástico Marcelo Pombo, autor-creador de la instalación que involucra la totalidad del espacio del precitado museo, hace de este lugar un ámbito en el cual los acentos visuales, las citas referenciales y las argumentaciones conceptuales se entrelazan sin fisuras ni tropiezos plásticos, creando a su voluntad un espacio que traslada el concepto de arte visual entendido como fenómeno espacial intemporal hacia territorios conceptuales y fácticos propios de la temporalidad efímera, que sólo permanecerá en la memoria y, eventualmente, en registros visuales fotografiados y, o filmados rescatando la información al margen de cualquier experiencia directa significativa. La exposición se titula: “Los duendes del campo decoraron el patrimonio durante la noche”.

La investigación en torno a la búsqueda de nuevos parámetros estético-artísticos resulta absolutamente legítima, y en este caso se recorta como desafío tangible de irreprochable resolución formal. Pombo sabe lo que hace y cómo hacerlo. Convoca a esos efectos a la obra real y/o proyectada de César Fernández Navarro, pintor, ex director de la escuela Provincial de Artes Visuales Prof. Juan Mantovani en un autorretrato clásico de medio cuerpo; a él se agrega la proyección de una xilografía de la maestra del grabado Mele Bruniard, y cuatro óleos directos de tamaño medio rescatados del olvido -justo es decirlo- de Vilma Turconi, pintora amiga, de los míticos años ‘60 en El Galpón, hito contestatario de la cultura visual santafesina de la época. Marcelo Pombo toma y con ellos, y mediante ellos, a más de la proliferación de mazorcas de maíz intervenidas cromáticamente, sumadas a los muros y paredes también tratados, crea el insólito ámbito expresivo global en función de: “Dialogar con el pasado del arte argentino como desde un sueño, aportándole caos, confusión y misterio a ese pasado para de esa manera volverlo más contemporáneo y vivo”.

El conflicto eventual, en opinión de esta columna, gira en torno al concepto que se tiene con respecto a la estilística del arte visual, y que sintéticamente podría postularse como: ¿Es el arte visual un hecho visible y tangible permanente o, en su defecto, es un asunto ajustado a la transitoriedad, circunstancialmente tangible que pronto fuga? La disposición de la exhibición permite un recorrido completo que se restringe, objetivamente en su apreciación, a un público de iniciados o vinculados a los epifenómenos de las llamadas Vanguardias y Transvanguardias artísticas. Ocurre que muchas veces en la genuina búsqueda de discursos artísticos personales todo creador puede, inopinadamente, tropezar con la trivialidad.

La proposición a la vista es un desafío técnicamente irreprochable. Tómelo o déjelo en el convencimiento de que el arte visual siempre es un modo de interpelación al observador, y cada quien decide su rumbo.

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Obra de Airel Chabrillon. Foto: Gentileza producción

Salón de Acuarelas Francisco Puccinelli 2013

En el espacio de San Cristóbal-Seguros Generales de Av. Rivadavia 3070 Santa Fe, se exhibe una colección de acuarelas, las que conforman el llamado Salón de Acuarelas Francisco Puccinelli, Edición 2013.

Resulta de imperio establecer “parti-pris” que la acuarela, técnica pictórica cuya exigencia estético-plástica se trivializa con excesiva frecuencia en función de su aparente sencillez, tiene en Santa Fe un amplio espectro de practicantes con magros resultados a la vista. A veces tenida como rémora del pasado, otras como entretenimiento “dominguero”, conviene resaltar que el rigor específico que demanda la metáfora plástica arquitecturada por el tinte de leve toque que va definiendo la poética del color y la forma delicuescente se empaña, obnubilada por el “inmediatismo” con el que se obtienen estampas ornamentales, a veces decorosas, que pocas ocasiones superan riesgos creativos fundantes.

Así las cosas, en el evento abierto a consideración se entregaron: un Primer Premio Adquisición a la pintura de Silvia Tribus titulada “Se oyen silbar los fresones en la tela”. En esta acuarela la autora se permite, con falencias compositivas entre contraste geométrico de fondo y resolución sensible de los frutos, una pieza equilibrada respetable. Logra distinguirse en el contexto de la convocatoria tanto por el asunto plasmado como por el tratamiento del mismo. El Segundo Premio instituido le fue otorgado a la acuarela “Barranca roja”, firmada por su autor, Adolfo Arana. Se trata en este caso de un prolijo paisaje descriptivo de entonación monocromática, en tanto que el Tercer Premio le fue otorgado a Carla Rotania por su obra “Paisaje urbano”. Los autores Claudia Menotti y Marco Pinta recibieron menciones en este evento organizado por la Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos que contó con la participación de Roberto Magnin, Guillermo Hoyos y Analía Sagardoy como jurados, con la presidencia de Lucía B. de Schmidalter.

Ariel Chabrillon, Muestra de Pinturas

En el Salón del Colegio de Arquitectos de la provincia de Santa Fe, distrito 1, sito en San Martín 1574, Ariel Chabrillon expone una colección de acuarelas, acrílicos y técnicas mixtas datados entre 2007 y 2013. A contrapelo de la magra y desenfocada iluminación del espacio expositivo, Chabrillon exhibe trabajos de notoria fuerza expresiva dentro del marco de su temática y recursos plásticos.

El contraste cromático y la multiplicación de acentos formales definen a estos buenos trabajos visuales que articulan con soltura texturas, valores y tintes cromáticos limpios. La gestualidad pictórica otorga fuerza expresivo-poética a varios trabajos a la vista. La innecesaria concesión discursiva evidente en la obra “Tristeza de niños oligarcas” en la que el autor mixtura inopinadamente la descripción pictórica fidedigna con acentos caricaturescos alteran la coherencia plástica de la obra a la vista. Los rótulos de las obras aparecen puestos en un lugar que molesta ostensiblemente la visión de cada obra. De igual modo, vale acotar que el énfasis en la rúbrica de autoría perturba circunstancialmente la apreciación de los trabajos a la vista.