La correcta elección de la hora para votar

La correcta elección de la hora para votar

Hay de todo en el mundo: tipos que planifican hasta el más mínimo detalle y despreocupados que van y votan como quien estornuda. No voy a meterme con la intención de voto, con la elección que es personal e intransferible. Quiero que hablemos de horarios, que es otra cosa. Vos, por ejemplo, ¿a qué hora vas a votar?

TEXTOS. Néstor Fenoglio ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

No es lo mismo a primera hora que al final de la jornada, como no es lo mismo el chancho que la sociedad de fomento. No es lo mismo volver para el desayuno o para el vermut. No es lo mismo a las diez de la mañana que a las cinco de la tarde. Acá repasamos algunos clásicos, no para cambiar o inducir conducta alguna, sino de puro jodones que somos, nomás.

* El tempranero. El señor o la señora (hay muchas señoras tempraneras: quieren quedar libres rapidito para encarar un domingo diferente) llegan incluso antes de que abran las mesas de votación y están listos para votar ni bien las autoridades de mesa se acomoden. Alguno puede creer que se trata de gente muy responsable y de conducta cívica elogiable. En realidad quieren rajar para la quinta temprano; o ir armando el asadito o los tallarines caseros con tiempo.

Tenés entre este grupo, a los cumplidores. Van para cumplir. Tienen conducta y no quieren deber nada. Son los mismos que van a misa, o al cementerio a cumplir con el pariente. Están más conscientes del deber que del contenido y significado mismo de la práctica.

El riesgo que deben asumir los tempraneros no es menor: la ausencia del jefe de mesa puede obligar a la “captura” del primero a las vueltas, con lo cual la idea de ir temprano (con el auto y el trailer con la lancha esperando afuera de la escuela) puede transformarse en una jornada entera al servicio de la democracia.

* Los mediomañaneros. No tienen gran apuro, pero tampoco quieren dejar todo para el final. Se levantan, se desperezan, desayunan y luego concurren a votar. Algunos llevan termos para el mate y aparecen los primeros chicos acompañantes. No están urgidos por la prisa, así que pueden ser buenos conversadores; no los alienta la urgente diligencia de los tempraneros, por lo que hasta pueden disfrutar del entorno, relojear el cuchicheo de los fiscales con el puntero, saludar al intendente, al ministro o al presidente comunal y, en fin, observarlo todo. Tienen noción de disfrute.

* Los del mediodía. Estos son jodidos y hay que tenerles respeto. ¿Qué hace ahí esa gente en vez de estar comiendo un asadito tranquilos en sus casas? Un tipo o una tipa que llega a esa hora o no tiene compromisos en su casa, o cree que nadie aparecerá. O son inspectores de algo, escondedores de boletas, o son especuladores netos. Pueden tener alta conciencia política y militancia partidaria encubierta. Le arruinan el ritmo que las autoridades de mesa habían adquirido sobre el sánguche (a los presidentes de mesa y fiscales les llevan sánguches, no sandwichs) de milanesa. Jodido interrumpir el almuerzo de los demás.

* Los siesteros. Aparecen a los provechitos, y hasta con olor a comida. Alguno, sin llegar a la impugnación, puede tener más de una copa de totín encima. No andan a los gritos, pero en la cola de votación están locuaces y casi provocadores. El agente de policía asignado, tranquilo durante toda la jornada, de golpe está alerta y camina cerca. Los tipos no pudieron o no quisieron votar antes, comieron y ahora quedaron en la triste disyuntiva de la obligación y las ganas de torrar una siestita. Por eso llegan a los barquinazos y con el objetivo visible de ir a dormir un rato. Sopesaron ya que si se quedaban en casa para dormir la siesta, capaz que no votaban un carajo. Y ahí están ahora.

* Los rezagados. No tienen perdón de Dios. Tienen la reprobación de todos: autoridades, fiscales, punteros a las vueltas, agentes de policía. En nuestro país, los rezagados son ya una fuerza política en sí misma, capaz de volcar la elección. Son muchos. Tienen en sus cuerpos los rastros de un largo domingo de libaciones y morfi ininterrumpido, pues empalmaron los bizcochos de la mañana, con las pastas y luego tortas fritas y masas por la tarde.

Usted elija la categoría en que milita. Piénselo bien. Sea responsable, Y una vez elegida la opción, marque con una cruz. Hago votos porque todo salga bien.