Preludio de tango

“Pero yo sé”

“Pero yo sé”

 

 

Manuel Adet

Es un tango compuesto y escrito en 1928 por una mujer que se llamaba Azucena Maizani que se presentaba en los escenarios como “La Ñata Gaucha”, una mujer considerada una de las grandes cantantes de tango de su tiempo, una mujer que, además de cantar, sabía componer y era capaz de escribir, una mujer que siempre se jactó de su amistad con Carlos Gardel, quien alguna vez le dijo: “Vos estarás un poco gorda y yo estaré un poco viejo, pero seguimos siendo los mejores cantores de tango de Buenos Aires”.

“Pero yo sé” fue grabada por Maizani en 1930 y hay otra grabación de 1931, pero además merecen mencionarse la de Raúl Berón con Aníbal Troilo, la de Ángel Vargas con Ángel D’Agostino y la de Héctor Pacheco con Osvaldo Fresedo. Entre las mujeres se destacan las versiones de Adriana Varela y Soledad Villamil, dos versiones controvertidas, pero que merecen escucharse.

El poema alude a un personaje que el tango supo construir en diferentes versiones. Se trata del bacán, el niño bien, el gran señor que luce su estampa, su elegancia y sus éxitos en el gran escenario público de la ciudad, en sus lugares más emblemáticos para ser más preciso. “Pero yo sé”, está relacionado con “El aristócrata”, el tango de Cobián y Cadícamo, o “Pato”, de Ramón Collazo, o “Carro viejo” de Máximo Orsi o “Niño bien” de Víctor Soliño.

Las conexiones de estos tangos entre sí no excluyen sus diferencias. En “Pero yo sé” la personalidad del protagonista está descripta con sobrias y precisas pinceladas en los primeros versos: “Llegando la noche recién te levantas y sales ufano a buscar un beguén, lucís con orgullo tu estampa elegante sentado muy muelle en tu regia placé. Paseás por Corrientes, paseás por Florida, te das una vida mejor que un pasha, de regios programas tenés a montones, con fama y dinero de todo tendrás.”

Se trata a todas luces de un ganador, de un tocado por los dioses para disfrutar de la vida, de un mimado por los dioses y las diosas. Mientras todos madrugan para ir a trabajar, él se levanta a la caída de la tarde con un programa que parece sacado de una escena de Oscar Wilde o Henry James. Levantarse a la tarde y pasear por Corrientes y Florida es un detalle, pero por sobre todas las cosas, un toque de distinción. Corrientes y Florida, como Corrientes y Esmeralda son un paradigma para el tango. En Corrientes y Esmeralda, Celedonio Flores nos dice o nos sugiere que allí lucía sus habilidades pugilísticas ese otro niño bien que fue Jorge Newery.

Por calle Florida pasea Macoco Alzaga Unzué, personaje de “El aristócrata”: “Toda la calle Florida lo vio con sus polainas, galera y bastón”. ¿O el Payo Roqué? También exhibe su pinta y su “cañemu”, ese otro gran señor que es el héroe, algo venido a menos, de “Carro viejo”: “Paseabas por Florida de tarde bien trajeado, tenías apartamento parado a todo tren”. El niño bien del tango de Soliño, es un farsante pretencioso y engrupido, pero sabe muy bien que para simular lo que no es debe instalarse en el Richmond Bar, ubicado precisamente en calle Florida.

El personaje de “Pero yo sé” posee estos rasgos y modalidades, pero en él hay algo que lo distingue y en esa diferencia reside la originalidad del protagonista, porque ocurre que después de ser presentado nos enteramos de que tras esa fachada ganadora, ese estilo de vida señorial, distinguido y elegante, se esconde una herida, un dolor profundo que pone en cuestión esa supuesta caravana de la felicidad y el placer.

El título del tango es sugestivo. Son tres palabras, una preposición, un pronombre y un verbo. Alguien sabe algo importante, algo que nadie sabe: “Pero yo sé que metido vivís penando un querer, que querés hallar olvido cambiando tanta mujer, yo sé que en las madrugadas, cuando la farra dejás, sentís tu pecho oprimido por un recuerdo querido y te pones a llorar”.

La pregunta que corresponde hacer en todo poema, pero en éste en particular, es la siguiente. ¿Quién es el que habla?. O ¿quién es la que habla?, ¿quién es él o la que sabe? Las respuestas a estas preguntas no son unánimes. Para algunos se trata de un amigo, de un varón que conoce la intimidad de nuestro personaje y reflexiona sobre su vida. Pero la versión más aceptada postula que no se trata de un varón sino de una mujer. Así por lo menos lo plantea Azucena Maizani. Ahora bien, si aceptamos la versión del amigo no nos cuesta demasiado admitir que su saber proviene de alguna confidencia, como en el tango de Santiago Adamini, “Trasnochando”. Pero si se trata de una mujer, si el punto de vista es femenino ¿cómo lo sabe o por qué lo sabe? También en este caso las respuestas no son coincidentes. Algunos consideran que esa mujer “sabe” porque ella es la responsable de la herida, la autora de las lágrimas. Otros estiman que ella integra la lista de mujeres conquistadas, de esas mujeres en las que él se refugia para hallar olvido.

“Pero yo sé” dispone de otros atributos. Abundan las letras de tango en las que el hombre ejerce una severa crítica contra la mujer, críticas que según se mire la acusan de frívola, traicionera, algo tonta, cholula o con la cabeza llena de pajaritos. “Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones”, “Ya no sos mi Margarita aura te llaman Margot”, “Que querés si se acabaron tus delirios de grandeza hoy tenés de recompensa lo que vos te merecés”, “Y cuando estés muy sola sin una mano amiga, has de llorar de pena tirada en un rincón”, “Ay que sola que estás Milonguita, si llorás dicen que es el champán”.

Y así podemos seguir mencionando muchos más tangos con mujeres responsables del dolor o el resentimiento del hombre. Sin embargo, en “Pero yo sé”, la mirada de la mujer es más sobria, más recatada y si se quiere más piadosa”, lo que no impide que en las últimas estrofas la mirada adquiera tonos más severos: “Con tanta aventura, con toda tu andanza, llevaste tu vida tan sólo al placer, con todo el dinero que siempre has tenido, todos tus caprichos lograste vencer. Pensar que ese brillo que fácil ostentas no sabe la gente que es puro disfraz, tu orgullo de necio muy bien los engaña, no quieres que nadie lo sepa jamás”.

Otra vez el disfraz, la simulación, aparentar una cosa que en realidad no se es. El ganador, el buen mozo rico y espléndido, es un hombre gravemente herido y ningún triunfo, ninguna conquista, impide que a la hora de estar consigo mismo, a la hora de la soledad que se confunde, como no podía ser de otra manera, con la madrugada, se sienta derrotado y la conciencia de esa derrota, de ese dolor lo haga derramar lágrimas amargas y desconsoladas.

“Pero yo sé” es un tango que se canta “suave”, como acariciando las palabras, como contando una historia triste que no llega a ser trágica. Escucharla en cualquiera de sus versiones es siempre un placer. No por casualidad los cantores que lo llevaron al disco fueron Berón, Pacheco y Vargas.