Mesa de café

Derrota en las urnas, victoria en la Corte

Remo Erdosain

El lunes, José llegó tarde al bar y no abrió la boca en toda la mañana. Marcial le tiró algunos palos sobre el resultado de las elecciones, pero hizo como si no lo escuchara. Abel y yo preferimos hacer silencio respetando el principio que dictamina que no es justo patear al que está tirado en el suelo. El martes, José persistió en su silencio. Estaba como cansado, la mirada opaca el gesto triste; sobre el mediodía se retiró porque no le gustó que Quito, el mozo, se tomara el atrevimiento de cargarlo por la paliza electoral. Abel comentó, cuando José ya no estaba, que había que dejar que procesara su luto porque el golpe recibido el domingo en la ciudad, la provincia y el país era demasiado duro para él. Marcial y yo asentimos en silencio y compartimos el criterio de que a José había que respetarle su dolor y dejar que el tiempo cicatrizara la herida infligida por el resultado electoral del domingo. Sin embargo, el miércoles a la mañana José entró al bar eufórico: la sonrisa ancha, la mirada animosa, los ademanes ampulosos. Se había bañado y se había vestido como para ir a una fiesta.

—La Corte Suprema de Justicia hizo justicia -dijo sin preocuparse por la redundancia- Argentina tendrá una ley de medios popular y revolucionaria y Clarín deberá prepararse para bien morir; se terminaron las chicanas, las complicidades con jueces y políticos pagados por Magnetto; en definitiva se terminó la joda.

Marcial me comenta en voz baja:

—A nuestros amigos de la Corte no se les ocurre nada mejor que dictar el fallo dos días después de las elecciones; ni el amigo más íntimo de Cristina hubiera sido capaz de hacerle un favor semejante.

—Estaban en la lona -le respondo- y ahora vuelven a creerse que son los dueños del mundo.

—Los que me parecen que estaban en la lona eran Lorenzetti y sus amigos -comenta Marcial .

—¿Vos te referís a la acusación que hizo Carrió sobre la existencia de un pacto entre la corporación judicial y la señora, un pacto en la que la Corte falla a favor de ella y el gobierno no se mete con la caja judicial?

—Eso habrá que probarlo -exclama José.

—Es tan evidente que no es necesario -contesta Marcial-, como tampoco fue necesario probar con fotos o grabaciones la existencia de un pacto militar-sindical en los términos en los que lo denunció Alfonsín en 1983.

Abel, conciliador como siempre, le dice a José :

—Me alegro de verte contento.

—Claro que estamos contentos -contesta-, los gorilas creían que el domingo nos habían liquidado y aquí volvemos con más ganas que antes, porque es hora de que vayan sabiendo que el peronismo verdadero siempre vuelve con las banderas de Perón y Evita, de Néstor y Cristina.

—Esto para mí es demasiado -susurra Marcial en voz baja.

—Te recuerdo -le dice Abel- que la causa de tu felicidad proviene del fallo de los jueces, no de la militancia de ustedes.

—Y te recuerdo -agrego- que esa Corte que ahora les salva la vida es la misma que ustedes, es decir la ponderada señora, el energúmeno de Aníbal Fernández, la voluptuosa Hebe Bonafini y la obsecuente de Diana Conti, consideraron vendida a Clarín y enemiga del pueblo.

—Me importa tres pitos lo que ustedes digan o piensen; lo que me importa es que ahora vamos a tener una ley de medios como Dios manda.

—¿O como manda Cristina? -pregunta Marcial.

—Me da lo mismo. Para nosotros, los peronistas, ella es la jefa y nosotros somos sus soldados. Además, te recuerdo que esta ley fue discutida por el pueblo en grandes asambleas populares.

—¿Vos te creés en serio semejantes boludeces? -pregunta Marcial algo fastidiado.

—Fue así -insiste José- porque para nosotros, los peronistas, la única verdad es la realidad y la realidad es que la ley de medios fue aprobada.

—Vamos a ver cómo se aplica.

—Se aplicará como quiere el pueblo que nunca se equivoca.

—¿O se aplicará como la aplicaron en Santa Cruz? -digo

—Como decimos los peronistas en estos casos: mejor que decir es hacer; mejor que prometer es realizar.

Marcial me dice en voz baja:

—¿Te fijaste que repite eslóganes, como si pensar le costara demasiado o le diera pereza?

—O como si pensar fuera una conducta de gorilas; no te olvides que ellos fueron los creadores de la consigna “alpargatas sí, libros no”.

José se desparrama en la silla como si se desperezara y después dice:

—Ahora la compañera Cristina va a estar feliz.

—¿Pero no es que la señora está enferma y que nadie le informa sobre estos detalles? -pregunta Abel.

—Nuestra jefa y conductora -contesta José- se está recuperando y en poco tiempo, para alegría del pueblo que la ama, va a estar con nosotros porque, aunque a ustedes no les guste, hay Cristina para rato, como hay peronismo para rato.

—Repito, ¿vos te creés en serio todo lo que estás diciendo? -pregunto.

—Por supuesto que me lo creo; aunque ustedes nunca lleguen a entenderlo, los peronistas creemos en el peronismo, una doctrina sencilla, nacional, popular y profundamente cristiana.

—Tan cristianos que se dieron el lujo de quemar iglesias -digo

—En eso también estoy de acuerdo con vos -le dice Marcial a José-, para ser peronista hay que tener una gran disposición espiritual a favor de la creencia en el jefe o la jefa de turno y a favor de todos y cada uno de los mitos que el peronismo fue capaz de crear desde hace más de sesenta años .

—Lo que yo pregunto -digo- es si se sabe algo de la salud de la señora, porque a mí un pajarito me dijo que está mucho más enferma de lo que informan los partes médicos oficiales y hasta se rumorea que no va volver.

—Va a volver, va a volver -repite José- no se ilusionen con la fantasía de que se fue para siempre; va a volver y con el fallo de la Corte a favor de la ley de medios va a volver con más ganas que nunca. Lo que hicieron los compañeros jueces fue darle una inyección de vida.

—Ayer los jueces eran unos gorilas; ahora, resulta que son los compañeros jueces.

—A mí, lo que me contó otro pajarito -dice Abel- es que la señora va a renunciar ahora invocando razones de salud para poder presentarse en 2015.

—¡Y la Constitución? -pregunto.

—Para los peronistas primero está el pueblo, después la Constitución.

—Me parece que el pajarito que habla con vos es medio bolacero -le digo a Abel.

—Yo le creo -dice Marcial- el peronismo en estos temas es imprevisible y ha demostrado que como los viejos tahúres siempre es capaz de sacar alguna carta salvadora de la mano de un naipe que ellos siempre se preocupan en marcar.

—Yo creo que no se van a animar a maniobrar de ese modo -considera Abel- no sé lo que dice la Constitución al respecto, pero sé lo que dirá la gente si intenta perpetrar semejante maniobra ilegal.

—Dejen de poner cara de pollitos mojados -exclama José- y prepárense porque se vienen grandes novedades.

—No comparto -digo.

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