¡La resaca!

¡La resaca!

No estamos, ya (es diciembre, mis chiquitos, por si no se enteraron) en condiciones de explicar nada a nadie. Pero algún objetivo didáctico puede albergar esta columna festiva: no digamos cómo prevenir la resaca, sino más bien hablar de ella. Mientras pueda. El problema no es la resaca. Sino lo que repongo para asegurarla...

TEXTOS. Néstor Fenoglio ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Antes, y siempre, e incluso ahora, el tipo que iba a enfrentarse a una importante ingesta alcohólica sabía de antemano que luego debía pagar consecuencias. Crimen y castigo: si chupás mucho, al otro día tenés resaca. Y punto. Y bancatela, pibe.

Ahora, pasa lo mismo pero hay una serie de mecanismos, tramposos la mayoría, que no sólo intentan enmascarar el castigo, sino que te dicen que asesines (botellas) que no va a pasar nada. Y hay remedios que te incitan a que chupes, pues, juran ellos, no vas a tener ninguna secuela. Hay pastillas que se toman antes de empezar a chupar, con lo que no sólo se trata de un crimen sin castigo; sino de premeditación, que es otra figura legal.

La resaca, el argentino y prístino pedo mormoso, la mamúa, tiene aplicaciones lingüísticas regionales, todas muy sonoras y representativas: la llaman hachazo en Chile, cruda en México, goma en Centroamérica, guayabo en Colombia y chuchaqui (no repregunten por las dudas...) en Ecuador.

Técnicamente hablando, la resaca es causada por la firme ingesta líquida, continuada, consistente (véase que está asociado a buenos valores: esas mismas cualidades se necesitan para concretar un buen trabajo) de alcohol. Parece que el problema no es específicamente el alcohol sino las sustancias residuales, lo cual es coherente: después de chupar mucho sos una piltrafa, una basura, un residuo.

Esos residuales, llamados también congéneres (es mejor cuando uno chupa con otros) pueden ser el metanol, el acetaldehído, la histamina y polifenoles, que no tienen nada que ver con polifenoglios, aunque todos los fenoglios que conozco polichupan...

Años de entrenamiento corren el umbral de resistencia (y el de tu casa también: no encontrás la puerta ni a palos) y te entrena la alcohol-deshidrogenasa, que es la enzima que metaboliza el montón de alcohol que tenés enzima. Como se advierte, soy un especialista en la materia, con el doble caudal de conocimientos que dan tanto lo teórico como, especialmente, lo empírico.

Toda la vida existieron remedios caseros que, por supuesto, apenas dan resultado: por ejemplo, el abuelo se clavaba dos o tres huevos (después me enteré que es por la cisteína) en el desayuno posterior a la chupindanga. Se le pasaba un poco el pedo. Pero quedaba con un empacho de novela. Y medio atragantado, por lo que le daba de nuevo al vino o a la caña, para bajar los huevos. Y no haré chistes fáciles. Ni difíciles tampoco (con tantas despedidas, no estoy en condiciones). Lo mismo pasa con el arroz: ayuda. Te saca la resaca pero te reseca, aliteradamente se los digo, como si se tratara del sigiloso silbido de la diarrea. Una delicadeza. Porque en el otro extremo tenés, no los resecadores sino los aceleradores: algunos recomiendan jugos de fruta y de tomate (tomate otro y olvidate), siempre que tengas un baño cerca, con el camino expedito literalmente y sin otras personas en cuarenta kilómetros a la redonda...

Otra solución casera es tomar mucha agua (el alcohol deshidrata): eso sí que es como un castigo. Después del dulce néctar destilado, beber agua es como rezar quince mil padrenuestros luego de haber tenidos buenos-malos pensamientos... Nuevamente: crimen y castigo.

A todos estos remedios caseros se ha sumado la ciencia médica, que no te induce en este caso a tener mejores hábitos de vida, sino a llevarte mejor con lo porquería de tipo que sos.

Y nos vamos yendo con la clara, la doble, la borrosa sensación del deber cumplido. Hoy tengo dos despedidas de año dos, con lo cual mañana no responderé ni llamados, ni daré consejos, ni escribiré nada en ninguna parte. Y así todos los días subsiguientes con todas las terribles mañanas que les siguen.

Como si se tratara de un pronóstico de tormentas, algunas localmente fuertes, mi agenda dice que no tendré resaca el jueves próximo. Pero los vagos del laburo me dijeron que en una de esas nos reunimos el miércoles a la noche. Así tengo la semana parejita y recupero el perfil de humedad etílica que me permita despedir el año y encarar el próximo y todo lo que se ponga adelante. Salute...