A golpes de hacha
A golpes de hacha

Por Raúl Fedele
"La pantalla diabólica", de Lotte Eisner. El Cuenco de Plata. Buenos Aires, 2013.
Entre los pocos, contados libros insoslayables dedicados al cine, no es casual que dos de ellos tengan que ver con el cine expresionista alemán: De Caligari a Hitler (1947), de Siegfried Kracauer, y La pantalla diabólica (1952), de Lotte Eisner. Es que más allá de la importancia histórica y estética (y psicosociológica, apunta Kracauer) de ese cine, en él se cifra una quintaesencia del séptimo arte, un trabajo con sus más estrictos elementos específicos (la luz -o mejor, el claroscuro-, el movimiento, las actuaciones, la escenografía) como nunca volvió a darse antes ni después, al menos no como movimiento y corpus que fuese más allá de algunas firmas y de algún subgénero, como “el cine negro” norteamericano.
Lotte H. Eisner (Berlín, 1896-1983), que subtitula su libro Panorama del cine clásico alemán. Influencia de Reinhardt y el expresionismo, sitúa a la gran época del cine alemán que nos ocupa en un período breve que no se extiende más allá de 1926, un florecimiento que encuentra su inmediato origen en el teatro de Max Reinhardt y en el arte expresionista.
Tras la Primera Guerra Mundial, Alemania vive traumáticamente el derrumbe del sueño imperialista. La inflación y el hundimiento de los valores morales asume proporciones enormes. El artista, el artista que será expresionista, comienza a dudar de la apariencia de los hechos y de los objetos en sí mismos; siente la urgencia de abstraer la esencia, buscar lo que hay más allá de lo contingente. “Es evidente que la inclinación hacia los contrastes violentos que la literatura expresionista ha traducido en fórmulas talladas a golpes de hacha, así como la nostalgia del claroscuro y de las sombras, innata en los alemanes, han encontrado en el arte cinematográfico su forma ideal de expresión. Las visiones incubadas por un estado de alma enrarecido y turbio, no podrían hallar una forma de evocación más adecuada -al mismo tiempo concreta e irreal-”.

Eisner nos recuerda que, contrariamente a lo que suele afirmarse, no es el soberbio El gabinete del Dr. Caligari el primer film expresionista. Lo había precedido, en 1914, La casa sin puertas ni ventanas, realizada en Alemania por el director danés Stella Rye. De todos modos, las maravillas de El gabinete... resultaron insuperables, y a pesar de la alucinante puesta en escena fantascientífica de Metrópolis (para muchos insuperadas incluso por los más refinados efectos especiales, 3D y compañía) ni las siniestras ambientaciones de M. el vampiro o El Golem, no hubo en cuanto a construcción escenográfica, deformación de la realidad y clima onírico, escenas que superaran a ese film, que tuvo una serie de vicisitudes y cambios respecto de lo proyectado por Carl Mayer y Hans Janowitz.
A partir de aquel inicio fulgurante, Eisner sigue analizando la realización de El Golem, La crónica de Grieshuus, Nosferatu, El gabinete de las figuras de cera, El juglar de sobra, La noche de San Silvestre, La última carcajada, Tartufo, Fausto y las películas de Buchowetzki, Oswald, Eichberg, Fritz Lang, Georg Pabst, Jessner-Leni, Grune, Rahn, Joe May, Dupont, hasta llegar a un último capítulo dedicado a “La decadencia del cine alemán”.
Esa decadencia ya se preanuncia en los últimos años del cine mudo, y no bastan para detenerla la aparición de films extraordinarios como El ángel azul, Jóvenes de uniforme y M. el vampiro. La intromisión de los intereses de Hollywood en la productora UFA, la emigración de algunos grandes directores (Lubitsch, Murnau, Dupont, Leni), la incorporación del sonido y su repercusión sobre la estilización de los planos y de la gesticulación actoral, la deficiente técnica de la sonorización cinematográfica alemana, figuran entre las causas del fin de aquella época de oro. Eisner puntualiza: “No siempre se comprende en el extranjero que los films hoy considerados clásicos del cine alemán no eran sino obras excepcionales, ahogadas bajo la avalancha de películas comerciales sobre Heidelberg y el Rin, sobre Viena y su hermoso Danubio Azul, así como las producciones patrióticas sobre Federico el Grande, los once oficiales de Schill u otras recordadas hazañas de la Primera Guerra Mundial. Sin contar las comedias de cuartel y la masa de ‘Aufklärungsfilme’, esas películas costumbristas ‘de información sexual’, que trataban simples historias de lupanar en estilo seudocientífico”.