Michelle Obama con estilo propio

Michelle Obama con estilo propio

Aunque parezca increíble, Michelle Obama, la primera dama de Estados Unidos y madre de dos nenas, selecciona su ropa a conciencia. Un armario apto para tiempos de crisis, escogido para transmitir valores como coherencia y austeridad.

TEXTOS. GEORGINA LACUBE.

 

Indagar en lo nuevo, encontrar la piedra filosofal capaz de convertir las tendencias del momento en oro o, lo que es lo mismo, en un look atemporal, son las metas que persigue toda amante de la moda y las mujeres de los políticos no son la excepción, aunque siempre estén bajo la lupa de los medios debido a su alta exposición pública.

Pero esto parece no importarle a Michelle Obama, la Primera Dama del país más poderoso del planeta, ya que maneja como nadie el arte del buen vestir. Su habilidad para componer estilismos impecables con prendas de precio económicos de J. Crew o H&M (como el saquito que usó la noche en que su marido, Barak, fue elegido presidente, así como también cuando se vistió para el encuentro con la reina de Inglaterra) y su gran olfato para apostar por vestidos de diseñadores como Michael Kors o Jason Wu, que se apartan un poco de lo común entre las mujeres de la clase política, la consagraron como una de las mujeres mejor vestidas del planeta, según las prestigiosas revistas Vogue y Vanity Fair.

Y sus dos hijas siguen sus pasos. Grande fue el impacto que causó el vestuario que ambas niñas eligieron en la ceremonia inaugural del segundo mandato presidencial de su padre: Malia, la mayor, lució un abrigo color ciruela de J. Crew con un vestido azul eléctrico y una bufanda color vino; mientras que su hermana menor, Sasha, usó un abrigo y un vestido morado de Kate Spade, la marca más colorida y seguida por celebridades como Sarah Jessica Parker, Halle Berry, Jessica Alba, Sienna Miller y Gisele Bundchen, entre muchas otras.

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Volviendo al estilo de Michelle, los especialistas coinciden al señalar que la señora de la Casa Blanca es la viva prueba de una persona que se viste de ella misma y sabe lo que favorece a su figura. No por nada, y consciente de sus bellos hombros, suele usar para la noche vestidos que los dejen al descubierto.

Con una agenda tan apretada como la suya, sabe que la ropa y los zapatos que lleve puestos le tienen que resultar cómodos. Lo suyo es un estilo clásico pero con un twist, una ecuación fascinante para muchas ciudadanas americanas que copian hasta el cansancio cada uno de sus looks versátiles y espontáneos. Lejos de ostentar carteras, relojes y zapatos de precios exorbitantes, el “Obama style” incluye básicos del guardarropas como: vestidos negros ponibles, faldas tubo y cardigans de cashmere que repite y refresca mediante el uso de prendas en vivos colores o con estampados y buenos accesorios (un cinturón, un collar de perlas y un buen par de aros).

Entre sus estilismos más recordados cabe mencionar el top de flores de Moschino con falda de estampado gráfico que se puso para un evento en el Clinton Global Institute, el vestido palabra de honor azul de Vera Wang que lució en el Kennedy Center Honors, y el vestido negro de Michael Kors, con collar de perlas, que se puso para su primera fotografía oficial como Primera Dama.

Su influencia en el mundo de la moda es tal que la “obamización” alcanzó a las nuevas generaciones, que la reinterpretan. Tal es el caso de Taylor Swift (cantante y compositora de música country), que se pasea por la ciudad enfundada en amarillos y naranjas, los colores preferidos de Michelle; mientras que la joven actriz Leighton Meester se presenta en los rodaje de Gossip Girl con collar de perlas + vestido estampado + saquito ligero + plataformas.

ESTÍMULO PARA LA INDUSTRIA DE LA MODA

La mujer del presidente de los Estados Unidos ha demostrado que es mucho más que un ícono de estilo: es un verdadero negocio para la industria textil de ese país. Recientemente, el Harvard Business Review calculó que con sólo exhibirse con una prenda, Michelle Obama puede incrementar sus ventas en unos 15 millones de dólares.

Y hay una cifra estimada del negocio que les genera a los diseñadores y a las tiendas cuyos modelos luce: más de 2.600 millones al año. En palabras de André Leon Talley, subeditor de la edición norteamericana de la revista Vogue: “Un paquete de estímulo económico para la industria de la moda condensado en una persona”.

Y sí, Michelle Obama -cuyo cuerpo, notoriamente, no es el de una top model- es capaz de encumbrar carreras con sólo mostrarse ante las cámaras 10 minutos. Por caso, en junio de 2008 apareció en un programa con un vestido de hojas estampadas en blanco y negro de la diseñadora americana Donna Ricco. Se vendía a 112 euros y agotó stock en cuestión de horas.

A Jason Wu, un creativo nacido en Taiwan de 29 años, lo lanzó virulentamente a la fama al usar un vestido blanco (símbolo evidente de pureza, frescura y nuevo comienzo) creado por él para su primer baile tras el triunfo electoral de su marido. La prenda fue donada al museo Smithsonian; el “boom Jason Wu” tomó al país por asalto y el joven inmigrante asiático entró de un día para el otro en la historia de la moda.

OTRA IMAGEN

Otro dato llamativo es que la forma de vestir de Obama es algo que, hasta ahora, no se había visto en las primeras damas estadounidenses. Los modelos eran o la sofisticación de Bill Blass y Oscar de la Renta que lucían Jackie Kennedy o Nancy Reagan, la discreción ligeramente aburrida de los eternos tailleurs de Laura Bush o el total desinterés por el tema de Eleanor Roosevelt, siempre de pollera gris o azul marino, sin maquillaje y a menudo con el pelo recogido en un rodete para que no le moleste.

A su vez, otras primeras damas, como las mujeres de su generación, tuvieron que elegir entre el papel de esposa y madre atractiva (Jackie Kennedy) o la ejecutiva seria (Hillary Clinton). Pero Michelle Obama pudo sintetizar ambos polos. Los colores alegres de su ropa, los estampados juveniles y el pelo prolijamente lacio y carré, naturalmente transmiten otra imagen, mucho menos alienante para un sector amplio de la población, y todo esto sin necesidad de emitir ni una sola palabra.

Errores y perdones

Claro que todo el mundo comete errores. Y algunas elecciones de la señora no han sido las correctas desde el punto de vista de la opinión pública. Para el encuentro con el primer mandatario chino usó un vestido colorado de Alexander McQueen que causó todo tipo de opiniones. Desde la derecha se la censuró por haber elegido homenajear el color de la China comunista, y en la izquierda cayó mal que se hubiera inclinado por un diseñador británico de lujo en vez de favorecer un talento local.

Eso sí, quienes la critican reciben un “llamado de atención”. Una anécdota cuenta que cuando Oscar de la Renta desaprobó públicamente la informalidad de su atuendo para el encuentro con Isabel II, recibió tanta presión para disculparse que este maestro de la aguja -que vistió a generaciones de primeras damas, aunque nunca fue convocado por la actual administración- debió aparecer en un talk-show para retractarse.

El cuerpo de la señora Obama (o al menos ciertas partes de él) también parecerían tener algo de tabú. A menudo, se mencionan en los medios sus maravillosos bíceps, fruto del ejercicio constante que realiza desde que se convirtió en abanderada de la lucha contra la obesidad.

Hace ejercicio absolutamente todos los días, es muy activa y adora estar en movimiento. Tanto que si ve a sus hijas bailando el hula-hula, ella se anima a bailarlo también. Además, sigue una alimentación muy sana y, como cualquier mujer ocupada, se cuida con lo básico: la piel bien hidratada y el pelo, en su caso, casi siempre con volumen, buen brillo y sano.

Sin embargo, hace poco a un diputado republicano se lo escuchó decir (mientras hablaba por teléfono celular con otra persona) que la primera dama “nos da lecciones de cómo debemos comer cuando ella misma tiene un trasero grande”. Al trascender esto, a pesar de tratarse de una conversación privada, el senador hizo saber por su vocero que la iba a llamar para pedirle perdón.

La mujer del presidente de los Estados Unidos ha demostrado que es mucho más que un ícono de estilo: es un verdadero negocio para la industria textil de ese país.

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