Más que una historia de espías

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Ian McEwan. Foto: Archivo El Litoral

 

Por Fabricio Welschen

“Operación dulce”, de Ian McEwan. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2013.

De los principales autores de la literatura inglesa actual, entre los que se cuentan Martin Amis, Julian Barnes y Kazuo Ishiguro, el caso más destacado es el de Ian McEwan. Su trayectoria puede dividirse de forma esquemática en tres etapas. La primera es la de iniciación, que también podría ser llamada la etapa de Ian McAbro, y se caracteriza principalmente por la presencia de lo escabroso, lo macabro, tal como indica el mote, y de la fatalidad. Presencia que en ocasiones suele aparecer acompañada por un humor mordaz. El mejor exponente de esta etapa es Primer amor, últimos ritos (1975), libro de relatos que constituiría el debut de McEwan. A pesar de su condición de primerizo, este libro logra posicionarse entre los tres mejores del autor por la sutil combinación de lo macabro y lo humorístico. A este gran primer libro le sucederán otro de cuentos, Entre las sabanas (1978), la primera novela, Jardín de cemento (1978) y El placer del viajero (1981). Niños en el tiempo (1987) marcaría la delimitación entre una etapa y otra. La siguiente, es una etapa intermedia o de transición. Ésta incluiría a El inocente (1990), el libro de literatura juvenil En las nubes (1994) y la sobrevalorada Amsterdam (1998). Aquí, seguiría vigente el empleo de lo macabro, sólo que de forma más atenuada en comparación con la etapa de iniciación. Las obras de este período serán las más irregulares (en efecto, en la mencionada Amsterdam McEwan vuelve a emplear sin gracia sus tópicos con un desenvolvimiento reiterativo; se podría afirmar que aquí el autor cae en sus propios lugares comunes). Resulta curioso el hecho de que uno de los libros más sobresalientes de este período sea En las nubes, un libro “de género” (de género juvenil). Finalmente, la etapa de maduración de McEwan: Expiación (2001), que no sólo es el primer libro de esta tercera etapa, sino que constituye la obra maestra del escritor inglés. En Expiación McEwan ahonda en las posibilidades compositivas que le brinda el género novelesco; es un libro que presenta de forma más acabada la destreza narrativa del autor y que se perfila como un pequeño clásico de la literatura, de la talla de Rebelión en la granja de George Orwell o El señor de las moscas de William Golding. Expiación contará con un digno sucesor: Sábado (2005), la segunda mejor novela de McEwan. Luego, el escritor inglés publicaría otras dos novelas: Chesil Beach (2007) y Solar (2010), ambas notoriamente menores en comparación con Expiación y Sábado, aunque no por ello deslucidas.

A este listado viene a sumarse ahora Operación dulce (Sweet Tooth, Jonathan Cape, 2012), novela en la que se remonta el desempeño narrativo de McEwan.

La historia de esta última novela transcurre en el marco de la Guerra Fría. No es la primera vez que McEwan sitúa una de sus tramas en dicho escenario: ya lo había hecho en El inocente. Pero la diferencia estriba en que Operación dulce es mucho más lograda que aquélla, principalmente porque a la intriga propia de una trama de espías McEwan le sumará esta vez la dimensión metaficcional, que determinará el discurrir de la historia y que logrará que la novela trascienda lo meramente anecdótico, focalizándose en problemáticas propias de la creación de ficción.

La protagoniza la joven e ingenua Serena Frome, hija de un obispo anglicano y estudiante de matemáticas, que dedica su tiempo libre a devorar todo tipo de novelas. Su participación en una revista en la que colabora con reseñas literarias, y particularmente el cariz de algunas de éstas, la lleva a ser reclutada por el Servicio de Seguridad Británico, el MI5, a comienzos de la década del setenta.

Lo importante en este punto es que es reclutada por ser una mala lectora. Lo mismo afirmaría Vladimir Nabokov en su Curso de literatura europea acerca de Emma Bovary, al señalar que el personaje de Flaubert lee de forma emocional, superficialmente, identificándose y poniéndose en el lugar de las heroínas que protagonizan los libros que lee. Algo parecido podría decirse de Serena, que en sus reseñas aconseja las lecturas de ciertos libros empleando excesivamente signos de admiración, o que en vez de ceñirse a la crítica literaria convierte sus reseñas en arengas anticomunistas. El desempeño de Serena Frome como lectora es, en este sentido, funcional a las motivaciones políticas del Servicio de Seguridad.

Al poco tiempo de ser reclutada se le encomendará a Serena un proyecto, al que hace referencia el título de la novela, en el que se busca subsidiar, de forma encubierta, a un joven y prometedor escritor cuyo perfil se ajuste al modelo de intelectual que intenta promover el Servicio de Seguridad en su avanzada en contra del comunismo. De esta manera, Serena conocerá a Tom Haley, el joven escritor seleccionado, con quien inmediatamente iniciará una relación amorosa. Este hecho planteará una situación de tensión, a la que se verá expuesta la protagonista, entre la verdad y la mentira, la creatividad y la política.

Por lo demás, tanto la estructura en cajas chinas que tiene lugar cuando Serena lee los cuentos publicados por Haley (algunos de los cuales son los que presentó el propio McEwan en Entre las sábanas), como en la vuelta de tuerca metaficcional al final, dejan en claro que lo central en Operación dulce reside en la cuestión acerca de cómo componer literatura.