28º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA
28º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA
Los invitados de honor y un film de Campusano, el maldito

En esta edición se destaca la presencia del legendario Pierre Etaix, que representó un momento muy creativo del cine cómico francés y de quien se ofrece la retrospectiva de su breve y restaurada filmografía.
Foto: Télam
Roberto Maurer (Enviado especial)
El catálogo del festival debe ser el más gordo de su historia, con sus alrededor de 450 películas programadas. La cantidad sólo representa cantidad, es cierto, pero la programación conserva el atractivo nivel de las ediciones anteriores, esta vez con fuerte presencia latinoamericana, y actividades paralelas como clases magistrales, paneles de debate sobre temas muy diversos, homenajes y presentaciones de libros.
Los invitados de honor tienen menos lustre que en otros años, aunque en esta edición se destaca la presencia y el rescate del legendario Pierre Etaix, que representó un momento muy creativo del cine cómico francés y de quien se ofrece la retrospectiva de su breve y restaurada filmografía.
También vino John Landis, referente de la comedia norteamericana de los ’80, con filmes como “Animal’s house” y “The Blues Brothers”. Su trabajo sirvió para consolidar a una nueva generación de comediantes. John Boorman, realizador de “A quemarropa” y “Deliverance”, estaba anunciado pero se bajó unos días antes, aunque de todos modos estará presente a través de una videoconferencia. El presidente del jurado de la competencia internacional es el coreano Bong Joon-ho, la última sensación del cine mundial y el mago que amalgama al cine popular que mueve multitudes, sin resignar el nivel artístico. De las cinco películas que hizo se han programado cuatro y son las de mayor demanda: las localidades se agotan rápidamente.
Con los fantasmas de la ruta
El fenómeno de la gran asistencia de público se repite y no hay funciones sin un gran número espectadores. Todos los filmes tienen público. “Un domingo espectacular” fue el titular de primera página del diario La Capital del lunes. Aún con ese día perfecto de buen tiempo, el público eligió la oscuridad de las salas. Y fue la primera jornada de la competencia internacional, que abrió con “Fantasmas de la ruta”, de José Campusano, el realizador del cine argentino más aborrecido por la crítica y escasamente conocido por el público. No es la primera vez que un filme suyo es seleccionado para la competencia más exigente, a la cual acceden habitualmente apenas una o dos películas argentinas. ¿Por qué ese privilegio? Porque el cine de Campusano es una debilidad de Martínez Suárez, la autoridad máxima del festival, dicen. ¿Y por qué es tan rechazado? Porque la realización de sus películas es primitiva, parecen hechas con los pies, los actores no son profesionales y algunos diálogos inducen a pensar que Campusano es hijo de Armando Bó, pero sin Isabel Sarli.
Atracción fatal
Una vez enunciados los defectos, parece no quedar nada. Sin embargo, es posible engancharse con estos engendros, y no por bizarro, sino por el verismo brutal con el cual retrata al conurbano bonaerense y su fauna marginal, tal vez porque el propio director viene de ahí.
“Fantasmas de la ruta” dura 3 horas y 38 minutos, porque en su origen fue grabada como miniserie de 12 capítulos. Reaparece Vikingo, el cabecilla de los motoqueros que ya se ha convertido en el superhéroe de Campusano. En ese ambiente violento, amoral y sin ley, el grupo de motoqueros representa valores: famillia, solidaridad y lealtad con los camaradas. Eso no significa que estos códigos se apeguen estrictamente a la ley, mientras la ley se encuentre representada por la policía corrupta. El filme es un catálogo del delito: transas, fiolos, choros, sicarios, abogados, tratantes de mujeres y policías venales.
Mauro, un joven motoquero, se ha enamorado de Antonella, e involuntariamente la conecta a un sujeto que la secuestra y la vende en Corrientes. Los motoqueros se convierten en los justicieros que emprenden la búsqueda de la chica, y en esa peripecia van apareciendo las variadas formas del delito. En ese camino, Mauro se pierde con malas compañías que supuestamente lo ayudarán, y se desvía de los códigos de Vikingo, quien, al final, como un maestro, le dirá: “Mauro, vos no estabas enamorado de Antonella, siempre anduviste con trolas. Vos actuaste solamente porque tu orgullo fue herido”. Ni el Dalai Lama.
En estas ocasiones, Campusano llega con la escolta de los motoqueros. Despues de la película, hubo conferencia de prensa y, con el gigantesco Vikingo al costado, ofreció una explicación intelectual de su cine: “Lo hemos llamado cine orgánico. Lo orgánico es toda substancia o materia que tiene restos de seres vivos en su composición. Nosotros buscamos, justamente, un cine que tenga la mayor cantidad posible de sedimento humano”. ¿Qué tal, Pascual?