Cantar como si fueran uno
Para Coral Guadalupe, éste es un año de festejos. Dispuestos a celebrar 15 años de música compartida, sus integrantes repasan una historia que se afianza en el aprendizaje permanente y en las experiencias cotidianas que los vinculan con el placer de cantar. Para esta noche, junto a dos coros invitados, organizaron un festival en la escuela Nuestra Señora de Guadalupe.
TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GUILLERMO DI SALVATORE Y gentileza coral guadalupe.
¿Cuántas cosas ocurren en la vida de una persona a lo largo de 15 años? ¿Y de 25 personas? Nacimientos, pérdidas, casamientos, cumpleaños, romances, viajes, aprendizajes, encuentros. En el caso de los y las integrantes de Coral Guadalupe pasó todo esto y también la música que, desde marzo de 1999, viene uniendo a quienes componen la agrupación en un solo canto.
Nacido en el marco de la propuesta hecha por los Talleres de Extensión a la Comunidad que impulsó la Escuela Paula Albarracín de Sarmiento, el coro dio sus primeros pasos musicales con más de cincuenta integrantes. Desde entonces hubo cambios tanto del espacio de referencia como en la dirección y el número de miembros.
En 2007 el grupo adoptó el nombre que aún mantiene y se incorporó a la Comisión de Cultura de la Cooperativa Setúbal. Pero no se modificó su objetivo, desde sus inicios orientado a cultivar dentro de su repertorio obras folklóricas de procedencia nacional y latinoamericanas, aunque con incursiones en la música eclesiástica y clásica.
Si bien el coro está integrado en forma mayoritaria por gente mayor, el nivel de organización es excelente y se han incorporado varios jóvenes, un dato que reviste gran importancia para la integración y la conexión con las familias de cada uno.
“El desafío es saber con qué contamos, potenciar lo que sabemos y trabajar en objetivos superadores, desde lo vincular y como coreutas”, sintetizan.
BREVE HISTORIA, MUCHA EXPERIENCIA
“Éste es un coro vocacional, no todos sabemos música”, aclaran algunas integrantes de la agrupación en una charla que tiene por escenario la Basílica de Guadalupe, uno de los espacios que frecuentaron con su canto, y corazón del barrio que les da nombre.
Norma Milo, Martha Milano, Susana Zeballos, Nelita Dubois y María Elena Giménez sintetizan algunos hitos de una historia que se sigue escribiendo en cada ensayo y en cada presentación, y recuerdan que el primer director fue Jorge Céspedes, “de quien aprendimos muchísimo y estuvo con nosotros hasta 2004”.
Luego siguió Soledad Gauna y más tarde Alfonso Paz. Junto a ellos colaboraron asistentes de primer nivel. En 2008 llegó su actual directora, Soledad Falcón, con la asistencia de Rodrigo Benavídez (Ver En buenas manos).
En su tránsito desde la escuela a la cooperativa destacan la figura de Agustín Frutos, presidente de la institución que los cobijó y les dio un lugar destacado para seguir desarrollando una actividad que las apasiona y que todavía les genera “un ruidito en el estómago” cuando suben a un escenario.
Al compromiso de ensayar dos veces por semana -y a veces más, si la obra lo requiere- suman el mérito de la convivencia y la integración, la alegría por el canto y por estar juntos, por pasarla bien y por disfrutar de cada momento. “Somos piezas que se tienen que ir ensamblando y son todas necesarias”, coinciden.
En su trayectoria, el coro atesora presentaciones en nuestra ciudad y en otros puntos del país, pero también la experiencia de megaconciertos, como los que se realizaron en Unión, en Rosario, San Jorge y en el Parque del Sur organizados por Sadop.
Ahora, al cabo de toda la experiencia recogida en el camino, aseguran que “quince años es un mérito que se ha dado, primero, gracias a un profundo amor por la música y también porque se crearon vínculos que trascienden la actividad del coro”.
verdadero ESPÍRITU TODO TERRENO
Además de las presentaciones en nuestra ciudad, de su participación en conciertos solidarios y de los festivales que los tienen como organizadores, Coral Guadalupe viaja. Todos los años los convoca algún evento en otro punto del país y de todas partes suman anécdotas y experiencias que van más allá del objetivo artístico.
En 2007 -recuerdan- viajamos a Alta Gracia y, además de los conciertos, hicimos una cantata por las calles con acompañamiento musical del esposo de una de las coreutas, y bailamos y cantamos “La Suavecita”. En 2008 fue el turno de Merlo, donde la nieve le dio un sorpresivo plus a la presentación.
Hasta Salta llegaron en otra ocasión y de regreso atravesaron Santiago del Estero, donde los esperaban 40º de temperatura sin aire acondicionado en el colectivo; “pero eso no opacó el viaje”, aclaran. En Cerrito, en cambio, los esperaba una temperatura gélida que no se disipó con un menú frío ni la bebida helada, “pero aun así la pasamos maravillosamente”.
Hasta Mar del Plata llegaron en 2010 y allí participaron de un taller con el gran maestro Vivian Tabbush, y cantaron en la peatonal para toda la gente que transitaba por allí.
De San Antonio de Areco, donde se presentaron en 2011, se trajeron otra anécdota: “Fuimos a un negocio de ramos generales, había un piano y nuestro chofer se puso a tocar mientras bailábamos entre los mostradores”.
Las historias se suman y multiplican y son el condimento para una actividad que se funda en el arte y la música pero que se nutre de experiencias cotidianas, las mismas que transcurren en una vida a lo largo de 15 años.








