Por Hugo E. Grimaldi
(DyN)
“Barranca abajo”, el título del drama teatral del uruguayo Florencio Sánchez, sobre la decadencia de una familia a comienzos del siglo XX, describe de modo muy crudo el fondo del debate que pusieron sobre la mesa en Mar del Plata, los hombres de negocios nucleados en Idea.
Como todos los excesos que surgen cuando las situaciones se van por la pendiente, el temor siempre apunta hacia una precipitación de los hechos que tornen las consecuencias inevitables. De allí, que el temario del encuentro haya puesto en valor una serie de discusiones centrales sobre la degradación que se observa en la Argentina, con el propósito de que se aborden los problemas antes de que sea tarde.
Las manifestaciones de violencia o de desidia, de las que el atentado a la casa del gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, o el nuevo accidente ferroviario de Once son dos elocuentes señales marcan este lamentable rumbo.
Sin entrar en las chicanas de “ganada” o de “perdida”, las ponencias empresariales se focalizaron esencialmente en describir situaciones y en tratar de ver cómo hacer -si aún se está a tiempo- para revertir esas graves cuestiones esencialmente sociales e institucionales y hasta impositivas o de infraestructura, las mismas que se devoró de a pedacitos la última década.
El cortoplacismo como base
El desprecio por la división de poderes, la falta de reglas, la presión tributaria desmedida y la inflación fueron marcados como parte de las causas del problema.
En tanto, la corrupción, el declive social, la violencia y la falta de inclusión de miles de argentinos o las carreteras rotas y los puertos inservibles fueron catalogados como consecuencias del mismo problema: la cristalización del abandono.
De la discusión surgió que todos estos temas, que fueron los ejes bajo el que se desarrolló el Coloquio, tienen como denominador común la pasión por el cortoplacismo del gobierno nacional, inevitable correlato de un modelo que en lo político se sintió hegemónico y que fue capaz de imponer una agenda durante diez años a través de su relato, aunque como fundamento de la falta de previsión se comió la infraestructura que impacta sobre la productividad e igualó al grueso de la sociedad hacia abajo.
En este punto tan crítico, se habló puntualmente de pobreza, de deserción escolar, de adicción a las drogas, de jóvenes que no trabajan ni estudian y de su inserción laboral, a partir de estadísticas que, aunque conocidas, impactaron desde la crudeza porque son la cara social y quizás más crítica del desbarrancamiento del modelo.
Según la Universidad Católica Argentina, existen en el país diez millones de pobres y dos millones de indigentes, en tanto 1,2 millones de hogares están constituidos en viviendas precarias, de las cuales 600 mil se ubican en asentamientos, mientras que 3,5 millones de personas no tienen acceso a la red cloacal, entre otras carencias.
El mapa del drama social se completa con otros datos muy duros: casi 50% de los trabajadores (8,2 millones) no tiene acceso al sistema de seguridad social y 2,9 millones de jóvenes están en riesgo de exclusión y son los más expuestos a la pobreza, ya que la tercera parte no trabaja ni estudia o bien tiene el secundario incompleto y esta situación no sólo genera mayor desigualdad, sino mayor debilidad institucional, ya que 15,6 millones de ciudadanos (43,7%) están “disconformes” con la democracia.
El rápido ingreso a las adicciones
El experto Daniel Arroyo aportó que los casi 900 mil jóvenes que no trabajan ni estudian no pueden sostener el ritmo de un trabajo formal y explicó una de las aristas más dolorosas de toda la situación, la que conecta la situación de vulnerabilidad con la droga.
El ex viceministro de Acción Social detalló que, en general, víctimas del hacinamiento habitacional, los jóvenes que viven en condiciones precarias van a buscar aire o luz a la esquina de su casa, donde se reúnen con sus pares. Allí, tal como antaño valían las habilidades con la pelota de fútbol, hoy se saca patente de pertenencia con el consumo de drogas, generalmente paco. El ingreso al mundo de las adicciones les genera problemas de salud primero y luego la necesidad de conseguir dinero, por lo cual se endeudan y eso los lleva a delinquir, convirtiéndose en vendedores o en miembros de una barra brava o en milicias para cualquier trabajo relacionado con la política o aún integrando bandas.
Es más, quien logra un trabajo informal se da cuenta rápidamente de que sus amigos ganan más de la otra forma. Según Arroyo, saltar de la falta de vivienda a la delincuencia, pasando por la droga y el endeudamiento es una matriz que se repite barrio a barrio por todo el país y es el fundamento de un círculo vicioso que lleva a que muchas zonas hoy estén copadas por el narcotráfico.
Aterroriza saber que todo el proceso de captación se concreta en apenas seis meses. “No se trata ya del clásico dilema entre regalar pescado o enseñar a pescar. En la Argentina, se necesita dar pescado, enseñar a pescar y garantizar que haya peces en la laguna”, explicó a la hora de esbozar una solución integral a partir de “crear una segunda generación de planes sociales”.
Los camiones y los otros transportes
En este aspecto, en el Coloquio se consideró el rol del sector privado como “esencial para articular esfuerzos con el sector público” y así lo reclamó el titular de la Comisión de Justicia y Paz, Gabriel Castelli: “Si no compartimos más de lo que tenemos con los que menos tienen, no podremos mejorar la situación”, reclamó. ¿Qué hacen todas estas cuestiones tan sensibles en boca de personas o de compañías que se supone que sólo piensan en el lucro?
Desde un costado muy crítico se podría decir que es una manera de calmar conciencias o que el miedo no es zonzo o que el interés está dado en la necesidad de mejorar la competitividad para optimizar negocios o para ganar nuevos consumidores.
Tal como habría que rediseñar el sistema, ya que hay una clara desproporción a favor del camión, ampliamente favorecido con subsidios frente al ferrocarril, habría que reponer prácticamente toda la red vial, para lo que se necesitarían según el titular de la Asociación Argentina de Carreteras, Miguel Salvia, “120 mil millones de dólares”.
En cuanto al tren, el experto Jorge Kohon señaló que, fruto de estas desproporciones frente al camión y al abandono de los ramales, “el problema central del sistema ferroviario argentino es que no tiene tráfico, ya que por cada kilómetro de vía pasa menos de un tren cargado por día”.
“Esta es una tarea que, si no se encara rápidamente, hará que quedemos como un país secundario en transporte fluvial”, pronosticó Ricardo Sánchez, especialista del sector que trabaja para las Naciones Unidas. Es más, anticipó que, si no se hace nada, “el Puerto de Buenos Aires va en camino de convertirse en un puerto secundario, en menos de cinco años”.
Toda la sensación de deterioro que se desnudó en estos temas tan sensibles en Idea fue más por el costado del capital humano o por el capital físico que por el habitual diagnóstico que hacen los politólogos sobre un eventual “fin de ciclo” kirchnerista, tras las elecciones legislativas de la semana próxima, situación que está desembocando en internas feroces para tomar el control ideológico de los dos años que quedan de mandato, otra de las manifestaciones más contundentes que tienen los declives, el “sálvese quien pueda”.