Neo-compras: hacia un consumo responsable

A tono con la tan citada ola verde, comprar moda se ha convertido, para muchos, en algo más que un antojo o una gratificación del momento. Es más bien un acto meditado que propulsa la compra-inversión a largo plazo.

TEXTOS. GEORGINA LACUBE. FOTOS. GENTILEZA DE LAS MARCAS.

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Constanza von Niedrhäusern y Rubén Troilo, de Garza Lobos.

 

Los nuevos hábitos en materia de shopping obedecen a una idea, durar. Este cambio de paradigma en el consumo de moda es un derivado del slow fashion, una filosofía que nació como contrapropuesta y contratendencia del fast fashion de los noventa y principios del 2000 y, justamente, se basa en consumir menos y mejor, donde el valor esté puesto en los productos en sí mismos y no sólo en la imagen de la marca.

Desde esta cosmovisión es que también se vincula al consumo responsable, ya que el consumidor se hace más refinado a la hora de elegir sus prendas y busca, no sólo valor material (una buena tela), sino valor social y ecológico.

El boom del consumo responsable tiene su foco en el hemisferio norte y llega de la mano de nuevos fashionistas que, cansados de la producción en cadena, de la uniformidad, de las tendencias rápidas de la moda y su correlato de prendas que “pasan de moda” estación tras estación, demandan moda sostenible, delicada, hecha con mimo y a buen precio. ¿Qué significa esto? Que estos cultos amantes de la moda editan su propio placard a fuerza de prendas de calidad, sin fecha de vencimiento, siempre ganadoras y combinables. Un buen par de zapatos, cómodos y versátiles, un bolso que venga avalado por el peso de su propia leyenda (por caso, el mítico 2.55 de Chanel o el Birkin de Hermés), un suéter de legítimo cashmere y otros indumentos con toque humano y handmade (confeccionados de manera artesanal, con materiales como lanas de oveja y llama hilada y teñida a mano o puro algodón) son de la partida.

MÁS ADEPTOS

La movida suma adeptos famosos, como la diseñadora francesa Isabel Marant, quien ha declarado en varias entrevistas que a la hora de comprar moda pone mucha atención. “Adquiero cosas muy precisas, sólo aquello que necesito o que me va a durar siglos. Las compras compulsivas me entristecen un poco y es cierto que esta industria te empuja a gastar continuamente”, reconoció en una nota que le hizo la revista Vogue España.

Otra cultura del “menos es más” es Inés de la Fressange, estilosa socialité, ex-modelo y diseñadora devenida en escritora. En su exitosa y novísima Guía de Estilo (La Parisina, Grijalbo, 2012), da cátedra sobre cómo lograr un estilo sostenible y chic en base a un placard de sólo siete piezas esenciales, a saber: blazer, trench, suéter azul marino, remera sin magas, vestidito negro, jeans y chaqueta de cuero. ¿La clave? Saber combinarlos y aggionarlos con buenos accesorios. Otros tips que imparte son: no caer en la trampa de las tendencias pero conocer lo que es trendy, no gastar para llevar una etiqueta a la vista, exigir calidad y no llenar el ropero con prendas que no se usarán jamás. No en vano cada vez hay más ferias americanas y mercados de pulgas, lugares que permiten comprar productos usados pero de enorme riqueza.

ARGENTINA Y EL MUNDO

El aporte de Miguel Ángel Gardetti, fundador del Centro de Estudios para el Lujo Sustentable, que asiste a las empresas del rubro en la transformación hacia la sustentabilidad, alentando la práctica en todas las áreas de la organización y su cadena de abastecimiento, es revelador: “En Argentina, como en varios países de Latinoamérica, el grupo de consumidores que tiene acceso a este tipo de información es realmente muy pequeño y su contenido es escaso. En ciudades como Nueva York, Vancouver, Berlín o Moscú, se ha decidido a tomar un liderazgo en estas temáticas y los consumidores tienen acceso a una sólida y voluminosa información sobre los impactos ambientales y sociales de la moda debido a que organizaciones empresariales, académicas, ONG y agencias del gobierno lo consideran como un factor sumamente importante y decisivo en el cambio hacia una moda sustentable. Además, en general, los medios de comunicación especializados hacen un aporte responsable y el comprador podría definirse como un consumidor consciente. Aquí, los consumidores ocasionan un gran impacto ambiental a través del mal cuidado de sus prendas, algo que se nota en la excesiva utilización del agua y de la energía a la hora de higienizarla. Por ahora, estamos muy lejos de generar ese cambio aunque ese debería ser el objetivo al que debemos llegar.”

Sin embargo, hay otros que piensan que el movimiento para salir del consumismo sin sentido y estar en mayor sintonía con el medio ambiente y los derechos humanos existe, aunque sea incipiente. Así lo admite Vicky Salías, adjunta de Diseño de Indumentaria (UBA), coordinadora de los talleres de Diseño del Centro Cultural Rojas y consultora de empresas de moda: “A nivel local, creo que hay dos compradores: el que consume slow en su vida, es decir, que compra productos sustentables, alimentos orgánicos, que separa los residuos, etcétera, (que cada vez son más pero aún es un nicho); y aquél que consume slow o eco porque está de moda, y tal vez, si la prenda dice orgánico o tiene aspecto artesanal, la compra sin pensar mucho en las otras variables”.

Y agrega un dato valioso: “La sustentabilidad no sólo atañe a las materias primas, también debe abarcar a los procesos productivos y de comercialización de las prendas. Porque podemos tener una remera básica en el mercado, que esté hecha con un algodón orgánico (si bien está bastante en discusión su sustentabilidad real por el consumo de agua que requiere su producción), pero si el taller es clandestino o tiene esclavos, no hay sustentabilidad que valga.”

SLOW FASHION LOCAL

En nuestro país existen muchas marcas enroladas a este nuevo hábito. Un ejemplo es Garza Lobos, la etiqueta de Constanza von Niedrhäusern y Rubén Troilo. Su propuesta se define slow porque todos sus tejidos son creados a partir de la esquila de sus propias ovejas en la Patagonia y de los guanacos en silvestría; le compran fibra de llama a las cooperativas del norte argentino y el cashmere a las de Neuquén, ayudando a los pequeños productores a vender sus zafras. La gestión abarca toda la cadena productiva, desde la esquila en el campo y la separación de las fibras gruesas y finas hasta que llega a las manos del cliente.

“Creemos que es muy importante aprender a tener un consumo consciente, pensar bien qué compramos y para qué. Nosotros tratamos de valorar la calidad antes de la cantidad, porque es mejor tener un buen abrigo de llama o una buena remera de algodón orgánico antes que 10 remeras de poliéster que se hacen pelotita. También deberíamos saber de qué material esta hecha nuestra ropa, cómo cuidarla bien y lavar a mano lo que se debe lavar a mano”, reflexionan a dúo.

Otra opción es Sieben, la marca de indumentaria femenina que forma parte del Circuito de Diseñadores de Palermo Viejo y cuya mentora es la diseñadora Paula Fiedler. Aquí es posible encontrar diseños que trascienden las temporadas de la moda y que se fabrican en talleres de recuperación y reinserción laboral de personas rescatadas de talleres clandestinos. “Los productos de marcas económicas que tienen precios difíciles de competir en el mercado no aparecen de la nada. Cuando ocurren tragedias en talleres de dudosa procedencia (como en India o en el mismo Once), se toma conciencia que ese precio tan bajo tiene un costo real, alguien está pagando esa diferencia”, revela Fiedler.

OTRAS INICIATIVAS

Por su parte, Agostina Bianchi, diseñadora y dueña de su etiqueta homónima, cuenta: “Reutilizamos todos los hilados sobrantes de la producción para no generar desperdicios en el medio ambiente. Además trabajamos con gente de la comunidad indígena Toba, quienes utilizan sus técnicas ancestrales para poder subsistir de sus artesanías a través de un comercio justo. Los materiales que utilizamos son de pequeños productores que cuidan muy bien a sus animales, los mismos pastorean al aire libre y se los esquila una vez al año en épocas donde comienza más el calor para que no tengan frío.” Así se consiguen prendas para atesorar por siempre y usar varias temporadas por poseer muy buena calidad y por no seguir tendencias de moda. Las prendas son de edición limitada y no son seriadas.

Sr. Amor surge de la necesidad del Ejército de Salvación por “crear conciencia solidaria”. La marca es 100% slow fashion porque no sólo reutiliza prendas donadas sino que a partir de ellas se crean nuevas ropas de calidad hechas por grandes diseñadores. Todo el trabajo de quienes se involucran en Sr. Amor es donado. “Diseñamos bajo este manifiesto porque estamos convencidos de que la moda puede ser sustentable y original. Todo se recicla. Cada diseñador le infunde a la prenda su sello y estilo creando algo nuevo”, revela Kika Tarelli, curadora del sello.

Pampa & Pop, la marca de Josefina Gamboa y Leticia Amorin, también se ajusta a la filosofía de slow wear con prendas pensadas para durar, básicos (y no tanto) de calidad. Todas son el resultado de una cadena que contempla una remuneración justa y digna a través de su trabajo con cooperativas, la permanente búsqueda de soluciones más ecológicas (el curtido responsable del cuero, el algodón agroecológico, el uso de tintas biodegradables para serigrafía), utilizar materias primas de origen argentino con el objetivo de apoyar a una industria textil extremadamente debilitada y consolidar alianzas de largo plazo a fin de promover el saber tradicional y preservar los oficios manuales.

RECURSOS PARA UNA COMPRA INTELIGENTE

1) No ir de compras cuando se está deprimida o triste. Estos estados de ánimo conducen a malas compras.

2) No ir de shopping con amigas, ya que alientan a comprar todo; ni con hombres porque son impacientes.

3) Elegir prendas que se puedan combinar con las que ya tenemos en nuestro ropero.

4) Optar por aquellas que no tengan una tendencia definida porque va a dejarse de usar en poco tiempo.

5) Elegir cortes clásicos y priorizar la calidad a la cantidad.

6) Leer las etiquetas para ver la composición de la prenda, chequear si es fácil de mantener y que no se arrugue con facilidad.

7) No comprar prendas que requieran lavado en seco porque están hechas de materiales baratos.

8) Se puede usar champú de bebé para lavar la ropa delicada en lugar de los jabones caros para ese fin.

9) Guardar la ropa de la forma correcta. Colgar lo que necesite ser colgado y doblar ropa que pueda estirarse.

10) Es preferible lavar la ropa con agua fría a caliente y secarla de forma natural.

Asesoró: Claudia Lombardi, asesora de imagen y directora de la consultora homónima.

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Josefina Gamboa y Leticia Amorin, de Pampa & Pop.

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Agostina Bianchi, diseñadora y dueña de su etiqueta homónima.