Preludio de tango

Beba Pugliese

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Manuel Adet

Supe por primera vez de ella cuando Héctor Larrea -una biblioteca abierta en materia de tango- la presentó en su programa “Ciclo de recitales de Radio Rivadavia”. Era la hija del maestro Osvaldo Pugliese, cargaba, por lo tanto, con el peso de un padre famoso y un apodo, “Beba”. Después me enteré de que en la esquina de Corrientes y Rodríguez Peña hay una placa que la evoca. El dato puede ser anecdótico, pero da cuenta de un prestigio que ya no proviene de la “portación de apellido”, sino de su talento e inspiración expresado como pianista, compositora y arregladora.

Lucela Delma Pugliese, “Beba”, nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1936 en el seno de un hogar donde la música era un oficio, una pasión y hasta un vicio. Su abuelo -a quien muchos años después compuso un tema en su honor- fue músico y contagió a toda la familia con su pasión. También lo fue su padre, por supuesto, y la familia de su madre. Así se explica que las reuniones familiares en las modestas viviendas de Villa Ortúzar o de Álvarez Thomas culminaban con improvisados y alegres conciertos.

La mamá de Beba se llamaba María Concepción Florio y gustaba de la música clásica como el padre. Sus tíos Adolfo y Alberto eran violinistas. Otro de sus tíos, Mario Perini, fue arreglador, compositor y violinista que en algún momento lució sus habilidades en las orquestas de Ángel D’Agostino y Osvaldo Fresedo. Su primo, Roberto “Chicho” Florio, hijo de un hermano de su madre, fue cantor de las orquestas de Alfredo de Ángelis y Carlos di Sarli. O sea que la nena desde su más tierna infancia estuvo muy bien acompañada.

Beba es la única hija mujer de don Osvaldo. En su honor, el padre le cambió el título a “Amargura” por el del apodo de su hija, tango que hoy se puede disfrutar con los arreglos de Lisandro Adrover o Daniel Binelli. En declaraciones a una revista, Beba recordó que en su casa se compusieron esos verdaderos himnos del tango como son “Malandraca” o “La yumba”. Esos placeres que hoy compartimos todos, ella tuvo el privilegio de disfrutarlos en el patio de su casa donde, como se podrá advertir, además de la música de la familia se sumaban el profesionalismo de los músicos dirigidos por su padre. La niña, y luego la adolescente, conoció -entre otros- en su intimidad creativa a músicos como Ruggiero, Caldara, Camerano o Aniceto Rossi.

De un hogar de músicos no se puede esperar otra cosa que una hija música y tanguera. El destino de Beba fue bastante previsible. A las influencias artísticas del hogar ella le sumó, voluntad, estudio, disciplina y profesionalidad. Así los testimonian sus maestros Vicente Scaramuzza, Oreste Castronuovo, Berta Sujovolsky y Pedro Rubbbione.

También en la casa de los padres, aprendió a conocer los rigores del compromiso político, las persecuciones ideológicas, las reiteradas detenciones de un padre que, además de ser un prócer del tango, era un fervoroso comunista convencido de los ideales y la bondad de su causa. Beba también conoció de niña la empecinada coherencia de su padre, su coraje civil para sostener sus ideas a contramano de las conveniencias del momento, su esfuerzo por practicar hasta en los detalles los valores que le dictaba su ideología, expresado entre otras cosas, en la iniciativa de constituir a su orquesta -una de las más taquilleras de su tiempo- bajo la fórmula jurídica de una cooperativa, en sintonía con la más estricta ética comunista.

Un par de anécdotas son ilustrativas. Un día -ya grande-, Beba le comenta a don Osvaldo que un conocido bandoneonista la ha convocado para una función en un reconocido local nocturno de Buenos Aires. Su padre la escucha y luego le dice: “No debieras ir. Fue de los que más me traicionaron y está tocando con las partituras de mi orquesta. No debieras ir, es un hombre que me hizo mucho daño”. Ella, por supuesto no fue

Segunda anécdota. Don Osvaldo esta detenido en la cárcel de Devoto. No trabaja, pero a la familia hay que mantenerla. En una de las visitas familiares le dice a su hija que vaya a Sadaic para cobrar derechos de autor. Beba obedece, va hasta las oficinas de Sadaic, pero allí el empleado de turno le dice que los derechos de autor de su padre aún no los han liquidado y no hay noticias de que lo vayan a hacer en lo inmediato. Lo joven se retira algo avergonzada, algo dolorida y en ese momento se acerca un señor muy bien vestido que ella mira con recelo porque le han advertido que tenga cuidado con las provocaciones tramadas por los servicios de inteligencia. Sin embargo, el señor es muy amable y no hay manera de eludirlo. En voz baja, pero mirándola a los ojos, le dice que lo conoce y lo admira a don Osvaldo y que está a disposición de la familia para lo que necesite. Le da su teléfono, su dirección y se retira, no sin antes recordarle que lo llamen para lo que sea. Beba lo escucha y empieza a sentirse un poco mejor. Después se entera que ese señor tan elegante y considerado es el cantor Alberto Echagüe, a quien siempre le agradecerá su gesto en momentos en que todas las puertas parecían cerrarse.

El peso de un apellido prestigioso no le impidió a Beba desarrollar su carrera con una personalidad musical propia, una evaluación que calurosamente ratifica Astor Piazzolla. Para 1979, registra su primer long play en homenaje al maestro Sebastián Piana, acompañada, entre otros, por Aníbal Arias y Guillermo Ferrer. Para esa época, constituye su Quinteto que debuta a “toda orquesta” en el Hotel Bauen. Después vienen las giras por las principales ciudades de nuestro país, pero también por Europa y Japón. Ya para esos años sus cantores son Mónica Sachi, Gustavo Cané y Oscar Ferraris. En 1981, graba su segundo long play y adquiere sus definitivas credenciales de honor en el tango cuando es contratada por Caño 14.

A su talento como pianista le suma sus dotes de compositora. Temas como “Catine”, “Ochentango”, “Para mi abuelo”, “Chicharrita”, “Si volviera a verte”, “Sueños y sombras”, “Rosa punzó”, “A nuestro amigo Piraña”, son una marca registrada. Pertenece a su repertorio “Tus quince años”, dedicado a su hija María Carla Novelli Pugliese, una música que sigue con la frente alta las huellas del abuelo y la madre, como lo prueba su excelencia musical y la composición de temas como “El día que vino salió el arco iris”, “Antena Buenos Aires”, “Ayer vi”, “La vida y la tempestad”º, “Ostinato” o “Los pájaros del jardín”.

Beba Pugliese es hoy una señora mayor estimada por su talento y coherencia y reconocida por la delicadeza y gracia de sus fraseos y contrapuntos. A su maestría profesional, le suma sus condiciones docentes en la Escuela Popular de Avellaneda y en el Instituyo José Hernández de Olivos. Los arreglos a la obra teatral “Prohibido pisar el tango” son muy buenos, como también lo es el libro dedicado a su padre “Osvaldo Pugliese, un testimonio de vida”, prologado por Oscar del |Priore.