Grupo Amundsen Fram.

Grupo Amundsen Fram.
Exploradores polares
La conquista del Polo Sur era prioridad para el mundo científico de fines del siglo XIX. Aquí, la historia de dos hombres que con diferentes objetivos, estrategias y resultados emprendieron la marcha hacia ese punto donde el resto del planeta está al norte.
TEXTO. HUGO MATTERI. FOTOS. SCOTT POLAR RESEARCH INSTITUTE.
“Viernes 29 de marzo. Afuera, delante de la puerta de la tienda, todo el paisaje es una terrible ventisca. Resistiremos hasta el final; la muerte ya no puede estar demasiado lejos: es una lástima, pero no creo poder seguir escribiendo. R. Scott”. Última entrada: “Por Dios, cuidad de los nuestros”.
Ésta fue la última entrada en el diario personal del capitán Robert Falcon Scott, en 1912, en su camino de regreso del Polo Sur.
UNA CARRERA AL POLO SUR
Desde muy antiguo se intuía, suponía o imaginaba que al sur de la tierra conocida debería existir una masa de tierra que equilibrara el planeta. Pero esta historia comenzó a corroborarse recién para 1772, cuando el capitán inglés James Cook, en su segundo viaje al sur y bajo secretas órdenes del Almirantazgo, fue el primer hombre en la historia en penetrar los 66º 33’ de latitud sur, en lo que se considera actualmente el Círculo Polar Antártico.
Casi medio siglo después, el esquivo continente seguía sin ser avistado por humano alguno. Hasta que un 19 de febrero de 1819 el capitán inglés William Smith, avistó lo que más tarde se conocería como la Isla del Rey Jorge, cuestión que fue puesta en duda por la marina británica. Así, el 14 de octubre del mismo año regresó hasta esas latitudes y plantó una bandera como símbolo y reclamo de su descubrimiento.
A mediados del siglo XIX pareció despertarse en Europa una pasión por la exploración: naciones como Francia, Bélgica, Gran Bretaña e Italia, se lanzaron a explorar y llenar los lugares vacíos de los mapas en África, América o Asia.
Las noticias de exploradores como Burton, Younghusband, Livingstone, Stanley o Gordon -entre muchos otros- difundidas por el periodismo entre las grandes masas, inflamaron los ánimos imperiales.
Apellidos famosos como Weddell, Bellingshausen, Ross, Mawson o Larsen, han dado nombre a grandes regiones del Antártico, y mucho han hecho por cartografiar su litoral, algunos como exploradores y geógrafos, otros como balleneros.
De aquí en más se desató una carrera, no por el descubrimiento y la exploración geográfica, sino por la caza de ballenas y focas. En esa época se extraía la grasa de los cetáceos y los pinnípedos para utilizarla como aceite para iluminación, entre otras cosas.
Si bien en etapas más modernas el conocimiento aportado por ellos ha sido crucial, la Antártida seguía sin ser conquistada, y en 1899, en el Congreso Geofísico Internacional, se declaró el interés científico por la conquista del Polo Sur, e impulsó a las Sociedades Geográficas nacionales a incentivar la exploración polar.
En aquellos años pocas naciones estaban en condiciones de llevar a cabo esta exclusiva competencia; Gran Bretaña se lanzó a una carrera épica. Si consideramos que en el año 1900 recién se había llegado a los 78º 50’ de latitud sur, mucho era lo que quedaba por andar.
El capitán Scott realiza su primer viaje al Antártico en 1902, junto a nombres emblemáticos como Ernest Shackelton y Edward Wilson, recorrieron a pie y tirando de trineos unos 483 kilómetros. Así llegaron a los 82º 17’ S, marcando el nuevo extremo sur un 30 de diciembre de 1902.
Algunos años después, en 1908, el gran explorador británico Ernest Shackleton, fue el primero en remontar los 1600 metros de altura del glaciar Beardmore, el más grande del planeta, extendiendo en 482 kilómetros el nuevo extremo sur, que ahora distaba apenas 180 kilómetros del Polo Sur.
EL ÚLTIMO GRAN DESAFÍO
Pero sería el año 1911, en el que la Expedición Real Británica al mando del capitán Robert F. Scott intentaría llegar al polo, con más pompa victoriana que rigurosidad en la preparación de la misma. Según muchos historiadores de las exploraciones polares, fue una expedición mal planificada, mal conducida y peor ejecutada, aunque la propaganda posterior la ha revestido de gloria.
En esta historia se inmiscuyó un ignoto pero experimentado explorador noruego, aunque luego de su expedición de 1905 en la que logró cruzar por primera vez el paso del Noroeste en el Ártico, había ganado fama de riguroso e implacable a la hora de lograr metas. Nada menos que Roald Amundsen.
Amundsen estaba planificando explorar lo que constituyó la obsesión de su vida, llegar al Polo Norte. Como discípulo de otro gran explorador polar, Fridjot Nansen, había estudiado cuidadosamente sus viajes, su logística y sus conclusiones, tanto así que le solicitó utilizar su barco, el Fram, para esta nueva aventura.
Con el espíritu de una gran aventura exploratoria, con naturalistas y científicos entre los tripulantes, la expedición británica del Cap. Scott partió de Londres a principios de junio de 1911 con rumbo a Australia y Nueva Zelanda, y de allí a la Antártida.
A mediados de octubre arribaron a Melbourne, para repostar víveres. A Scott le aguardaba un telegrama: “Madeira. Me permito informarle que el Fram se dirige al sur. Amundsen”.
En diciembre de 1911 ambas expediciones se hallaban en la Antártida, en puntos muy distintos, Scott en la Isla de Ross, sobre el litoral de la Tierra Victoria del Sur, mientras Amundsen lo hacía cerca de la Bahía de las Ballenas en el Mar de Ross. Dos estrategias bien distintas, unos a pie, los británicos, los otros en trineos tirados por perros. Scott lo consideraba antibritánico y poco viril “...ningún viaje realizado con perros puede alcanzar nunca la altura de esa excelencia que se consigue cuando un grupo de hombres sale a arrostrar penurias, peligros y dificultades por sus propios medios. En este caso la victoria se alcanza en forma más noble y espléndida”.
LOS LEJANOS 90º
Sin embrago, el 14 de diciembre de 1911, el grupo noruego encabezado por Roald Amundsen llegó al Polo Sur, después de recorrer 1.280 kilómetros en 55 días. En su diario escribió “Alcanzado el objetivo, termino el viaje. (...) No puedo decir que haya alcanzado el objetivo de mi vida. El Polo Norte me había atraído desde pequeño, y allí estaba, en el Polo Sur. ¿Cabe imaginar algo más disparatado?”
El Polo Sur, aislado de la existencia de los hombres desde el comienzo de los tiempos, será visitado y transitado por ambos grupos con muy pocos días de diferencia.
Cinco semanas después el grupo de Scott llegó al Polo, para encontrar una carpa con la bandera noruega y una carta para el Rey Haakon de Noruega, la que Amundsen le solicitaba entregar, convirtiendo a Scott en el primer correo antártico.
El Cap. Scott registraba en su diario: “Los noruegos se nos han adelantado y han sido los primeros en llegar al polo. Esto supone una terrible decepción. Lo lamento por mis leales compañeros”.
La derrota no pudo ser peor, y aún quedaba el regreso.
Pero no regresaron, a sólo 17 kilómetros de uno de los campamentos de provisiones, fallecieron. La penosa marcha de regreso puede leerse en los diarios de Scott, Wilson o Bowers; penalidades indecibles, frío, hambre y congelaciones. Un padecimiento extremo en pos de una ilusión, embriagados por la pasión de llegar donde nadie había estado, atraídos irresistiblemente por el embrujo que lo desconocido tiene sobre el alma humana.
El día 23 de marzo Scott registra en su diario: “El fin ya debe de estar próximo. Hemos decidido que moriremos de forma natural”. Este final de sus vidas en la expedición al Polo Sur le valió a Scott y sus compañeros la gloria en su país, y opacó el gran logro del noruego.
Si bien muchos hombres y nombres hay en la exploración polar, tal vez ésta y la valiente saga de Shackleton, sean las más formidables aventuras de la heroica época marcada por las expediciones que conmovieron al mundo.
Como hace un siglo, la Antártida ofrece a quien la pisa todo este abanico de sensaciones y emociones. Las mismas que sintieron Amundsen y Scott, las mismas que les hicieron ir hasta allí para disputar la mayor carrera del siglo, un duelo solitario, una lucha los elementos y consigo mismos. Uno llegaría para ganar, el otro para perder, los dos para encontrar la gloria.
En el exacto punto donde el planeta gira, en el eje de su extremo sur, donde todas las longitudes y todas las horas son una, y donde todo el planeta está al norte, los 90º de latitud sur, hay hoy una base científica internacional que mantienen entre todos los países signatarios del Tratado Antártico, en la que enarbolan orgullosas sus banderas, y que lleva el nombre Amundsen-Scott, en merecido reconocimiento y homenaje a ambos valientes exploradores polares.

Polo Sur.

Roal Amundsen.

Robert Falcon Scott.