Poemas de María Amelia Schaller
Poemas de María Amelia Schaller
Canto rodado
Como canto rodado, sin deseo y sin pena,
pulida en tantos golpes, escéptica y vencida,
me hallaste en la ribera del río de la vida
aceptando sumisa mi destino de arena.
Pero vos me tomaste en tu mano morena,
pero vos me abrigaste con tu mano querida,
y sentí con violencia que mi sangre dormida
era ardiente y fecunda, era tuya, era buena.
Y aunque los dos sabemos que nunca tendrá historia
este cariño nuestro, que la inefable gloria
de despertarnos juntos nos ha sido negada,
te quiero, nos queremos, sin prometernos nada,
relegando a un secreto rincón de la memoria
este dolor, que a veces, asoma en la mirada.
Cascarón vacío
Hambre, injusticia, angustia
cuelgan brazos como ramas quebradas.
Mesa triste y sin pan
vidrio turbio y vencido las miradas.
En la tierra de leche caudalosa,
las espaldas mezquinas
y las piernas combadas
son dolor y pregunta: ¿qué nos pasa?
¿Qué satánico monstruo aborta el canto
tritura la esperanza
arrasa tradiciones y culturas
destruye nuestras fábricas?
Hay un manto de sombra y desaliento
sobre la tierra amada.
El obrero ha perdido su salario
pero el patrón perdió también su casa.
Los hombres que apostaron al progreso
los que fundaron fábricas
los del dinero limpio
diplomados con callos de labranza
ellos, empecinados soñadores
con puños de impotencia ven sus máquinas
otrora rumorosas y ahora mudas,
convertidas en sólidos fantasmas.
Hay un rojo de luto en la bandera;
hay cálculos voraces en la planta.
El martillo que baja decidido
es una guillotina de esperanzas.
El edificio, cascarón vacío,
ya ni siquiera alberga los fantasmas.
Contraseña
Hay un hilo sutil que nos conecta,
hay una vibración,
presencia de milagros que no fueron
y que no pueden ser.
Estás,
sabés que estoy
aunque el tiempo amenace la memoria
y me digas tu nombre en cada encuentro
como una cautelosa contraseña.
Sin embargo, nunca nos hace falta
verificar la luz.
Sigue afinada,
tensa,
fiel a su propio ser.
Hay una voz muy tuya de tu canto,
y otra, nacida en mí,
que al fulgor del encuentro se murmuran
un poema de piel.
Domingo
Tu recuerdo se esconde en los rincones
de la casa en silencio.
Las paredes se alejan, solitarias,
en profundos espejos.
Intento una oración;
pesada y torpe, no puede alzar el vuelo.
Tomo un libro; no me brinda sosiego:
sus historias naufragan de tristeza.
Sobre un telón de lluvia,
la tarde de domingo pasea sombras viejas.
El grafito
Ronda que tiene un sueño de armonía,
se desliza entre roces y asperezas
inmolando ataduras verticales
en la pátina gris de su clemencia (*).
Es tan blando, tan suave y vulnerable
que le pide a la arcilla fortaleza
y a la madera un rígido esqueleto
que defienda su cuerpo y lo sostenga
en ese apasionado alumbramiento
que agota febrilmente su existencia
cuando sobre el papel traza el camino
que va desde la idea hasta el poema.
(*) Alusión al sistema de cristalización del grafito —planos de anillos hexagonales estratificados que pueden deslizarse unos con respecto a otros— lo que determina la propiedad lubricante de la sustancia.
Fotos de Miguel Grattier.